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Vigías de la Igualdad

Las cuatro responsables del IAM desde su creación reflexionan sobre los avances y deudas pendientes tras 20 años de historia.

el 01 nov 2009 / 18:15 h.

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Dos abogadas, una economista, una socióloga y una administrativa reclutadas por una ideóloga -Carmen Olmedo- en un despacho de la Diputación de Málaga. Ese fue el germen, allá por 1987, de un Instituto Andaluz de la Mujer que aún habría de esperar dos años para constituirse oficialmente como organismo adscrito al Gobierno andaluz . Un Gobierno, el de 1989, en el que no había ninguna consejera, en cuyo Parlamento las diputadas se contaban con los dedos de las manos (8 de 109) y que regía una sociedad en la que acudir a un centro de la mujer estaba mal visto o las alumnas de los cursos de educación de adultos suspendían una y otra vez para no dejar ese espacio de socialización y participación que suponían las clases.

 

Si algo han tenido claro las cinco mujeres que han liderado el IAM en sus veinte años de historia es que el camino era largo. En palabras de Teresa Jiménez (directora de 2000 a 2004), había que hacer "la revolución más importante, y la más pacífica, erradicar un modelo social de siglos". Y aseguran que, "se llame como se llame", siempre será necesario un organismo "vigilante" para no retroceder, reconoce la última en llegar, Soledad Pérez. La historia demuestra que no siempre se dan pasos adelante, dicen ambas.
Rosa Gómez era una de esas dos juristas que iniciaron con Carmen Olmedo una aventura "con muchísima ilusión y pocos medios". Como abogada laboralista, se encargó durante once años de los programas de empleo y formación. Cuando Olmedo fue nombrada diputada para el Congreso, en febrero de 2000, asumió por unos meses la dirección del IAM hasta el nombramiento de Teresa Jiménez en mayo. "Mi mesa era una mesa en blanco, empecé atendiendo a mujeres que querían iniciar una actividad y una de las primeras que ayudé a montar es hoy una gran empresa, RuralAndalus", recuerda Gómez de esos inicios.

Gran ilusión, pocos medios. La creación del Instituto se fijó en la Ley de Presupuestos de 1988 que diseñaba las cuentas para 1989 y fue ese año cuando, con un "presupuesto justo" y un equipo de "apenas 20 personas", la criatura echó a andar con dos sedes, una en Málaga y otra en Sevilla, en el edificio de usos múltiples de Blas Infante que al poco se trasladó a la calle Alfonso XII, donde en 2000 Teresa Jiménez unificó todo (en 2007 se trasladó a la actual ubicación en la calle Doña María Coronel).
"Lo primero que teníamos que romper era la idea de la victimización, parece que sólo respondíamos a mujeres víctimas y acudir al centro era un poco estigmatizante. Tuvimos que mostrar que la discriminación tenía muchos matices", subraya Rosa Gómez. De la mera atención social que se prestaba a las mujeres en los centros de las Diputaciones (con gabinete jurídico y psicológico, consultas de planificación familiar o casas de acogida para maltratadas) había que pasar a hacer políticas de igualdad para cambiar de raíz, incluso por ley, las causas por las que las mujeres necesitaban ayuda.

Sacar a la mujer de casa. Y lo primero era "sacar a las mujeres de sus casas, llevarlas al ámbito de lo público y luego incidir en el empleo", subraya Teresa Jiménez.
Rosa Gómez recuerda unos primeros años donde el IAM se valió de los dispositivos municipales; donde se presentaban proyectos a todos los fondos europeos para sacar recursos con los que formar a las mujeres y asesorarlas para emprender; donde las campañas publicitarias "tenían que movilizar valores" (el primer spot de televisión buscaba dignificar el trabajo doméstico); y donde desde el primer momento se potenció el asociacionismo (cuando se creó el IAM había 156 asociaciones de mujeres, hoy casi 1.900).
Se sonríe, porque "hoy no hubiera pasado", al contar cómo el consejo de administración del Parque Tecnológico de Málaga frustró un proyecto con financiación europea para crear un vivero de empresas de mujeres con guardería del que sólo dejó la guardería -el presidente era un miembro, hombre, del Gobierno andaluz-. O cuando "planteamos un curso de producción audiovisual para mujeres porque sabíamos que se iba a crear Canal Sur y los propios sindicatos nos decían que era anticonstitucional, algo impensable hoy" (después se haría incluso una serie en la televisión autonómica, El mundo que viene).

Con el tiempo, Teresa Jiménez ve en los sindicatos a unos grandes aliados que han abierto al IAM "muchas puertas" al mundo empresarial y que, a través de un servicio de defensa legal coordinado por el Instituto, luchan contra la discriminación laboral por razón de género al que llegan casos que no difieren mucho de los de hace 20 años pero, subraya Soledad Pérez, "la diferencia es que ahora se ganan sentencias".

El mazazo de Ana Orantes. Hay una fecha que todas tienen grabada en su mente: el 17 de diciembre de 1997, cuando Ana Orantes fue brutalmente asesinada por su ex marido tan sólo dos semanas después de que denunciará públicamente en un programa de televisión 40 años de malos tratos. "Estábamos en Málaga en una reunión y de forma espontánea, nos levantamos todas y nos fuimos directamente a Granada. Nos preguntamos qué estábamos haciendo mal que nuestro trabajo no estaba sirviendo para nada", dice Rosa Gómez.

Y es que, junto a la participación social y la integración laboral, la lucha contra la violencia de género ha sido una de las líneas de actuación del IAM desde sus comienzos, pero reconocen que el crimen de esta granadina -que no fue el primero y al que desgraciadamente han seguido más de 132 desde entonces sólo en Andalucía- supuso un punto de inflexión porque puso rostro a esta lacra social. Carmen Olmedo y Rosa Gómez elaboraron el I Plan contra la Violencia de Género, que Teresa Jiménez continuó.

Procedente del mundo educativo, llevó la prevención del maltrato a la escuela a través de la coeducación (que ya iniciaron sus antecesoras) y coincidiendo con la transferencia de las competencias en Justicia a la comunidad, profundizó en concienciar a los agentes judiciales. "Abogados y jueces visitaron por primera vez las casas de acogida para mujeres maltratadas y se quedaron impactados, porque nunca habían visto a las víctimas fuera de los tribunales", rememora.

De nuevo sería un camino largo hasta desembocar en una Ley integral contra la Violencia de Género elaborada y aprobada bajo el mandato de su sucesora, Soledad Ruiz (2004-2008). "A los pocos meses de entrar yo, se aprobó la ley estatal y eso fue un punto de inflexión porque se reforzaron los mecanismos jurídicos con la creación de los juzgados de violencia de género, las unidades de valoración médico forenses y la coeducación contra el maltrato que aquí había sido pionera".

Y llegaron las leyes. La etapa de Soledad Ruiz, hoy directora general de Violencia de Género en la Consejería de Igualdad (departamento creado en la última legislatura para coordinar todas las actuaciones en este ámbito) fue de grandes avances legislativos que ahora toca desarrollar a Soledad Pérez porque "las políticas de igualdad no se consolidan sólo con una ley". Vio la luz la Ley de Igualdad, las políticas de igualdad pasaron a ser transversales a todo el Gobierno (los presupuestos de 2006 fueron los primeros con un informe de evaluación de impacto de género) y con la reforma del Estatuto, muchas medidas y derechos alcanzaron el máximo rango legal.

También la paridad llegó al Consejo de Gobierno en el que hoy se sientan ocho consejeras y a un Parlamento con tantas diputadas como diputados, una presidenta (por segunda vez) y que acaba de reformar su Reglamento para permitir delegar el voto ante una baja por maternidad, paternidad o enfermedad. "La paridad en la política nos costó muchos argumentos y contraargumentos para convencer de que era un beneficio tanto para los hombres como para las mujeres", relata Soledad Ruiz.

Rosa, Teresa y las dos Soledades destacan que estos veinte años se caracterizan por un recorrido continuo. "Carmen Olmedo y su equipo tuvieron gran ojo, porque todas las líneas de actuación que diseñaron siguen vigentes, y ha habido siempre gran generosidad por parte de quien llegaba para no hacer tábula rasa sino aprovechar todo lo hecho y avanzar", afirma Soledad Pérez.

Ninguna duda de que el IAM seguirá siendo necesario. "Hubo un tiempo en que parecía todo hecho, sobre todo las más jóvenes pensaban que ya no lo necesitaban, porque podían estudiar igual, pero al llegar al empleo se encontraban con problemas, el Instituto las incorporó, como también a los hombres, y a mujeres de otras culturas", destaca Teresa Jiménez -"precisamente estamos preparando unas jornadas contra la mutilación genital femenina", apunta Soledad Pérez.
"Al principio se notan mucho más los avances pero hay un cambio lento que es pasar de políticas específicas para mujeres a influir en todas las políticas y eso requiere muchos recursos y equipos estables", subraya Rosa Gómez.

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