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Visiones hercúleas

el 22 jun 2012 / 20:03 h.

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Teatro de la Maestranza. 21 de junio. Programa: Obras de Frühbeck de Burgos, Elgar y Brahms. Intérpretes: Gautier Capucon, violonchelo. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. P. Halffter, director. 16º Concierto de Abono.

Se mire desde cualquier perspectiva, carece de sentido que la ROSS insista en la difusión de páginas tan anodinas y, en este caso, realmente malas como la Brahms-Fanfare (2010) del ínclito Rafael Frühbeck de Burgos, mientras que desoye la idea de ofrecer si quiera breves partituras de autores de auténtico peso en la modernidad. Sin ir más lejos, la obra de Salvatore Sciarrino que la Sinfónica interpretó el miércoles en Madrid, bien podría encontrar acomodo en un futuro próximo. Dudamos en cambio que lo haga.

Así, el programa comenzó verdaderamente con el Concierto para violonchelo (1919) de Elgar, una página robusta y de un neoromanticismo acerado que no esconde -en su pasaje más famoso y arrebatado del Adagio inicial- cierta querencia de la música cinematográfica. De esta forma, la versión de Gautier Capuçon y Pedro Halffter, finiquitó cualquier tentación de remarcar el origen británico de la obra con un aire más diáfano y reposado, y abordaron la partitura con una sonoridad hercúlea y densa -densísima en el caso del solista de violonchelo, con un sonar henchido de armónicos y de un efectista dramatismo-, germanizando una pieza cuya estética ciertamente anda más cercana de las épicas brumas postwagnerianas que del plácido descriptivismo del inglés Delius.

Menos interesante, por conocida, nos resultó la nueva relectura de la Sinfonía n.4 (1884-5) de Brahms. Halffter la abordó con una gran intensidad, extrayendo una musicalidad subyugante en la exposición del primer tiempo (Allegro non troppo) y excesivamente lenta y huera de liviandad en el tercero (Allegro giocoso). Primó, pese a todo, lo bueno a lo regular, pero no atisbamos ninguna revelación en una interpretación muy escolástica de una página tantas veces atendida. La orquesta brindó el exacto acompañamiento que la batuta demandó, alargando los temas y recalcando la discursividad de una partitura con la que se cerró el ciclo orquestal consagrado a Brahms y la temporada.

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