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Viva el Betis manque el mundo se acabe

Si los mayas tenían razón, el beticismo llegará feliz al final de todo. Y si se equivocaron, pues tendrá más tiempo para disfrutar de esta máquina de ganar partidos.

el 17 dic 2012 / 23:46 h.

Jorge Molina es engullido tras su gol.
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Cuando llegue el fin del mundo, cataclismo que según los mayas ocurrirá este viernes, el Betis estará preparando el partido contra el Mallorca. Hasta que llegue ese momento, los béticos contemplarán y admirarán la clasificación de la Liga, por si resulta que al final esto es el acabose y hasta aquí ha llegado la humanidad. Y allí, en la tabla, a modo de último recuerdo, verán con los ojos muy abiertos que su Betis está quinto, que está empatado a puntos con el cuarto y que tiene al Real Madrid a sólo cinco. Eso por arriba. Por abajo se regocijarán cuando miren la zona de descenso a quince puntos, al Sevilla a nueve, al Valencia a siete, al Athletic a otros siete... Y se irán al más allá con la tranquilidad de que el Betis llegó al fin del mundo en la zona europea de la Liga de las Estrellas, aunque ya cada vez queden menos astros en el campeonato. Alguno de ellos viste de verde y blanco, por cierto.

Si los mayas tienen razón, Pepe Mel y sus futbolistas se marcharán con la conciencia muy tranquila y dejarán a sus aficionados con el corazón henchido de felicidad y orgullo. No es este Betis el mejor equipo de la historia de las trece barras, de hecho ni siquiera alcanza los niveles futbolísticos de la temporada pasada, pero no hay ni un solo newton de fuerza que se quede por el camino en ninguno de los jugadores que cada semana alinea Pepe Mel. Y si la implicación también se midiese en alguna unidad, ni el 0,001% se quedaría en el vestuario cuando este Betis del míster madrileño sale a disputar cada uno de sus partidos. Porque hay que ver qué mal juega el conjunto de Heliópolis de vez en cuando, véase gran parte del choque en Balaídos, pero las imprecisiones, los desajustes y los errores son inevitables y no tienen relación alguna con el compromiso y el coraje de un grupo que nació de la nada, de un año en Segunda, y que es virtualmente europeo después de dieciséis jornadas. Que no es casualidad, vamos.

El Betis se ha convertido en una máquina de ganar partidos jugando bien, jugando regular y jugando mal. Llevar tres años juntos es una de las claves. Creer en el entrenador, otra. Así está el Betis, inmenso, extraño, europeo, a las puertas del fin del mundo. Y si los pobladores del antiguo México se equivocaban, pues mejor para todos.

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