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¡Viva el tercio provincial!

Antiguamente, cuando Andalucía no tenía autovías ni fibra óptica, allá por los albores de los ochenta, los ciudadanos salían a la calle para reclamar sus derechos estatutarios en nombre de su tierra andaluza. Era una irgencia histórica, un sentimiento, una rebeldía y una creencia. Había discurso. En 30 años hemos regresado alos califatos y a sus hijas, las taifas.

el 15 sep 2009 / 03:49 h.

Nuestra región, que después sería comunidad autónoma, ha exhibido en este tiempo una capacidad extraordinaria para desdoblarse: del concepto de comunidad al sentimiento de cada provincia, de la provincia inveterada a la comarca más o menos inventada, de la comarca ficción a la derivación directa al pueblo-ciudad; de ahí al distrito, del distrito al barrio y veremos si aún no bajamos más el listón y terminamos por entronizar a los auténticos poderes fácticos de cada calle: al que manda en mi portal. A esto nos lleva el absurdo pueblerino en el que andamos inmersos. A cada nombramiento de gobierno, un show.

Primero fue con el Ejecutivo de Zapatero y la proclamación de la nueva figura del ministro territorial. Es el caso de Cádiz, que como todo el mundo sabe tiene una ministra gaditana: Bibiana Aido. Y eso siendo discretos, porque si aquella jurisdicción se empeña puede nacionalizar también a Rubalcaba, que fue número uno al Congreso. Con Magdalena Álvarez la cosa es más difícil, porque se la disputan los de San Fernando (donde nació), con los de Málaga (donde vivía, sentía y padecía).

Pero nada supera a la conformación del Gobierno andaluz. Si hiciéramos caso a lo que cada consejero, secretario general del PSOE, viceconsejero o director general dice en su provincia de adscripción, llegaríamos a la desoladora conclusión de que el Gobierno andaluz es una organización federal desde el punto de vista de su gobernación y una coalición fruto de la disposición de cada secretario general del PSOE y sus intereses provinciales en lo que a lo orgánico se refiere. Hemos inventado un método de elección: el Tercio provincial, que se suma a los fenecidos tercios familiares, municipales y sindicales.

Cada consejero trae su librillo debajo del brazo. Hay algunos que asumen el cargo como si realmente hubieran sido elegidos por el Tercio de su patria chica y otros que, yendo más allá, afirman que su provincia está de enhorabuena porque ellos forman parte del Consejo de Gobierno y prometen ya pingües inversiones. El respeto escrupuloso que guarda Chaves a las cuotas provinciales, los equilibrios internos y el reparto territorial nos va deparando la percepción de un gobierno provincializado, aunque sea en lo formal y aunque alguno en vez de un tercio tenga un medio. Más allá de la lectura triunfalista de los aparatos provinciales del PSOE, los propios consejeros contribuyen a esa idea cuando llega el día de la presentación de las cantidades que los presupuestos autonómicos dedican a cada provincia. No se ve a Andalucía por ningún lado, sólo una suma de provincias ufanas por cuanto arrancan al poder centralista, que ahora, con esa visión pacata, es la Junta; e incluso para las miradas más torcidas, Sevilla. Frente a la administración neocentralista, a la que paradójicamente, ellos pertenecen, pican carbón para su tierra. Ya digo, algunos consejeros parecen validos destacados en la capital del reino autonómico para ordeñar en beneficio de su Tercio familiar las arcas de esa cosa llamada Andalucía que no parece importarle un pimiento a nadie.

El colmo es seguir consolidando la percepción de que las consejerías también tienen un dueño territorial: Turismo es cosa de Málaga, Agricultura será ya de Almería y los temas de Empleo (o desempleo) para Cádiz, por poner tres ejemplos paradigmáticos. Chaves ha perpetuado este rol, que se antoja inamovible porque el día que las provincias pierdan "sus competencias" entrará en escena el desamor, que es la versión carnal del agravio. Y peor sería con Arenas, que ha anunciado incluso el traslado físico de las consejerías.

Ya se pueden hacer discursos sobre la vertebración de la comunidad y lanzar proclamas sobre nuestra identidad que no servirán para nada mientras que con el nombramiento del Gobierno se haga la peor pedagogía posible. Así no construimos Andalucía.

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