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Vivir en la paradoja

Imaginemos un vehículo de ciencia-ficción, la mezcla de un Grand Dumond para corceles briosos y un Ferrari de no sé cuántos caballos. Pensemos en un cuadro que fuera a la vez el del Aguador y el Guernica...

el 15 sep 2009 / 01:37 h.

Imaginemos un vehículo de ciencia-ficción, la mezcla de un Grand Dumond para corceles briosos y un Ferrari de no sé cuántos caballos. Pensemos en un cuadro que fuera a la vez el del Aguador y el Guernica o en un paisaje que recogiera al mismo tiempo la belleza del amanecer y la decadencia de un ocaso. Igual de rara -tanto como las Ciudades Invisibles de Italo Calvino- sería una ciudad de la que su sombra pudiera proyectar conjuntamente la imagen de la industrial Detroit y la de la Carcasonne de la Edad Media, que destilara al unísono olores de fragancia exquisita y una alta contaminación de carburantes quemados, que albergara a ciudadanos con ideas innovadoras y mantuviera costumbres de un pasado muy remoto.

Esas paradojas conviven, de modo cotidiano, en Sevilla, una ciudad singular, lanzada hacia adelante pero conservando circuitos del pasado, cuajada de naranjos en flor y con un tráfico alocado e inconsciente, sembrada de edificios de la más moderna arquitectura y de monumentos de hace muchos siglos. Sevilla es la única ciudad del mundo a la que pueden llegar el mismo día un paso tallado en caoba para una corporación del siglo XV, la Vera Cruz, y los motores destinados al avión más moderno, el A400M. Las dos noticias son capaces de abrirse el hueco de sendas páginas en los periódicos, pero aún no han logrado compartir un lugar -ni ordenarse- en los cerebros.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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