Goitia (Baracaldo) y Beñat (Igorre), en un partido contra Las Palmas.
El Betis se montará hoy en un avión chárter que lo dejará un par de horas más tarde en el aeropuerto de Loiu, un pequeño municipio de Vizcaya. Es la otra punta de España y está a unos 1.000 kilómetros de Heliópolis, pero resulta que futbolísticamente hablando es la cuarta provincia del imperio bético. Sin contar a Ustaritz (natural de Abadiano), que tampoco podrá debutar con el escudo de las trece barras porque se lo impide el contrato de cesión con el Athletic, ni a Goitia, que ha jugado en Segunda pero no en Primera, son ya veinte los vizcaínos que se han puesto la camiseta verdiblanca en la máxima categoría, lo que la convierte en la cuarta provincia más representada en la historia del club. Sólo la superan Sevilla (97 futbolistas), Madrid (27) y Cádiz (24), y al mismo tiempo está por delante de Barcelona (18), La Coruña y Guipúzcoa (ambas con 10) y Cantabria (9).El conjunto de Pepe Mel, por tanto, viaja hoy a una de sus segundas casas. Una muy especial, teniendo en cuenta la fortísima presencia vasca en general y vizcaína en particular en los grandes acontecimientos del Betis, desde la plantilla que logró el primer ascenso a Primera, en 1932 (con Soladrero, natural de Arrigorriaga, y Martín, de Baracaldo), a la que consiguió el último, hace apenas unos meses, con Goitia (Baracaldo) y Beñat (Igorre).
En el Betis campeón de Liga, por poner el ejemplo más significativo de todos, había seis vascos, cuatro de ellos de Vizcaya: Joaquín Urquiaga (Zorroza), Serafín Aedo (Baracaldo) y Simón Lecue y Rufino Fernández Larrinoa (ambos de Arrigorriaga); junto a ellos jugaron los guipuzcoanos Pedro Areso (Villafranca de Oria) y Víctor Unamuno (Vergara). Y un cuarto de siglo después, en el primer ascenso después del paso por Tercera División, en 1958, allí estaba el getxotarra Antonio Barrios dirigiendo al equipo desde el banquillo.
Sin solución de continuidad, la historia del Betis siguió siendo labrada con un acento vasco indiscutible y sorprendente, más que nada por la distancia que separa Andalucía de Euskadi. En la temporada 63-64, con el equipo tercero y clasificado para Europa por primera vez, fue protagonista el gran Eusebio Ríos (Portugalete), acompañado de su paisano Portilla, aunque la estrella indiscutible era Ansola, guipuzcoano de Elgoibar y autor de 17 goles ni más ni menos. Y diez años después, cuando tocó dejar de nuevo la división de plata, allí estaban Aramburu (Santurce) y el eterno José Ramón Esnaola, no vizcaíno pero sí guipuzcoano de Andoain. El mítico meta verdiblanco fue luego campeón de la Copa del Rey en un Betis entrenado por otro vizcaíno con categoría de leyenda en Heliópolis, Rafael Iriondo (Guernica).
El último gran jugador vizcaíno y bético es Roberto Ríos, subcampeón de Copa en 1997 y protagonista de uno de los traspasos que más han enriquecido las siempre temblorosas arcas de La Palmera (2.000 millones pagó el Athletic por él a finales de los años 90). El bilbaíno se montará hoy en el avión que llevará al Betis a su región natal junto a dos paisanos, Goitia y Beñat.
Un último dato de la inevitable relación entre el Betis y Vizcaya. Quince de los los futbolistas de esa bella provincia que han vestido de verdiblanco (Lecue, Larrinoa, Rubén Bilbao, Portilla y Beñat son las excepciones) debutaron en Primera con el Betis. No con el Athletic, que habría sido lo lógico, sino con el Betis.