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Cofradías

Vuelo fugaz de la Blanca Paloma en el Año Jubilar

La procesión de la Virgen duró poco más de siete horas. La amenaza de lluvia, el poco público y el buen hacer los almonteños agilizaron el acto

el 20 may 2013 / 12:26 h.

The Virgin of El Rocio is carried by pilgrims during a procession around the shrine of El Rocio in the province of Huelva Poco más de siete horas duró ayer la procesión de la Virgen del Rocío, la más corta de las que se recuerdan con la excepción de la de 2011, cuando la rotura del varal delantero derecho interrumpió el recorrido poco después de la casa de las camaristas. La amenaza de lluvia para la mañana, que no llegó a materializarse, el frío que ha hecho durante toda la romería y, sobre todo, el cansancio acumulado por los almonteños tras tres procesiones –de Reina por Almonte, el traslado de regreso a la aldea y la de la romería– en menos de 20 días explican este vuelo fugaz de la Blanca Paloma con el que concluye la romería del primer Año Jubilar. Tan rápido fue que algunas hermandades tuvieron que echar una carrera con sus Simpecados para colocarse a tiempo en el lugar asignado. El rezo del Rosario de las Hermandades marcó una vez más el inicio de la procesión. En un calco del esquema del año pasado, esta vez con camisas blancas y celestes, los almonteños tomaron posesión de la ermita, obligando al público, con el cinturón que forman, a quedarse en las naves laterales. Cuando el Simpecado de la Matriz, portado por el hermano mayor para esta romería, Gregorio Camacho, acompañado por su mujer y sus hijos, entró en el santuario, el santero abrió la reja y los costaleros de la Virgen llenaron el presbiterio. Apenas unos cuatro o cinco almonteños prefirieron saltarla. A las 3.25 horas empezaba la procesión. Gracias al pasillo y la organización preparada en las reuniones en Almonte, la Virgen, sin pisar casi las arenas, recorrió como una exhalación el primer tramo del Real, visitando hermandades de Huévar, Villamanrique, Pilas y Coria en menos de una hora. El saludo a Huévar fue tan breve que a algunos rocieros les pareció que no había dado tiempo ni a rezar la Salve. En Villamanrique no podían ocultar ayer la emoción por el buen desarrollo de este encuentro, que, como todos, miman. Los manriqueños ya tenían preparado el pasillo para que la Virgen llegara sin dificultad hasta el Simpecado y prácticamente pisó el suelo de los porches de su casa hermandad. “Se me hizo corto, pero la Virgen estaba estupenda y todo se desarrolló muy bien”, comentaba Almudena, que coincidía con la mayoría de hermanos de la Más Antigua. En el Acebuchal empezó a notarse mayor aglomeración de público, aunque, como durante todo el Rocío menor que otros años, salvo, ya por la mañana, en la calle Almonte, donde se hacía difícil caminar y la Virgen cayó al suelo en varias ocasiones. Pero fue allí, entre los acebuches del Real, donde las ruedas del paso pisaron el suelo por primera vez y todo el mundo premió el esfuerzo de los almonteños para levantarlo de nuevo y llevarlo perfectamente derecho ante todos los simpecados. En La Puebla del Río y Umbrete le dedicaron sendas petaladas. Las buganvillas umbreteñas, con las bengalas encendidas tras la espadaña de su casa hermandad, el cante de sus hermanos y el ímpetu de su capellán congregan cada vez a más público en su puerta y los alrededores. También hubo un aplauso para el Simpecado de la Macarena, que llegó con el tiempo justo al encuentro con la Virgen. Y es que, pese a que la hora de salida fue muy similar a la del año pasado, el paso llegaba con mucho adelanto a este punto. “Como los almonteños, Paloma, no hay quien te lleve” fueron las sevillanas más repetidas durante la procesión. Ante el Simpecado de Ceuta, después de la Salve, la petalada, los vítores... hubo tiempo aún para cantarle, que es la forma de rezar de los rocieros, esta copla. “Ha sido impresionante. No nos ha faltado de nada”, comentaban entre los hermanos de esta filial en el continente africano. A la filial de Sanlúcar la Mayor, que se está construyendo una nueva casa en El Real, le faltaba capellán y la hermana mayor actual y su sucesora, hermanas carnales, se encargaron de este cometido tras intercambiarse las medallas. Ante los simpecados de San Juan del Puerto, que está celebrando su centenario fundacional, y Triana, por su bicentenario, la Virgen se detuvo lo imprescindible. La concentración de peregrinos trianeros, muchos venidos expresamente para ver a la Reina de las Marismas, generó una de las bullas más abultadas. Pero la Virgen no tuvo dificultad para llegar hasta bien dentro en el porche de la casa de las camaristas, cuando aún era de noche. Carmen Rocío de la Vega y su madre, Carmen Morales, se subieron en el paso y rezaron y vitorearon, sobre todo, a “mi pueblo de Almonte” y los almonteños, además de los clásicos lanzados por la Madre de Dios. Apenas tres simpecados esperaban a la Blanca Paloma en el Eucaliptal cuando salió de la calle La Romería. Poco a poco, a la carrera fueron llegando los demás que, se colocaron en forma de u –como se estableció el año pasado en la reestructuración de la procesión tras el incidente con el varal roto– en la plaza de Doñana, hasta llegar a Gines, donde José Manuel Rodríguez El Mani, arropado en el estribillo por todos los romeros de su pueblo, le dedicó unas sevillanas. La fachada de la casa, engalanada con colgaduras de los colores corporativos –amarillo y verde–, y los balcones, se veían llenos de gente. Los devotos que se acercaron expresamente para ver la procesión de la Virgen tuvieron que conformarse con presenciarla en el último tramo, entre la calle Almonte, donde se ubicaron los simpecados de Chipiona y la hermandad Castrense, que este año se han presentado por primera vez como filiales, y Las Carretas, además de la explanada del santuario. Muchos padres aprovecharon este momento, ya de día pero con el cielo encapotado, para acercar a sus hijos a la Virgen. Elena Cano, de raíces almonteñas pero actualmente residente en Bristol, fotografiaba desde el poyete del porche cada instante, aprovechando los momentos en los que el sol iluminaba su rostro. Los charcos de la calle Las Carretas no impidieron que el paso completara el recorrido en pocos minutos. Ya solo quedaba el saludo a Moguer y a la Matriz, para entrar, vuelta al público sobre los hombros de los almonteños. En el interior de la ermita, un nuevo cordón impedía el acceso al público. Una vez que la Virgen alcanzó los escalones del presbiterio, que superó con dificultad, dejaron entrar a todos los interesados. Palmas al compás, el canto y el rezo de la Salve y los tradicionales vivas pusieron fin a la procesión a las 10.35 horas. Terminaba así un Rocío que más parecía una candelaria en la aldea, como apuntaba la donostiarra Lourdes. Y es que la poca cantidad de público, la mayor parte del tiempo refugiado en las casas, donde se han llegado a encender las chimeneas, y las bajas temperaturas recordaban más a febrero que a las calurosas romerías de otros años. La hermandad de Coria, con todas sus carretas preparadas, se ponía en camino minutos después de que la Virgen se recogiera. Sus peregrinos volvían a sujetarse a la rueda o a la vara de promesa para hacer la vuelta junto al Simpecado, exornado con liliums rosas y florecillas de colores. Otras 21 filiales cruzaron ayer el puente del Ajolí. Hoy lo harán 23 dejando la aldea vacía de peregrinos. Empieza así la cuenta atrás para otro Lunes de Pentecostés, el 9 de junio de 2014. Antes, los rocieros tienen otra cita con la Blanca Paloma: con motivo del bicentenario del Rocío Chico, la Reina de las Marismas saldrá el 19 de agosto por la aldea. “El presidente quiere que vaya vestida de Reina, pero nosotras creemos más apropiado que sea de Pastora”, comentaba Carmen Rocío de la Vega, una de las camaristas. “Me da igual, me gusta de las dos formas”, conversaban dos rocieras en la ermita antes de despedirse de la Virgen.  

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