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Wert, el pirómano

El PP tiene fijación con las universidades. Desconfía de ellas, las ve como 'territorio enemigo'

el 18 abr 2012 / 13:59 h.

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El PP tiene una fijación con las universidades españolas. Desconfía de ellas, las considera territorio enemigo, las sigue de reojo cuando no les lanza miradas asesinas. El estreno del ministro-tertuliano José Ignacio Wert en la cartera de Educación tiene ya el tufillo de aquella gloriosa entrada de Pilar del Castillo en la sede de Alcalá, 34, en la legislatura 2000-2004, cuando planteó una reforma de la Ley de Universidades (LOU) que despertó de su letargo al mundo universitario, hasta ese momento en encefalograma plano.

La ministra planteó un cambio normativo desde la descalificación. Las universidades eran endogámicas y sus gestores unos "irresponsables" e "inmovilistas" por oponerse a su proyecto en el que, entre otras cosas, planteaba una selección del profesorado en "función de sus méritos y su calidad" (sic). Aquello acabó como el rosario de la aurora. Las movilizaciones fueron mayúsculas y desde el ámbito político y académico se exigió su dimisión. La LOU terminó siendo modificada por el PSOE y los populares se quedaron con las ganas de meterle mano al difícil entramado de intereses de las universidades.

Y dos legislaturas después, el PP llega de nuevo a la Moncloa con mayoría absoluta y con poder casi total en las comunidades autónomas, que son las que tienen las competencias en educación. Ahora sí que sí, ha debido pensar Wert. Ahora, con casi todo a nuestro favor y teniendo en cuenta que las comunidades están asfixiadas económicamente vamos, por fin, a meter en cintura a estos díscolos universitarios. Éste es el contexto en el que se enmarca el anuncio de la reforma universitaria anunciaba hace días por el ministro.

De nuevo, se repite el esquema: insultos y descalificaciones hacia un sistema universitario que ha contribuido como pocos a que España se sacudiera la imagen del trabajador con el lápiz en la oreja. La ecuación planteada por Wert es simple, aunque errónea y demagoga: la Universidad despilfarra el dinero como evidencian sus altas tasas de fracaso y la falta de calidad de su profesorado. A este cóctel hay que añadirle una de porcentajes descontextualizados (el 21% de los jóvenes parados entre 25 y 29 años son universitarios) y ¡voilà!, ya tenemos la excusa perfecta para meter la tijera en lo económico y en lo político, porque el fin último que persigue el PP es que la universidad pierda autonomía en favor del desembarco de las empresas en el corazón de la bestia.

Wert quiere subir el precio de las matrículas universitarias y reconducir el sistema de asignación de becas (sobre esto último guarda un calculado silencio todavía). Probablemente, busque fórmulas con las que incrementar el número de horas de docencia del profesorado para, como ya ha hecho en Secundaria, poder reducir la plantilla docente. Y todo desde la imposición y sin contestación. Hasta ayer y, de nuevo, desde Andalucía. El rector de la Universidad de Sevilla ha sido el primero en decir basta ya. Sus críticas salen desde la más absoluta y profunda convicción en el sistema público. Pero quizás de forma inconsciente le haya servido de empujoncito contar con el respaldo del Gobierno andaluz, el interino y el futuro, porque tanto el PSOE como IU han declarado la guerra a Rajoy desde la aldea de Asterix y Obelix en la que se ha convertido Andalucía. Antonio Ramírez de Arellano acusa a Wert de falsear la realidad, de denigrar a los profesores y de "cerrar las puertas de la Universidad a muchos jóvenes con talento pero pocos recursos". Tras sus declaraciones, la Conferencia de Rectores, presidida por la también andaluza Adelaida de la Calle, se unió con un comunicado crítico contra Wert pero en el que cada línea destila contención.

Wert debería desempolvar las imágenes de las protestas desatadas en el Reino Unido cuando el Parlamento decidió bendecir un incremento de las tasas triplicándolas. En España, para que a las comunidades les compense una contestación, el incremento de los precios tendría que ser muy significativo. Y por significativo no hablamos de un 20%, que ya sería una barbaridad.

El Gobierno está jugando con fuego en este asunto. Hay demasiada gente cabreada como para seguir echando gasolina al fuego. Y debe tener en cuenta una cuestión que no es menor: como estalle la protesta estudiantil, no hay sindicato, partido político ni organización social con capacidad para controlar esa marea de malestar. A Pilar del Castillo le afearon su falta de cintura hasta en sus propias filas. Wert, experto en sondeos de opinión, debería pulsar los ánimos dentro de la Universidad antes de meterse a pirómano.

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