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"Wert es un perfecto bocachancla"

el 21 dic 2012 / 20:57 h.

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Foto de José Luis Roca.

Para un actor no es plato de gusto colgar dos estrenos en la cartelera en las mismas semanas. Mejor diversificarse en el tiempo. Pero Luis Tosar ha estrenado a la vez Una pistola en cada mano, retablo coral sobre la crisis varonil de los 40, y Operación E, la trágica historia de José Crisanto Gómez Tovar, el campesino colombiano que cuidó del bebé de Clara Rojas, secuestrada por las FARC, y que acabó perseguido tanto por la guerrilla como por el Gobierno. Bajo las caretas del drama y la comedia hay un actor con argumento y discurso.

Y es que, aunque acabe de estrenar estas dos películas, pero bajo el disfraz del actor hay un animal político con ganas de hablar del "cabreo" con el que asiste al día a día de la vida pública en España. "Nos hemos acostumbrado al engaño", denuncia. A pesar de su actitud combativa, se confiesa descreído y tiene claro que sus días en la política activa -estuvo en las listas del Bloque Nacionalista Galego- son cosa del pasado, por mucho que le siga hirviendo la sangre con según qué cosas. Y además, es que tiene que sacar tiempo para su grupo musical...

-¿Hacer un personaje real es más difícil que uno de ficción?

-La responsabilidad es mayor. A un personaje de ficción te lo puedes llevar donde quieras, pero José Crisanto existe, ha sufrido una experiencia alucinante y es el símbolo de los millones de colombianos que, como él, tuvieron que salir huyendo para salvar el pellejo. Aún hoy sigue amenazado, vive con chaleco antibalas y no sabe de dónde le puede llegar la bala. Es un material muy delicado, moralmente me exige un compromiso mayor.

-¿Hacer una película sobre una situación injusta acaba siendo un acto de justicia, aunque sea poética?

-Sí, yo lo veo así. Sin menospreciar lo que sufrieron Ingrid Betancourt y Clara Rojas, hay decenas de secuestrados de los que nunca se ha hablado y millones de desplazados a los que tampoco les hemos visto el rostro. Está bien contar eso. Consumimos noticias a gran velocidad sin tiempo para reflexionar sobre ellas. Ahí el cine tiene mucho que aportar. Durante dos horas te sienta en una butaca y te enfrenta a una representación de la realidad que te hace pensar. Luego no es cierto eso que dice el ministro José Ignacio Wert de que el cine es simple entretenimiento.

-Ya que lo nombra, ¿qué opinión tiene de su ministro del ramo?

-Muy mala. Es un perfecto bocachancla, no para de soltar perlas. A veces me pregunto si Mariano Rajoy lo ha puesto ahí para tener a alguien lanzado exabruptos y desviar así la atención de la absoluta ausencia del presidente en la vida pública, porque es el gobernante que menos da la cara. Pero Wert ha dicho cosas muy peligrosas. El responsable de Cultura no puede afirmar que el cine es simple entretenimiento. El cine también es arte y una representación de nuestro tiempo. ¿Entonces un cuadro de Francisco de Goya es entretenimiento

-José Crisanto es una víctima y un héroe. ¿Es más interesante hacer a un paria que a un villano?

-No se crea, desde el punto de vista actoral hacer a un victimario también es muy atractivo. Para rodar esta película leí mucho sobre la guerra en Colombia y me llamó la atención que los asesinos de uno y otro lado sentían lo mismo. Cuando un conflicto así acaba, aparte de miles de víctimas quedan también miles de victimarios, tipos que lo único que saben es matar. Ese es un material interesante para un actor.

-Sin irnos tan lejos, ¿se le ocurre algún villano de nuestro tiempo al que le gustaría hincarle el diente, dramáticamente hablando?

-Hay muchos, el problema es localizarlos. Han montado una maquinaria tan perfecta que hoy es imposible saber dónde están los malos. El enemigo se ha difuminado, no sabemos hacia dónde debemos disparar. Podría decirle un objetivo claro, los bancos, pero ni siquiera ahí sabe uno contra quién dirigirse. Probablemente, el director de una sucursal que ha timado a inocentes con las preferentes es nuestro villano más inmediato, pero por encima de él hay otro más villano que le obligó a actuar así, y por encima otro. ¿Entonces dónde está el malo? Al verdadero villano nunca lo vemos.

-Le propongo uno que anda estos días en los papeles: Díaz Ferrán. ¿Cómo se prepararía a un personaje así?

--Este es un villano de medio pelo, un personaje patético, pero que ha hecho la perrada gorda. Sería muy interesante trabajar actoralmente sobre un tipo tan cínico como él, que se las dio de empresario ejemplar y luego tenía el dinero escondido en casa. Lo del kilo de oro es muy de villano. Cuando te enteras de estos detalles, piensas: basta ya, hay demasiado sinvergüenza suelto. ¡Y seguro que luego se va de rositas! No solo nos obligan a comernos la mierda, encima nos la restriegan por la cara.

-¿Así ve el panorama?

-Asistimos a un sinfín de situaciones escandalosas. Elegimos a políticos para que nos defiendan y luego descubres que son marionetas movidas por manos ocultas. Zapatero, que llegó con buenas intenciones, acabó dominado por los intereses financieros. ¿Y esto Pues deduces que un partido tan grande como el PSOE debe de tener cuentas pendientes con la banca. Luego el país se echa en brazos del PP y al llegar al Gobierno hace lo contrario de lo que prometió en campaña. Nos hemos acostumbrado al engaño.

-Ya sabe, la cosa está muy complicada.

-Lo sé, pero hemos estado peor en el pasado y entonces respetábamos ciertas cosas. Ya no nos acordamos de la crisis de los 80. Cuando yo era un crío, en mi casa solo entraba el sueldo de mi padre, que era muy pequeño, pero sobrevivíamos. Y en nuestro entorno estaban todos igual. Si entonces había Seguridad Social, ahora tiene que haberla. No me creo que no quede dinero para educación y sanidad, por mucho hijo de puta que haya habido llevándose la pasta.

-Dicen que los que tienen ya no nos prestan.

-Lo sé. Sé como estamos, y sé que hay que ahorrar. Por cierto, ya podrían haberse dado cuenta antes, que el país está lleno de mamotretos que no sirven para nada. Asumo que los políticos tienen escaso margen de maniobra, pero podrían hacer una cosa que no veo que estén haciendo, y es ponerse del lado de los ciudadanos, que veamos que están luchando por nosotros. Lo que saca de quicio a la gente es ver que se rescata a los bancos y no se les exige un esfuerzo a cambio. Eso incendia la calle.

-¿Prevé una reacción así?

-Va a llegar ese momento. Esto solo puede terminar de una forma, y es que la gente se encabrone de verdad y la líe gorda. Ya lo estamos viendo, las manifestaciones son cada vez más broncas. La gente ha entendido que ninguna de sus decisiones es libre, que todo está condicionado por un sistema que se ha vuelto contra ellos. Pues habrá que poner en jaque al sistema. No sé como, pero se acabará haciendo algo contundente. Cuando no te ofrecen alternativas, o te pegas un tiro o se lo pegas a alguien. Ahora hay suicidios, pero llegará el momento en que alguien cometerá otro tipo de locura.

-¿Y usted, que llegó a inscribir su nombre en una papeleta electoral, todo esto cómo lo está viviendo?

-Procuro cabrearme y mantener la pulsión. Estoy muy descreído de la clase política. No escucho ningún discurso que sea claro y contundente. El único que he visto un poco cercano ha sido Beiras en las elecciones gallegas. En un mes ha conseguido un montón de votos porque ha vuelto con un discurso muy apegado al pueblo. La gente quiere oír algo distinto, porque todo lo demás está tan cargado de demagogia, tan mezclado, que al final no encuentras diferencias entre Rubalcaba y Rajoy. Los dos dicen lo que deben decir en cada momento, no lo que la gente espera oír. Si no son iguales, se parecen mucho.

-¿Se le ocurre alguna alternativa?

-Ahora mismo no la veo. Lo del 15-M me provocó una cierta esperanza, pero luego se comprobó que la masa no funciona bien de manera autónoma. Al final necesitamos líderes, rostros que canalicen toda esa energía. Si no, la fuerza acaba diluyéndose.

-Formó parte del BNG. ¿Se ve volviendo a las listas de un partido?

-No. Prefiero atacar desde otro lado. Yo ya tuve mi experiencia, me llevé mis palos y me descreí. He vivido la política desde dentro, ya nadie me puede decir que no tengo derecho a opinar, porque sé de lo que hablo. Vi los entramados y encontré a personas muy valiosas, pero descubrí que en política no son esos los que triunfan, sino aquellos que no se llevan mal con ningún grupo. No es lo mío.

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