White God *** Selección EFA. Hungría-Alemania-Suecia 2014119 min. Dirección:Kornél Mundruczó Intérpretes:Zsófia Psotta, Sándor Zsóter, Lili Horváth, Szabolcs Thuróczy La naturaleza ha sido desde siempre fuente para generar traumas y fobias. El cine de terror se ha inspirado frecuentemente en el reino animal, desde las hormigas en Cuando ruge la marabunta a las arañas en Aracnofobia, pasando por las abejas en El enjambre, los mamíferos en La senda de los elefantes, o el más famoso de todos, el Tiburón. Salvo en este último más célebre, suelen protagonizar historias apocalípticas, de rebelión y ataque en masa, provocando la desolación a su paso. Y de eso trata esta película que se ha paseado por media geografía festivalera y promete llegar a las pantallas comerciales de un buen puñado de países. El realizador húngaro Kornél Mundruczó cosechó cierta fama en Europa con sus películas Johanna y Delta, y participó en la sección oficial de nuestro festival en 2010 con Tender Son, una aburrida y pretenciosa revisitación del mito de Frankenstein en la que el director se reservaba el papel protagonista, un director de cine padre biológico de la criatura. También aparece en White God, título internacional de su nueva película, aunque como sádico secundario. Una manada de perros comandada por un dócil perro de compañía que se rebela tras sufrir abandono, vejaciones y cruel adiestramiento como perro de pelea, siembra el terror en las calles de Budapest. Su título internacional hace un juego de palabras con el clásico de Samuel Fuller de 1982 en el que Kristy McNicol se las tenía que ver con un perro rabioso que mataba gente de color. Aquel perro blanco se ha convertido ahora en perro amo, dios o jefe, y sólo su jovencita dueña, estudiante de música, podría quizás pararlo. La cinta recorre varios géneros sin decantarse por ninguno en concreto. Mientras las correrías de Hagen, el can que le ha valido a sus intérpretes, Luke y Body, un simpático premio en Cannes, y una perrita amiga huyendo de peligros y persecuciones, recuerdan al universo de Disney, música emotiva incluida, los problemas en el entorno familiar de la niña rozan el melodrama, la intención del film se enmarca en la denuncia, y finalmente el estallido de rabia final entra de lleno en el terror apocalíptico, aunque su realizador se reprima a la hora de mostrar sangre y vísceras. Haber sabido combinar moderadamente la mezcla, insuflarle ritmo y un buen acabado técnico y formal, le ha valido convertir su película en una de las sensaciones europeas del año y lograr en Cannes el premio en la sección Un Certain Regard. La Rapsodia Húngara de Liszt, que la joven protagonista ensaya repetidamente junto a sus compañeros y compañeras de conservatorio, hace el resto.