18.00 horas en Heliópolis. José Luis Segura, hermano mayor de la Misión, ordena que la Cruz de Guía de la corporación claretiana traspase el dintel de la puerta principal de la iglesia. La misa anterior a la estación de penitencia había congregado a la mayoría de los penitentes y fomentado un sentimiento común, la satisfacción de procesionar con el cubrerrostro azul de nazareno.
El gesto más simple de la Sevilla cofradiera se había erigido en milagro en los extramuros de la capital. Los devotos apostados ante la iglesia de Heliópolis esperaban impacientes la maniobra de salida del misterio dirigido por Antonio Santiago. El elegante caminar, acompasado por una excelente dirección, se convirtió en realidad cuando los últimos rayos de sol impactaban en el portón de entrada.
La multitud pedía silencio mientras los costaleros, auxiliados por miembros de la cuadrilla, posaban sus rodillas sobre el frío suelo. Jesús de la Misión, -acompañado por la Virgen del Amparo, San Juan y las tres Marías, María Salomé, María Magdalena y María Cleofás-, tendía su mano al gentío concentrado en la cancela del patio interior. Sin zancos y con una cadencia suave y elegante, el titular de la corporación claretiana recorrió los primeros metros hacia la Sevilla moderna.
Revirá. Al compás de Cristo del Amor fue adentrándose en las avenidas de un barrio en el que ha nacido y ha sabido madurar. El estandarte de la corporación, que recrea su anterior advocación de gloria, lucía resplandeciente en una tarde de sentimientos encontrados. Las lágrimas de la recompensa tras 40 años de vida.
