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Y la luz se apagó

Una cascada de luz y color iluminó anoche el cielo de Sevilla, que con los tradicionales fuegos artificiales despidió una de las Ferias más brillantes que se recuerdan en los últimos tiempos. La crisis no ensombreció la fiesta por mucho que haya sido el calificativo más repetido. Los otros dos grandes protagonistas a partes iguales ha sido el sol y el Metro.

el 16 sep 2009 / 02:12 h.

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Una cascada de luz y color iluminó anoche el cielo de Sevilla, que con los tradicionales fuegos artificiales despidió una de las Ferias más brillantes que se recuerdan en los últimos tiempos. La crisis no ensombreció la fiesta por mucho que haya sido el calificativo más repetido. Los otros dos grandes protagonistas a partes iguales ha sido el sol y el Metro.

El buen tiempo ha acompañado hasta el último día, con altas temperaturas que se han combatido con mucho rebujito y algún que otro abanico. No ha habido que mirar al cielo porque el fantasma de la lluvia, que el año pasado dejó sin farolillos el Real, ni se ha asomado. La Feria ha recobrado su esplendor con un lleno absoluto que ayer ya se quedó a medio gas. Se podía hasta pasear. Coger mesa en una caseta dejó de ser una utopía y, al fin, era posible comerse el trocito de tortilla sentado y sin empujones. Los tablaos estaban casi desiertos, cuando días atrás era imposible bailar sin llevarse un codazo o un pisotón. Eran pocos los valientes y forzudos que aguantaron el tirón bailando por sevillanas hasta el final. La última, que hasta el año que viene no hay más.

Hasta en el paseo de caballos se percibía que el final estaba cerca. Nada de atascos bajo la portada, que era fotografiada hasta última hora para que su recuerdo no quede sólo en la retina. A sus pies, los cocheros intentaban conseguir sus últimos clientes porque "la cosa ha estado muy mala este año". Poco público y encima la crisis les ha obligado a rebajar los precios a la mitad.

En la casetas, los camareros y los guardias de seguridad hacían sus últimas horas esperando que dieran las tres de la mañana para poder "empezar a recoger, antes no podemos", decía Oliver, cansado después de una semana tras la barra de Los alarifes, en Joselito El Gallo. Y es que este año el Ayuntamiento ha prohibido que el domingo se empiece a recoger, aunque las casetas se queden vacías. "Desde el viernes ha bajado la cosa porque mucha gente ha aprovechado el puente para irse", señala.

En la misma calle, un poco más abajo, Luis y Yolanda apuran sus últimas horas de vigilancia ante los número 190 y 192, que se han convertido en sus casas estos siete días "llevados con buen rollo y bromas" entre ellos. "Mucha gente intentando colarse. Fíjate que hasta me han llamado guapo. Eso es porque no me han mirado la cara", bromea Luis.

Donde aún tenían ganas de fiestas, pese a que comenzaron su Feria el viernes antes del Alumbrao, era en el número 62 de la calle Costillares. La caseta de la Asociación Turística de Ferroviarios seguía animada y con buen ambiente, "aunque más flojilla ya que el resto de la semana", asegura su presidente, José Parrado. A sus 81 años disfruta cada Feria como un chaval. Ellos montan tres pescaito, no uno, desde el viernes antes de Feria. "Así nadie se queda sin apuntarse porque somos 90 socios y la caseta es muy pequeña", afirma José, que se enorgullece de que en su caseta venga gente de Madrid, León y hasta de Pensilvania (EEUU). "Es el primer año que vengo y me encanta" dice Courthey, una estudiante de español.

Quienes no están tan contentos son los feriantes. La crisis ha hecho mella y parece que, como dice la letra de una improvisada sevillana, los sevillanos se han conformado con montarse en la nueva atracción de este año: el Metro, que ha estado a rebosar. Enrique, propietario de una pista de coches locos, reconoce que este año las ventas han sido mejores que el anterior por el buen tiempo, "aunque no se ha llegado a las cifras de 2007". La crisis les ha obligado a "mantener los precios de 2008", pero se quejan de que el Ayuntamiento sí les ha elevado la tarifa de la licencia, por la que ha tenido que pagar "36.000 euros". Enrique echa de menos una rebaja en las tasas que le permita, "como hacen en otras ferias", instaurar un día popular con precios al 50%. "En realidad, hemos tenido tres días buenos, porque la gente se ha ido de puente", añade.

Como él, Antonio, propietario de un puesto de turrones, cree que el Ayuntamiento "debería habernos hecho una rebaja en la tarifa de este año", más aún cuando el año pasado recogieron firmas para solicitarlo ante la falta de ingresos por la lluvia. "Hemos tenido bueno un día más que el año pasado porque el puente nos ha perjudicado", asegura.

Los únicos que parecen algo más contentos son los del Circo Mundial, a cuyas puertas no faltaba la cola para comprar las entradas, lo que les ha permitido hacer lleno en casi todas las sesiones. Ellos, al contrario que otros años, también se despidieron ayer para poner rumbo a Canarias, donde permanecerán dos meses.

Las colas también se vieron ayer ante las atracciones que ofrecen el agua como parte de sus elementos. Las montañas rusas con agua triunfaron en un día caluroso en el que los niños volvieron a llenar la Calle Infierno, donde además de trajes de flamenca también se pudo ver muchos vestidos de comunión. A buen seguro, muchos de los pequeños que ayer la hicieron pensaron que el mejor colofón a su día de fiesta era acabar en los cacharritos con sus hermanos, primos y amigos.

Poco a poco el ambiente del Real volvió a cambiar como cada día. Los más pequeños se marcharon y llegaron los incombustibles nocturnos, repuestos de la noche anterior y dispuestos a apurar los últimos minutos y a despedirse de la Feria como Dios manda: con los fuegos.

Un total de 1.300 kilos de carga pirotécnica se lanzaron desde el Paseo de las Delicias, que una hora antes era cortado al tráfico, al igual que las zonas aledañas. Luz y lentejuelas de la noche es el nombre del espectáculo que inundó de grandes palmeras de lluvia, cometas y estrellas el cielo sevillano. Los bajos de la portada se llenaron durante los 20 minutos que duró el espectáculo, ya que era el mejor lugar para contemplarlos, pues la empresa asturiana que se encarga de los mismos, Pablo de Asturias, preparó un diseño "muy vertical" pensando en la ubicación de los visitantes. 20 minutos en los que Sevilla se llenó de luz para dar el adiós a la Feria de la crisis, del Metro y del buen tiempo.

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