¿Dimitir? No. Él se va porque no se presenta. Son dos cosas muy distintas. Porque si lo hiciera, volvería a presidir esta patronal del silencio donde nadie rechista en sus órganos directivos. De hecho, uno pidió las cuentas, y lo mandaron al tesorero. Todo está bien porque yo lo digo, y a callar, por mucho que esta mi empresa, la CEA, se caiga a pedazos. Yo forjé esto y de hierro es mi mano. Santiago Herrero. A Santiago Herrero y a Antonio Carrillo le atribuyen ser los verdaderos artífices de la creación de la patronal andaluza, aunque siempre a la sombra de sus presidentes, hasta que el primero asumió el liderazgo tras la salida del ya fallecido Rafael Álvarez Colunga. Grandes amigos antes, hoy a duras penas se soportan, guardan las apariencias, y los trapos sucios de casa. No es empresario, sino abogado con acciones en varias sociedades en las que no gestiona, aunque preside a los empresarios de la comunidad. O más bien a unos pocos. Es el modelo que él denomina profesional, es decir, alguien sin obligaciones en sus propias empresas que pueda dedicarle todo su tiempo a la organización. Con semejante argumento se presentó hasta dos veces para liderar la CEOE, y por dos veces perdió. Consuelo: Gerardo Díaz Ferrán dejó peor huella. Diga lo que hoy diga a la Junta Directiva de la CEA, lo cierto y verdad es que Santiago Herrero abandona si las elecciones tardaran más posiblemente tendría que renunciar al cargo por el escándalo de las VPO, por dejar la organización empresarial en ruina y por menguar la lluvia de millones de la Junta de Andalucía vía cursos de formación y acuerdos de concertación social, que han sido el maná con el que patronal y sindicatos han vivido por encima de sus posibilidades. Antes de irse, apunta a sucesor, un malagueño de su misma cuerda y estilo, a quien le tocará comerse los marrones cuentas en rojo y tribunales que vendrán. Algún movimiento opositor sí se percibe, pero a ver quién se atreve precisamente ahora a dar el valiente paso en esta cuestionada CEA, que debería regenerarse. Miguel Rus, el niño díscolo de Sevilla, no lo dará. El presidente de la CES sí es empresario y, hoy por hoy, busca desesperadamente negocio para su constructora. Él sí sabe qué es sufrir. Herrero, no. Hasta ahora, que no sabe cómo remontar su empresa.