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Y Samuel para llamar la atención

Los corrillos de periodistas por obligación y un grupo de curiosos por devoción soportaron seis horas de intenso frío

el 24 ene 2011 / 18:32 h.

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Nadie esperaba ver llegar ayer a Samuel, que no se ocultó, salvo por las grandes gafas oscuras que lucía.
Aparte del enorme despliegue mediático y del intenso frío, los que ayer se congregaron a las puertas de la Audiencia de Sevilla mientras se celebraba el juicio contra El Cuco no hubieran visto nada distinto a cualquier otro día de no ser porque Samuel Benítez se dejó caer por allí como un regalo inesperado para la curiosidad. Samuel, acusado de ayudar a Miguel y al Cuco a deshacerse del cuerpo de Marta, apareció hecho un dandy moderno -con aspecto de futbolista de Primera División, vamos- porque, como cada lunes, tenía que firmar en el juzgado, uno de los requisitos de su libertad condicional. No dijo ni una palabra.


Eso, y los insultos a los abogados de dos imputados y al coche en el que El Cuco llegó y se fue del juzgado -sin que se le viera ni la silueta-, fueron lo único que alteraron una larguísima espera de seis horas que compartieron policías, periodistas, un puñado de vecinos de Marta y curiosos que al ver el cordón de seguridad se paraban a preguntar qué ocurría.

Nada que ver con las jornadas de locura que se vivieron a las puertas del piso de Miguel, donde murió Marta, los días siguientes al crimen, cuando la marabunta trataba de agredir a los acusados que iban a reconstruir el crimen: un hombre sin ninguna relación con el caso ni con la familia llegó a ser detenido por abalanzarse sobre Miguel, obligando a la Policía a reducirlo por la fuerza. Ayer, las cinco unidades de antidisturbios estuvieron casi mano sobre mano: entre el público apenas había una treintena de personas, más ancianos que jóvenes, con carteles en los que podía leerse Todos somos Marta, que pretendían mostrarle al Cuco cuando saliera del Palacio de Justicia.

Ni rastro de la pandilla de Marta, que ha sido sustituida por amigos de su abuelo, José Antonio Casanueva. Ni siquiera estuvo la presidenta de la plataforma Marta del Castillo, habitual de estas concentraciones. La madre de Marta, Eva Casanueva, también se quedó en casa aguardando noticias, pese a que la familia ha recibido asistencia psicológica de cara al juicio y se encuentran fuertes. Sí estuvo el abuelo de Marta, andando ayudado de un bastón, porque ha pospuesto una operación de rodilla para poder asistir al juicio. Y el padre, Antonio del Castillo, más esquivo que otras veces con la prensa, que sólo se dejó ver alguna vez al salir del edificio para fumar.

El tío de Marta, Javier Casanueva, se erigió, como hace dos años, en portavoz familiar y atendió a las decenas de cámaras que buscaban un testimonio para su enésima conexión en directo. Javier dijo que confiaban en que El Cuco, el menor de los imputados, se viniera abajo y terminara por confesar dónde está el cuerpo, pero al menos ayer la esperanza fue vana, porque no lo hizo.

La peor parte se la llevaron los abogados del hermano de Miguel, Javier Delgado, y de su novia, María García, abucheados al salir del Palacio de Justicia a los gritos de "¡Que digan la verdad!" y "¿Dónde está Marta?".

Para evitar incidentes, El Cuco llegó en un Peugeot negro con los cristales tintados, precedido por un Citroën rojo, que llegó a toda velocidad y se metió directamente en el garaje de la Audiencia en medio del cordón policial. Lo mismo al salir: la Policía Local cortó el tráfico para que nada frenara al coche mientras los policías apartaban a la gente, que le mostraban los carteles y que, cuando vieron abrirse el garaje, le gritaron "canalla" y "asesino". "¡No tienes corazón!", le espetó una señora mientras se alejaba.

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