Economía

Y se quedó sin nombre

El cambio radical del grupo bajo la gestión del sevillano Hernández Callejas

el 08 mar 2010 / 22:37 h.

Ni es Ebro, porque vendió el negocio azucarero, ni es Puleva, al desprenderse del lácteo. Ebro Puleva se queda pues sin nombre, buscará entre sus otros negocios, arroces y pastas, una denominación social para una empresa, la primera del sector alimentario de España, que reducirá su presencia en Andalucía, comunidad de la que procede su presidente, el empresario sevillano Antonio Hernández Callejas, el artífice del radical cambio que, bajo su mandato, ha marcado al grupo.

Corría el año 1989 cuando la familia Hernández Barrera vendió el 60% de la histórica arrocera Herba, ubicada en San Juan de Aznalfarache, a Ebro, que poseía en el azúcar y el alcohol sus negocios principales, si bien la gestión de aquélla quedó todavía en manos -así se pactó- de la que es una de las sagas empresariales más relevantes de Sevilla. Esta operación permitió a Herba obtener recursos con los que consolidar su incipiente salida internacional, al tiempo que apostar por productos de mayor valor añadido -y más rentabilidad- que el simple arroz, mientras que se inició la reestructuración de la anquilosada actividad azucarera.

Privatización. Tras no pocos procesos judiciales debidos a la privatización y la fusión de Sociedad General Azucarera y Ebro -y disputas accionariales que terminaron con la llegada a la presidencia, allá por abril de 2000, de José Manuel Fernández Norniella, hombre aconsejado por el Gobierno de José María Aznar-, un ejercicio clave para el futuro de la empresa sería el de 2000.

Ebro anunciaba la absorción de la granadina Puleva, una empresa creada en 1910 en principio para comercializar vino, alcohol y aguardiente, aunque en 1958 se adentró con una primera fábrica en el negocio lácteo. Un hombre se encargaría, en la década de los ochenta, de revolucionarla, el profesor de Biología y Química de la Universidad de Granada Gregorio Jiménez. Se dedicó a incorporar leches infantiles enriquecidas, que fueron el inicio de una amplia y pionera cartera de productos frutos de la investigación.

Trienio negro. Pero Puleva sufrió un trienio negro: 1993-96. La crisis financiera obligó a la suspensión de pagos y al recorte de plantilla y dos sagaces directivos y también accionistas minoritarios -Javier Tallada y Mesonero Romanos- no sólo se empeñaron en enderezarla, sino también en hacerla crecer con compras de firmas rivales, una etapa exitosa que, ya en 2000, culminó con la venta a Ebro. En España eran tiempos de grandes operaciones de fusiones. Las empresas se movían.

Y llega 2001. Los Hernández Barrera ceden a Ebro el 40% que les quedaba en Herba a cambio de ampliar su paquete accionarial. Se convertían así en piezas fundamentales del capital social y también dentro del nuevo consejo de administración. Eran, de hecho, los primeros accionistas tras esta operación y otras compras -suman en la actualidad el 15,72%, con un valor bursátil de 345,88 millones de euros, mientras que el Estado, vía SEPI, todavía posee el 8,654%, la cervecera Damm, el 5,01%, y la familia Del Pino, el 6,158%-.

A pesar del peso industrial de Ebro Puleva en Andalucía -con Herba en Sevilla, Puleva en Granada, Sevilla y Cádiz y, además, fábricas azucareras en esas dos últimas provincias-, al grupo le faltó el apoyo de las cajas de ahorros andaluzas. Todas vendieron la participación que tenían y optaron por entrar -y con fuerza- en el capital de SOS. Espina clavada aún en Hernández Callejas.

En la cúpula. Primero como consejero delegado y después, allá por 2004, como presidente, el ejecutivo sevillano comienza una transformación tan profunda de la que surgiría un grupo radicalmente distinto al que fue concebido. Se liquidaron las dispersas filiales en Latinoamérica, se incidió en la optimización de la fabricación de azúcar para conseguir mejorar la rentabilidad, arrancó una fiebre de compras de arroceras por todo el mundo -ya en 2004 Herba era líder europeo y de Estados Unidos-, en 2005 se adentró en el negocio de la pasta con la adquisición de la firma francesa Panzani y, un año después, con New Wordl Pasta, un gigante del sector en EEUU y Canadá, la cartera de Puleva se va llenando de lácteos de valor añadido, la investigación se refuerza... Suma y sigue.

¿Por qué esa diversificación, tanto geográfica como en negocios? Primero, el presidente fue consciente de que la reforma de las ayudas europeas al sector del azúcar llevaba aparejada una reestructuración industrial, al suponer menos cuota española de producción. Segundo, entiende que ha de centrarse en productos en los que sea líder (el arroz) o aspire a serlo (las pastas). Tercero, que la innovación y la cocina ya preparada es el futuro, y lo que deja dinero -sirva este ejemplo: los vasitos de arroz individuales para meter en el microondas, y no el arroz envasado, son la principal fuente de ingresos de la filial Herba- frente a unas marcas blancas que no paran de crecer. Por último, que el mercado es internacional, no hay que quedarse en casa.

De regreso. Su carácter sevillano le llevó a devolver a San Juan la sede social de Herba, y desde este municipio sevillano se dirige toda la multinacional arrocera. Vendió el negocio del azúcar, si bien arbitró proyectos para evitar los impactos industriales y laborales sobre San José de la Rinconada y el entorno de Jerez, y esta preocupación le ha valido el respeto de sindicatos y Junta de Andalucía. Pero el dinero es el dinero y "la pela", como reconocía la semana pasada la compañía, está en la pasta y el arroz. Adiós, Puleva.

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