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¿Y si Marta tampoco está allí...?

En las dos últimas búsquedas la Policía ha mostrado su convicción de que esta vez sí Miguel decía la verdad sobre el cuerpo.

el 12 abr 2014 / 23:08 h.

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carcaño-portada Miguel Carcaño. Ojalá. Desde la madrugada del martes, en la que se supo que en la escombrera en la que la Policía Nacional busca desde hace tres semanas a Marta del Castillo aparecieron huesos, hasta que al mediodía se supo que no eran de ella, fue la palabra más pronunciada. La desesperanza se volvió a apoderar de todos, máxime cuando los resultados no llegan. La Policía insiste en que esta vez está en el buen camino, pero eso es lo mismo que dijo cuando rastreaba la finca de la Majaloba con la ayuda de un georradar. Una zona que se ha descartado. ¿Qué pasará si Marta tampoco aparece en la escombrera? ¿Cuál será el próximo invento de Carcaño? Ojalá, estas cuestiones no haya que planteárselas y que la familia de Marta pueda descansar al fin. Sujetos a los designios de Miguel Carcaño, del asesino confeso, esa es la impresión que da el ver cómo la Policía rastrea cada punto marcado por él, sin que encuentren ni una sola pista. Los padres de Marta no pudieron describirlo mejor: «una tortura», a la que les tiene sometido desde hace cinco años, y que se acrecienta con cada búsqueda, que para la familia es inevitablemente una esperanza a la que aferrarse por mucho que la credibilidad de Carcaño esté más que cuestionada. No hay palabras para describir el sufrimiento patente en la cara de la madre de la joven, Eva Casanueva, lo que incluso lleva a cuestionarse si no es más dañino una búsqueda tras otra que el propio dolor de no saber dónde está su hija. La excavadora en la escombrera donde se sigue buscando. / José Luis Montero La excavadora en la escombrera donde se sigue buscando. / José Luis Montero La Policía sorprendía tras el verano señalando un lugar tan alejado de los que hasta entonces se habían barajado como era la finca Majaloba en La Rinconada. Los investigadores estaban más que convencidos de que esta vez Miguel Carcaño sí estaba diciendo la verdad: ha madurado en prisión, ha reflexionado, ahora no tiene motivos para mentir. Eran los argumentos que se utilizaron entonces para defender esta nueva búsqueda que incluso provocó un cisma entre la Policía y el juez del caso y el fiscal, que nunca creyeron a Carcaño. Y visto el resultado parece que tenían razón. Miguel acompañó este nuevo lugar sobre el paradero de Marta con una nueva versión del crimen, en la que ahora el verdugo de la chica no era él, sino su hermano Javier Delgado. Aún hay un recurso de la familia pendiente en la Audiencia contra la decisión del juez de no abrir diligencias por esto. Sólo hay la declaración de Carcaño, no hay ninguna prueba más. Como tampoco la había para levantar la Majaloba, finca que incluso fue rastreada por un georradar que apuntó resultados confusos. No se localizó a Marta, pese a que los agentes desplazaron a Miguel en varias ocasiones hasta el lugar, incluso reconstruyendo el trayecto desde León XIII hasta allí. El joven aseguró que la enterró allí con la ayuda de su hermano, aunque aportando datos confusos, sin recordar el punto exacto, más allá de que era en un lugar próximo a una torreta de luz. La búsqueda se abandona, mientras a Miguel se le somete al llamado test de la verdad, no para saber si no mentía cuando señaló este lugar, sino que el objetivo principal era conocer si su cerebro respondía positivamente al ponerle ante sí una frase que decía: «Marta está en una escombrera». La Policía llevaba trabajando en un solar situado entre la pasarela peatonal desde la que Miguel dijo inicialmente que lanzó el cuerpo al río y la localidad de Camas. El padre de la joven relató que la Policía se basa en las antenas repetidoras de móviles, que esa noche sitúan al joven entre Sevilla y Camas. Los agentes llevan a Carcaño hasta allí que, pese a que mantenía que quería colaborar cuando señaló la Majaloba, ahora se desdice y afirma que la enterraron aquí. Su respuesta es una vaga señal con la mano sobre el lugar en el que ahora buscan los agentes. Duele pensar que Miguel éste en su celda riéndose de todos cuando se entera en las noticias de que han aparecido huesos. ¿Qué pensara de todo esto si ha vuelto a mentir? «Es un mentiroso compulsivo capaz de engañar a una máquina», aseguraban fuentes judiciales cuando eran consultadas sobre qué le parecía lo del test de la verdad. «La esencia del mal vive en él», decía la madre de Marta esta misma semana. Puede que sea el momento de olvidarnos de Carcaño, de dejarlo que viva como un preso más y cumpla su condena, y buscar a Marta a partir de otras pistas. Ojalá y la máquina haya vencido a la mente perversa de este joven que mantiene enredado el caso cinco años después. Lo malo, también, es que aunque la Policía esté en lo cierto, la extensión de terreno es tal, que no sería descabellado pensar que están en el punto equivocado. Los agentes siguen empeñados y trabajando con la ayuda de una excavadora, pero ¿qué pasará si esta búsqueda basada en una máquina que lee la mente no da resultados? Sería casi ridículo, después del surrealismo de esta semana de localizar unos huesos que pueden tener dos siglos encima. Ver cómo un abuelo, de 78 años, llega desesperado a la escombrera al filo de las dos de la mañana para saber si su nieta al fin ha sido encontrada, y comprobar la angustia de una abuela que espera en casa pegada al teléfono, hace pensar que es necesario dar un giro a todo esto. Hay que encontrar a Marta, pero también hay que ser conscientes del daño que cada vez que se busca en vano se le hace a esa familia. Y esto va también por nosotros, por los medios de comunicación. El caso, «maldito» y «surrealista», se está revisando de nuevo de principio a fin, pero igual sería necesario una visión fresca, renovada, que no esté contaminada por estos cinco años, que revise el sumario con otro punto de vista. Ojalá, que esta escombrera sea el final y que no haya que plantearse un ahora qué o acudir de nuevo a una máquina que, por ahora, resultados en los dos casos que se ha utilizado. Ojalá.

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