El triunfo del Real Madrid en El Sardinero ante el Racing (0-2), con gol final de Higuaín, desató la celebración de todo el equipo. Fue el primer gesto de un grupo que se siente campeón, que inició una fiesta sobre el césped y que continuó en el vuelo de vuelta.
Si la pasada temporada La Romareda pasó a la historia con un sufrido empate gracias al gol de Van Nistelrooy, que coincidió con el de Raúl Tamudo al Barcelona, esta campaña es El Sardinero el estadio donde la plantilla del Madrid se ha visto ya campeona de la Liga.
No hubo 'vuelta al ruedo' de Ramón Calderón; el presidente no bajó al terreno de juego. Controló sus nervios y la emoción en el palco, viviendo un triunfo que, prácticamente, pone fin a la lucha por el liderato, y desató una celebración de los jugadores que habló por sí sola.
Existía en la plantilla el convencimiento de que el duelo ante el Racing era el más complicado de los seis encuentros que le resta al equipo hasta el final de temporada. La visita al estadio de uno de los equipos más en forma del campeonato la afrontó el Real Madrid como si de un partido en el Camp Nou o el Vicente Calderón se tratase.
La mentalidad y el carácter de los jugadores fue similar a una final. Tras dos meses en los que bajó el listón (en febrero y marzo perdió 5 de 9 partidos), y lo desaprovecharon sus perseguidores, ha demostrado el carácter de un equipo que pasará a los anales históricos de la Liga, ganando dos de manera consecutiva, un hecho que no lograba desde hace 18 años.
A la solidez en casa mostrada hasta la recta final del campeonato, -cuando cedió ante Getafe y Valencia en el Bernabéu-, el Real Madrid le ha añadido victorias en salidas claves. Esta temporada ha vencido en los campos más difíciles. Menos en Sevilla, se ha impuesto en estadios como el Camp Nou, el Calderón, el Madrigal, Mestalla o en 'La Catedral', en San Mamés.
Con diez puntos de ventaja sobre Villarreal y once sobre el Barcelona, puede certificar matemáticamente el título en la próxima jornada (si empata el Villarreal), en la que recibe en al Athletic o en su próxima salida a un campo siempre hostil, el Reyno de Navarra, el antiguo Sadar, feudo de Osasuna.
El morbo para el madridismo es poder celebrar la consecución del titulo liguero ante el Barcelona, el eterno rival, el día 7 del próximo mes de mayo en el Bernabéu. Sin embargo, a la cita, a día de hoy, ya es más que probable que llegue como campeón y reciba el pasillo de los jugadores azulgranas.
El ambiente en el vuelo de vuelta a Madrid reflejaba la alegría que siente la plantilla. Los brasileños Marcelo, Robinho y Baptista pusieron la música y aunque públicamente se mantienen las formas hasta que se certifique matemáticamente, todos celebraron un título que ya sienten.
Sin embargo, la entidad no quiere todavía triunfalismos, y que una vez se consiga el título será el momento, antes no, de mirar al futuro con optimismo y cerrar negociaciones que ya están en marcha. El deseo de la directiva es reforzar la base de un equipo joven, con fichajes contrastados, que le permita aspirar la próxima temporada a su décima Copa de Europa y recuperar el nombre y el prestigio perdidos en el continente.
