- Plaza de la Real Maestranza
- Ganado: Se lidió un sobrero de Jandilla en primer lugar, algo brusco pero potable. El resto fueron de la familia Fraile: tercero, quinto y sexto marcados con el hierro de El Pilar y segundo y cuarto con el de Moisés Fraile, serios pero desigualmente presentados. El mejor del envío fue el tercero, un toro bravo, emotivo y repetidor; completo en los tres tercios. Humilló con importancia el cuarto y tuvo calidad pero escaso fuelle el quinto. El segundo, algo bruto, no tuvo entrega. El sexto, duro de patas y complicado, también resultó rajado.
- Matadores: Miguel Abellán, de blanco y plata, silencio y silencio. Manuel Escribano, de tabaco y oro, silencio tras aviso y ovación. David Mora, de rosa y oro, oreja con petición de la segunda y silencio.
- Incidencias: La plaza registró media entrada en tarde calurosa.
Toro de David Mora. / Foto: J.M.Paisano
(FOTOGALERÍA) Los jurados pueden ir tomando nota. A los buenos toros sueltos que han ido saliendo en esta extraña feria -sin olvidar el buen juego global de la corrida de Montalvo- hay que sumar, con un grueso subrayado, l
os dos ejemplares que ayer echó la familia Fraile en su cita con la Maestranza. El caso es que en Salamanca anda el juego... El tercero, marcado con el hierro que señala la rama Ibán de esta saga ganadera podría ser ya uno de los toros de la feria con permiso de esos tres pesos pesados -
Victoriano del Río, Torrestrella y Victorino- que darán argumento a la recta final de este ciclo viciado que marcará un antes y un después en la historia reciente de la plaza de la Real Maestranza. Pero hubo un cuarto sin exprimir, con el hierro de
Moisés Fraile, que saltó al ruedo mostrando unas hechuras que los toreros saben que no suelen fallar.
Ese tercero retinto y alirado de pitones permitió a
David Mora torear a placer con el capote. Los lances se sucedieron en calidad y cantidad permitiendo comprobar la excelente condición de un animal que también quiso caballo. El diestro madrileño, que ya andaba barruntando lo que podía pasar, fue generoso con el toro y lo colocó muy largo, casi en los medios, para una segunda vara que el imponente ejemplar tomó con alegría a pesar del fallo del picador.
Para entonces ya estaba pregonando su buen juego en la muleta aunque una inesperada colada sorprendió al público y al propio torero.
Toro de Miguel Abellán. / Foto: J.M.Paisano
Pero como la cosa iba de sorpresas, David Mora se destapó con una serie desmayada y original, casi mirando al tendido, que logró captar toda la atención. El público ya estaba de su parte y el matador dió lo mejor de sí mismo en una entregada y sincera labor que se enhebró a la incansable y alegre embestida del toro de El Pilar. Hubo empaque en las tandas diestras y un dibujo más delicado en los naturales pero David brilló sobre todo en los excelentes pases de pecho y en la capacidad de hilvanar unas series con otras con sentido de la escena e imaginación en los remates.
Después de cambiar la espada aún hubo propina de manoletinas que supieron elevar aún más el tono con otro largo pectoral, un molinete airoso y un definitivo pase de pecho que fue la mejor firma a su labor. El acero entró rápido pero entro mal. El feo espadazo -trasero y caido- dejó dentro del palco el segundo pañuelo del presidente pero David Mora paseó la oreja feliz y satisfecho. Con el bruto y rajado sexto, un animal basto y de muy feas hechuras, no tuvo la misma fluidez de ideas y sobraron algunos tirones y esos feos muñecazos que debería pulir cuanto antes.
Toro de Manuel Escribano. / Foto: J.M.Paisano
Decíamos que había otro toro de nota, un cuarto algo grandón pero con ese aire en la cara -cornivuelto pero apretado de sienes- que no suele fallar. El astado humilló con mucha calidad -le faltó algo de motor- en la muleta de
Miguel Abellán, que no encontró nunca el hilo ni el argumento de una faena que no llegó a coger el rumbo. El madrileño también se iba a ver desbordado por la brusca pero potable movilidad del sobrero de Jandilla que se lidió en primer lugar. Sin reposo y con escasas ideas, descubrió demasiado tarde que el toro se dejaba tela por el pitón izquierdo pero tampoco se puso nunca de verdad de la buena.
Dejamos para el final el balance global de la actuación de Manuel Escribano que es, a falta de tres corridas a pie, el torero que sale con el crédito más renovado de toda la Feria. Más allá de los triunfos o los trofeos ha mostrado que quiere y puede elevar su techo artístico y técnico. Escribano ha pasado por Sevilla con solvencia, autoridad y calidad de figura en ciernes aunque ayer le faltó el factor toro para despedirse de la Feria con ese triunfo rotundo que le habría permitido acaparar premios y titulares.
El matador de Gerena volvió a marcharse a portagayola en sus dos toros y enseñó cadencia y plasticidad con ese capote que nos seguirá dando alegrías; arrojo, exposición y espectáculo con las banderillas; exquisito temple, suavidad de elegido y compostura natural con la muleta... anque, eso sí, debe trabajar para que la espada no viaje casi siempre tan trasera.
El caso es que Escribano obligó primero y templó después a un segundo algo bruto al que sólo se podía domesticar con esa suavidad de las telas; con esa calma en los planteamientos que hicieron parecer el toro, por momentos, mucho mejor de lo que era gracias a esa trinida de actitud, aptitud y capacidad de resolución que ya le han convertido en uno de los nombres propios de la temporada. El quinto tenía un gran fondo de calidad pero le faltaba la vida necesaria -Ricardo Gallardo dixit- para que la tersa y elegante faena de Manuel Escribano trascendiera como merecía. Hubo naturales de trazo largo pero, más allá de eso, la constatación de encontrarse en un gran momento.