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Yo subí a la Giralda

Antes que en los muros de Facebook o Tuenti, a la gente ya le dio por escribir en los de la torre más famosa de Sevilla. Declaraciones de amor, poemas, firmas y garabatos que se reparten por sus 35 plantas. Graffitis recientes o con siglos, todos cuentan lo mismo: que alguien estuvo allí.

el 16 sep 2009 / 04:36 h.

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El mismo año en el que Gabriel García Márquez regalaba al mundo sus Cien años de soledad y unos chavales que se hacían llamar Pink Floyd editaban su primer álbum, Paco y Purita subieron a la Giralda. Era el 19 de agosto de 1967 y la ciudad se despertaba con la noticia de que el entonces alcalde, Félix Moreno de la Cova, visitaba las obras del nuevo paso a nivel de la Enramadilla, tal y como publicaba en su portada El Correo de Andalucía. Ellos, que -tirando un poco de imaginación, eso sí- estarían de viaje de novios por una Andalucía a la que llegaron en un Volkswagen Escarabajo, quisieron que su hazaña -35 pisos y a buen seguro algunos grados más - perdurara en el tiempo y grabaron en uno de los muros de la torre Paco y Purita. 19-8-67. Y ahí sigue...

Antes de que aparecieran Facebook o Tuenti, la gente ya sentía la necesidad de plasmar en un muro lo que se le pasaba por la cabeza, por muy absurdo que fuera. El corazón atravesado por una flecha que porta una inicial en cada extremo es un clásico y de esos también hay en los muros de la Giralda donde, si se detiene un poco, verá que pasan las décadas pero, al final, los de ayer y los de hoy tienen lo mismo que contar: poca cosa. Pero eso no quita que a uno no le guste regresar años e incluso décadas después y encontrar que su firma, poema, mensaje sin sentido o iniciales siguen ahí aunque sea a costa de deteriorar un monumento del siglo XII.

Diez años han pasado desde que Ángela y Marisa (2-4-99) subieran a La Giralda. Siendo tan escuetas poco se puede saber de estas mujeres salvo que eran algo impacientes, ya que su mensaje aparece en el primer piso. Sólo un poco más arriba se decidió Lourdes, que o se arrepintió o la pillaron porque sólo alcanzó a escribir Lourdes y U. La que no se cortó un pelo fue Elena: José Arribas Álvarez. Te quiero para siempre fue la declaración que firmó en la planta número 17.

Uno de los escritos más antiguos que se pueden descubrir a golpe de vista es el de Modesto González, que lo fecha en 1917. Está en la planta 28 y sobre la suya plantó Jessy su firma con rotulador negro. La misma arma usó uno que decidió romper las reglas del juego porque si se firma -que no se debe-, se hace una vez y no más de 20. Al sujeto en cuestión deben apodarlo Gost porque eso es lo que ha escrito prácticamente en los 35 pisos de la torre.

Más discretas y antiguas son las pintadas Ali Raka 21-6-58, TORO, 1928 O Quijada 1924. Las hay de todas partes, como demuestra en la planta 13 la que reza: Desde Fuenlabrada. 17-10-43. Desde el extranjero llegó a Sevilla Raffaella, que se fue encantada a juzgar por lo que escribió: ¡Qué viva la península ibérica! Como la guasa no pesa, los turistas se la suben consigo dejando frases como: Somos las mismas del balcón de arriba; Aquí estuvo Montse y perdió 2.000 calorías en la subida y 550 en la bajada mientras que Luisitio perdió la paciencia; o ¡Er bocata, Laura! No hay ningún Tonto el que lo lea- otro clásico-, pero sí un BOBO, aunque para verlo hay que llegar al campanario.

Los jóvenes de hoy no han inventado nada nuevo y antes que ellos transformaran con grafitis las paredes del barrio, sus padres ya habían hecho lo propio en la Giralda. Y escrito está.

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