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Zoido está gordo

Ganó inesperadamente en el conflicto laboral de Lipasam gracias a un comité de empresa que pecó de inexperto. Ha salido reforzado. Lo sabe él, lo sabe la oposición y lo saben los sindicato

el 09 feb 2013 / 00:35 h.

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Pues claro, está gordo. Como para no estarlo. Juan Ignacio Zoido ha salido reforzado de la huelga de Lipasam. Y él lo sabe. Y lo sabe la oposición. Y lo saben los sindicatos. Y el caso es que ni se lo esperaba. Hubo un punto de inflexión, de no retorno, en este conflicto laboral. Fue cuando los operarios de la limpieza, o más bien una asamblea con una minoría exacerbada de empleados con la reivindicación sindical metida en vena, dijeron no al principio de acuerdo al que su comité de empresa había llegado con el Consistorio. Con esa negativa, quienes gobiernan en Plaza Nueva, que en principio iban a presentar el pacto proclamando un aquí paz y después gloria, terminaron por armarse de razones. Las pocas que le faltaban ante una ciudadanía hastiada de la basura en sus calles. Porque se pueden comprender las demandas de cualquier plantilla, pública o privada, pero hasta cierto límite. Porque cada colectivo sufre a solas y en silencio sus particulares penas. Como las almorranas.

No había vallas ayer para proteger la celebración del Pleno municipal de ésas que ya son una constante: las protestas de los empleados del Consistorio ante las puertas de la casa de todos los sevillanos. Este muro de defensa, robustecido con policías de cuadradas espaldas, era tónica habitual desde hace meses. La oposición política, y sobre todo Antonio Rodrigo Torrijos, había criticado esa muralla hasta la saciedad. Que caiga. Ayer no hizo falta pedirlo. ¿Casualidad? Música celestial tocaron los miembros de la banda. No gritos. No pitos. No bocinas. No vuvuzelas. Qué remanso...

Parece mentira que el comité de empresa de Lipasam pecara de inexperto. Está quemado. Al final fue el mejor aliado de Zoido. Convocar una improvisada asamblea con apenas una cuarta parte de la plantilla, dominada por los más, digamos, combativos, y consentir el voto -o mejor, el grito- a mano alzada era cavar la tumba de quienes tenían que defender un acuerdo para todos los operarios. Todos. En el interés general de todos. No de unos cuantos, los allí presentes. Craso error.

Ganó el pulso Zoido. Lo ganó. Y ayer, durante el Pleno, se le notaba. Seriedad al máximo. Con una réplica seria, sin titubeos, sin enredarse siquiera en las palabras, a la oposición. En ésta, algunos dijeron éste no es mi Zoido, no, me lo han cambiado; otros hablaron de soberbia. Pero su tono era distinto. Era un aquí estoy yo.

Por si faltaran dudas, dio gracias a todo el equipo que gestionó el conflicto laboral. Dijo sentirse orgulloso de ellos. Llamó rémoras a los partidos de la oposición. Los acusó de estar en el lado equivocado. No el de los ciudadanos, sino en el de la pancarta. Y concluyó con un "no acepto lección ninguna" de vosotros. Tras finalizar el Pleno, en los pasillos, abrazo a Maximiliano Vílchez, quien llevó las riendas de las negociaciones con el comité de empresa.

Pero a la oposición de izquierdas no le faltaba razón al denunciar la tardanza en sentarse en la mesa de diálogo. Ocho días. Ocho largos días acumulándose la mierda en las calles. Muchos cuando, como se constató, el acuerdo era fácil. Se consiguió en apenas unas horas. Y felicitaciones. Triunfo para todos. A retomar, dijeron, la normalidad. Nadie gana ni nadie pierde. Pero la historia se tuerce, y por completo, a la mañana siguiente con aquel inesperado no de la raquítica asamblea. Zoido dio una clarísima orden a Maximiliano Vílchez de responder hasta aquí, se acabó, no más. ¿Era fingida? Testó el ambiente. Y no. No lo era. Ya las tenía todas consigo, antes incluso de conocer que el también perplejo comité de empresa había forzado una segunda votación.

Y ésta es la secuencia de los hechos. Sus consecuencias aún habrán de marcar el resto de los conflictos laborales que tiene abiertos el Consistorio. Son conscientes los sindicatos. El señor alcalde tiene la sartén por el mango. Sí. Como nunca antes. Tiene motivos para estar gordo.

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