In fraganti

Casos célebres de impostores sevillanos

Sevilla, capital de la picardía medieval, heredó personajes que maridan labia, chiste, pena y dura jeta hasta lograr engañar al auditorio

Juan-Carlos Arias jcdetective /
02 feb 2019 / 07:00 h - Actualizado: 29 ene 2019 / 13:23 h.
"In fraganti"
  • Hablamos hoy de varios casos de impostores sevillanos. / El Correo
    Hablamos hoy de varios casos de impostores sevillanos. / El Correo

El ser humano tiende a progresar. Pero a algunos ‘natura no les da lo que no da [Universidad de] Salamanca’ y se reinventan. Entre estos hay quienes se miran al espejo preguntándose cada mañana: ¿A cuántos engañaré hoy?. Otros conducen con la impostura traumas, agravios y hasta patologías delirantes. España es país donde los impostores son parte del paisaje humano. Debe recalcarse que predominan varones en tales empeños, aunque las mujeres dramatizan mejor la usurpación.

Sevilla, capital de la picardía medieval, heredó personajes que maridan labia, chiste, pena y dura jeta hasta lograr engañar al auditorio, al interlocutor u organismo oficial que sea menester. El impostor estudia bien su papel, hasta lo ensaya y es feliz e impune con su falsía. En el podio situamos un curioso desgraciado que sólo remediaba con uniformes y medallas un trauma. No sacó tajada dineraria con su disfraz. Nos referimos al ‘Almirante Centollo’. Este sevillano en la época del hambre posbélico, década de los cuarenta, estudió náutica. Después, escaló hasta oficial de máquinas en barcos de cabotaje que viajaban por África Occidental.

El sevillano ‘Almirante Centollo’

El hombre hizo fortuna con el contrabando entre países donde reina miseria y codicia colonial europea. No tuvo amor en cada puerto por su ínfimo físico, pero se quitaba la grasa del mono azul en hoteles de medio pelo mientras retozaba sexo de pago. Cuando juntó una millonada mercadeando con piedras preciosas regresó a Sevilla. Compró pisos y locales, buscó esposa y creó una familia mientras mantenía el tipo como comisario de averías navales. Ganar dinero era aburrido para el ego subvalorado de todo un oficial naval.

Entonces fue a la Plaza Mayor de Madrid y puso proa a su vida de oscuro millonario. Compró condecoraciones, ‘galletas’ y uniformes de Almirante. Se disfrazó así quizá para conducir un complejo que le traumatizaba. Sus primeras incursiones fueron en actos castrenses donde no había marinos de guerra. Después, escaló con un Dodge negro alquilado con bandera patria en actos de la Benemérita. Allí le cuadraban agentes pensando que mandaba mucho. Algunos jefes y oficiales oían sus aventuras del falso Almirante cuando relataba vueltas al mundo a bordo del Buque-escuela Juan Sebastián Elcano.

En actos de embajadas en Madrid logró ser invitado o se colaba pavoneándose con uniformes de Almirante de Marinas iberoamericanas, pero ya corría el rumor de su impostura. Siguió usurpando el Almirantazgo en cofradías en pueblos donde logró su apodo (Almirante Centollo). Los capilares de su nariz enrojecían su cara hasta parecer un bonachón sonrosado que daba el tipo de Almirante. El ‘Centollo’ que encarnaba retornaba sonrisas de ego complacido a quienes admiraban y hasta aplaudían su uniforme impoluto. Pero, una vez, fue denunciado por un cofrade ligado a la Marina. ‘Centollo’, entonces, cambió de pasarela. Su leyenda de falso Almirante comenzaba a hacer aguas.

Viajo hasta Bruselas y se alojó en el Sheraton. Allí, casi a diario, iba a cócteles de diplomáticos y militares franqueando los controles de seguridad con una jeta y uniforme mirando al personal por encima del hombro. Ese imperio era cosecha propia. Fue ‘cazado’ por un agregado militar español. Le reprendió en privado severamente, pues ya era ‘histórico’ el personaje. La cara del crustáceo humano enrojeció más que nunca. Aquello sería el final para este millonario aunque muy pobre. Delirar disfrazado de Almirante merece coplilla de carnaval. Poco más.

El falso espía

Otro impostor pero al revés es la siguiente historia. Un guardia civil extremeño expulsado por narco y contrabandista afincado en Sevilla está obsesionado con ser millonario. Eligió ser superagente de la inteligencia patria. Logró credencial del mejor falsificador y hace caja vendiendo secretos de empresa a competidores. En el antiguo CESID (hoy CNI) conocían bien a éste ‘pequeño nicolás’ hispalense con barriga cervecera y físico de portero de discoteca al que apodan ‘Villarejín’ últimamente.

No le llaman ‘Pepe’. Le encanta ‘Paco’ o ‘Manolo’ para ganar confianza de sus víctimas. Dice -quien lo sabe- que más de una vez este espía de saldo corre como un gamo cuando le pillan. A sus más de cincuenta años está en forma. Una vez, en la Cartuja, despistó a agentes verdaderos que le perseguían para detenerlo. El falso espía se les escapó. Nadie sabe cómo.

Tobaja, el falso cura

Otro impostor de nota es el sevillano Manuel Tobaja, licenciado en Historia del Arte, excelso cofrade, experto en patrimonio cultural y obseso con sacar tajada dineraria a la bondad que entraña cualquier sotana. Este ‘falso cura’, ahora en prisión, obtuvo millones de euros con restauraciones inconclusas, fundaciones redentoras y un lenguaje canónico que para sí quisieran en la Conferencia Episcopal. En la cárcel, dicen, comparte paseos de patio con un Ex Hermano Mayor de una cofradía hispalense. Ironías religiosas.

Tobaja conoce el mundo diocesano como pocos. Paseó su impostura por EEUU y Puerto Rico. Allí experimentó los rigores de la ley y vivió tras los barrotes carcelarios. Es más listo que aquellos sacerdotes irlandeses, norteamericanos y centroeuropeos que culminaron carrera como párrocos de pueblo. Llegaban en tromba, hace lustros, al Palmar de Troya donde a cambio de unos millones de las entonces pesetas se convertían en obispos, cardenales o dueños de la vivienda en la que serían expulsados en aquella antigua pedanía utrerana ‘por orden divina’. El Papa Clemente y el cerebro de Manuel Alonso hacían caja con aquellos tontos que creían comprar boato y anillo eclesiástico ¡Cuántos y cuántas hay detrás del dinero fácil!

Más impostores, variante intrusismo, los encontramos entre familiares de médicos y abogados que atienden despachos o consultas ‘de fuste’ sin haber concluido grados o licenciatura o ultimar especialidad. En Sevilla se contabilizan casos que los colegios profesionales mirarían de reojo. Siempre aparece algún aval personal o presiones en la cúpula para taparlo.

De otro lado, el furor que causó Torrente como agente reportado a investigar los mejores casos lo imitan incontables ex militares, policías, guardias civiles y vigilantes trabajando como Detectives Privados sin la preceptiva licencia. Su mejor aliado es, cómo no, una labia subyugante. Debe pedirse la licencia del Ministerio del Interior para evitar intrusos que sólo ansían vaciarle la cartera o el bolso.

Las mujeres más coquetas sufren de las impostoras y charlatanas que dicen ser médicos, enfermeras o nutricionistas sin título alguno. Bajo el gancho de tratamientos ‘integrales’, técnicas vanguardistas o anglicismos (lifting, peeling...) pagan precios de platino por disfrutar de una falsa ‘eterna juventud’, paliar el sobrepeso, celulitis, arrugas, etc.... Estas caraduras comparten con sus congéneres masculinos una puesta en escena digna de mejor causa. La palabrería y la cercanía dialéctica son grandes aliados.

Consejos

Para no caer en las redes de los impostores se aconseja pedir recibo ante cualquier pago, que se plasme lo ofertado y se exija algo tangible que demuestre lo que se intenta vender. Es decir, tener alguna seguridad jurídica por si el fraude se consuma.

Los impostores son reacios a dejar huella. Buscan testaferros o se inventan identidades. Sólo resta pedir mesura ante estos personajes, últimamente son más agresivos y carecen de escrúpulo alguno. El ‘Almirante Centollo’ sólo se engañaba a sí mismo y falleció hace lustros. Los demás, buscan el dinero ajeno que tanto cuesta ganar. Recuérdenlo!.