In fraganti

¿Quiénes sufren el delirio del querulante?

Sufren una ‘compulsión a litigar’ y acuden a los tribunales con una frecuencia e insistencia desmesuradas más allá del delirio. Relatamos algunos casos en Sevilla

Juan-Carlos Arias jcdetective /
06 abr 2019 / 08:00 h - Actualizado: 06 abr 2019 / 08:00 h.
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Según la psiquiatría más científica, el querulante sufre una ‘compulsión a litigar’. Quien padece esta patología acude a los tribunales con una frecuencia e insistencia desmesuradas. Desborda el sentido común, que suele haber perdido el que ve injusticias por doquier, desde que se levanta.

En la Andalucía que la historia llenó de culturas y forma de entender cualquier fenómeno parece que pleitear es algo habitual pues visitar los tribunales ha pasado de ser algo inusual a común entre cualquier ciudadano. Sevilla, además, aloja numerosos ‘pleitómanos’ que dedican tiempo, dinero, ganas y lo que haga para intentar imponer su tesis en un delirio cuyo balance final no es rentable.

Hay algunos casos que quien suscribe conoció de cerca que sitúa al querulante más allá de reivindicar un legítimo derecho. La espiral del litigio, sobre todo cuando se alcanza alguna sentencia desfavorable, hace patria en algunas mentes que la emprenden contra su defensa, juzgadores, acusadores y quien ganó con toda clase de improperios. El falso orgullo, la soberbia y no aceptar sensibilidad excesiva a contratiempos y frustraciones, incapacidad para perdonar agravios, predisponerse a rencores infinitos y un combate y tenaz de los propios derechos sitúan al margen de la realidad al personaje que hoy centra este artículo.

Esta teoría sobre el delirio del querulante tiene fases, dosis y límites. El dinero es uno de ellos. La venganza y el odio extrajudicial es lo que sigue. Todo se aloja en mentes que entienden su verdad como la única y que la Justicia es ‘a la carta’ hasta que pone el conflicto en términos que el querulante no acepta.

El querulante funcionario

Vayamos con algunos ejemplos muy ‘sevillanos’. El primero tiene como personaje a un funcionario municipal que aprobó oposiciones a un empleo de subalterno teniendo formación universitaria. El tipo inició decenas de contenciosos contra sus jefes funcionariales y políticos donde la batalla quedó en empate. Fue el alma de un sindicato ajeno a filias políticas donde acabó pleiteando con sus compañeros de causa.

Con la impagable ayuda de un abogado habitual de guardias y turnos de oficio, es decir tieso, el querulante reivindicaba cada tres o cuatro años atrasos, complementos, ayudas asistenciales aprobadas en tiempos pretéritos para ser reembolsado por tamañas injusticias. Su batalla le llevó a noches sin fin consultando jurisprudencia, bandos municipales, ordenanzas, etc... desde que en el medievo se fundara el Ayuntamiento hispalense.

Con sobrenombre ligado a su litigiosa vida funcionarial de frustrado y resentido servidor público sus compañeros oían con relativo interés las batallas que ganaba en los juzgados, pero cuando le preguntaban –sin saberlo- por pleitos que perdía, el querulante cambiaba de tema, iba al servicio por alguna repentina urgencia o descalificaba al juzgador de turno.

Este personaje se jubiló sin comilona de homenaje, jamás ascendió pues en vez de prosperar aprobando exámenes para subir por el escalafón derivó hasta su pleitomanía. El delirio, como no podía ser de otra manera, le divorció de su pareja y le alejó de sus hijos. Es un alma en pena preso en batallas que al cabo perdió sí o sí.

Herencias

Vayamos a las herencias. Los pleitos y bandos que se conforman para obtener ventaja, dinero fácil o rapiñar hacen de personas absolutamente normales agraviados que viven su querulancia con intensidad. Baste decir para un caso conocido en juzgados que hay pleitos por herencia que heredan los herederos. Es decir, el odio se trasmite de padres a hijos a lo mejor por detalles que podrían haberse resuelto fuera de juzgados.

Parejas y matrimonios

La ruptura de la pareja crea en algunas madres una codicia por cobrar pensiones alimenticias y compensatorias que raya la patología. Si en los ochenta estas pensiones entrañaban un sueldo oficioso para una menesterosa dama, hoy en día la Justicia limita grandemente el mercantilismo que penosamente subyace en pleitos donde los más inocentes, los hijos de la pareja sufren más injusticias.

No podemos obviar los pleitos que generan padres que cuando se rompe la pareja se convierten en seres insolventes, reportados a la beneficencia o recogidos por sus progenitores para evitar comedores de pobres. Las mentiras, fraudes y falsedades que invocan estas malas personas que son padres para no pagar, engañar sobre negocios familiares o distraer sumas en detrimento de la sociedad de gananciales llenan los juzgados de familia, civiles y penales de expertos en tan deplorable operativa.

Comunidades de vecinos

Entre vecinos y comunidades de propietarios hay querulantes a los que les molesta todo, discuten lo obvio e imponen sus tesis al más descreído. Conflictos por plazas de garajes, linderos, ruidos, actividades lucrativas en domicilios y un largo etcétera son el guión perfecto para iniciar el querulante su batalla.

En las reuniones comunitarias se hacen, a veces, con la relevante ayuda de mayorías artificiales de voto delegado, administrador ‘fidelizado’ toda clase de trampas que perjudican a una minoría o mayoría de vecinos con beneficio particular. Quienes no mandan en su propia casa, ni en el baño, suelen estar cerca de cargos y junta comunitarias para crear conflictos donde no los hay o cuando el pacto se impone sobre el pleito.

Accidentes de tráfico

Las peleas y accidentes viales son un excelente caldo de cultivo para reclamar en juzgados lo desorbitado. Cuando la adversidad adopta formato de sentencia judicial nace un querulante que la emprende hasta con su propia sombra. El ego superlativo, la altivez y la prepotencia son idóneos aliados para que el pleito que inicia el querulante se disfrace de eufemismos.

Estos personajes, los querulantes, merecen análisis mentales aunque son difíciles de conducir a la psicoterapia. Desde la mayoría de edad es complejo transformar los esquemas mentales de estos individuos, que comparten sexo masculino y femenino casi a partes iguales. Las sentencias judiciales son el arranque para crear un querulante, especialmente cuando desecha la que quieren leer estos personajes. Luchar por una Justicia particular sobre la lenta que no suele entrar al fondo de los temas que debate es la guerra del ubicuo litigante. Obviamente, los mejores clientes de los abogados son estos personajes que ven en las togas y las puñetas judiciales el amigo y el enemigo batir. Según se sustancie el delirio.