«A Santos le importa poco la vida de la gente»

Experta en Colombia, estuvo secuestrada por el FLN, explica que las FARC estaba en un proceso de deterioro y lamenta que el proceso de paz terminará sin que pidan perdón y que al final harán política con ellos

17 sep 2016 / 22:01 h - Actualizado: 17 sep 2016 / 22:14 h.
"Juan Manuel Santos"
  • La periodista española Salud Hernández-Mora habla por teléfono tras ser liberada por sus secuestradores el pasado 27 de mayo. / Josué Arévalo (Efe)
    La periodista española Salud Hernández-Mora habla por teléfono tras ser liberada por sus secuestradores el pasado 27 de mayo. / Josué Arévalo (Efe)

Tras más de 52 años de guerra con las FARC, el Gobierno de Colombia, encabezado por Juan Manuel Santos, y el grupo guerrillero firmarán formalmente los acuerdos de paz, en Cartagena el próximo 26 de septiembre. Salud Hernández, que estuvo secuestrada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y es corresponsal de El Mundo en Colombia y reportera de El Tiempo, analiza lo que ha ocurrido con el grupo que comanda Rodrigo Londoño Echeverri, Timochenko.

—¿Es contradictorio querer paz y votar «no» en el plebiscito del 2 de octubre?

—Uno puede no estar de acuerdo con los términos de la firma y querer la paz. En España, ¿Crees que se hubiera estado de acuerdo con que el gobierno se hubiera sentado a negociar en la mesa con Otegi, que el presidente se hubiera sentado a negociar de tú a tú con ETA? Nadie hubiera aceptado. Los muertos de Colombia no valen? Este es un país en el que los partidos políticos están desdibujados, no tienen una ideología clara.

—¿¿Qué ocurriría si en el plebiscito gana el «no»? ¿Cuáles serían las consecuencias?

—No puede ganar el «no», ni siquiera se puede acercar, es imposible. El Gobierno lleva haciendo campaña descarada con todos los recursos del Estado. Hay alcaldes que me dicen que a ellos les toca callarse, porque ellos piensan que no les darán inversión. A todo esto hay que sumarle que no podemos perder de vista las elecciones de 2018. Este es un sistema presidencialista, lo que provoca que existan varios candidatos dentro de un mismo partido y se devoren entre ellos. ¿Qué ocurre? Que en el plebiscito tienen que venderse bien y un año antes de esas elecciones tienen que renunciar a lo que tengan si quieren seguir siendo candidatos, todo se junta.

—¿Por qué llega ahora el acuerdo? ¿Qué ha ocurrido con las FARC?

—Estaban en un proceso como el de los periódicos, de lento deterioro. Si no hubiese una corrupción tan bestial no habría ni guerrilla. Se podrían haber eternizado en el monte, pero cada día sus ataques fueron siendo menos relevantes. Dentro se estaban narcotizando demasiado y tenían mucha presión. Lo que más temían era la traición de los suyos, las purgas que han hecho los jefes guerrilleros son impresionantes: había un temor considerable a que cualquier día se traicionaran entre ellos y finalmente pararon para decir «a ver qué me ofrece el Gobierno».

—¿Hasta dónde consiguieron llegar en su intento por tantear el terreno?

—Empezaron a negociar con una posición altiva, pero también con unos objetivos bastante claros. Que se les proporcione un sueldo durante 24 meses y una cantidad final para proyectos personales ya ha existido en anteriores ocasiones. La gente se cree que uno que ha estado toda la vida en el monte y que al que le han robado la voluntad desde el primer día, va a realizar algún proyecto productivo: sale uno de cien mil.

—¿Cómo ve la población colombiana a este grupo, qué visión que tienen sobre ellos?

—La gente odia a las FARC, pero les ponen una bomba y todos quieren firmar. Al final la gente aceptará lo que les pongan. Los demás puntos del acuerdo son relleno: harán política, se les regalarán cosas, no pisarán la cárcel y ni siquiera piden perdón.

—¿Cómo se llegó a un acuerdo con las FARC?

—Viene de las continuas cesiones que el Gobierno viene dándoles desde que se sentaron a negociar hace cuatro años. Ellos vieron que negociar con Santos iba a ser más fácil que negociar con ningún otro. Santos pasa de los secuestros aunque haya dicho alguna vez que no negocia si hay secuestrados, eso es mentira. La semana que el gobierno se iba a sentar con el ELN para hablar, este grupo me secuestró, y tuvo la mala suerte de que mi caso no fue aislado.

—¿El principal problema es pedir perdón a las víctimas de la guerrilla?

—Cuando Santos es preguntado por esto siempre sale diciendo que es un proceso largo y que no se había llegado tan lejos. Negociar con ellos ha sido devolverles una legitimidad que no tenían. En España PP y PSOE se pusieron de acuerdo en la lucha contra el terrorismo en un momento dado. Se unieron todos y España entera se opuso al terrorismo, esa unión en Colombia no ha existido. La resistencia que hay a ellos es por el perdón: son muy altivos y aún no han dicho nada al respecto y Santos no va a pedirles nada porque él lo único que quería era firmar.

—¿Todo el grupo de las FARC está de acuerdo con el proceso?

—Aquí había un grupo paramilitar muy grande, los de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que era una confederación gigantesca que decían que luchaban contra la guerrilla, pero mucha gente les ayudó. Fueron creciendo y se convirtieron en autores de masacres. Muchos de ellos eran narcos, tenían a gente en el Congreso, en el Senado. Uribe negocia con ellos y los desmonta. Lo que confesaron ellos fue horroroso. Pidieron perdón mil veces y confesaron lo inimaginable, hubo 64 encarcelamientos de congresistas por lo que dijeron los paramilitares, porque la Justicia no investigó absolutamente nada.

—¿Cómo fue el proceso de dejar las armas por parte de los paramilitares?

—La primera entrega de armas fue en diciembre de 2004, termina dos años después, Como pasará con las FARC, un grupo de los mismos paramilitares siguió delinquiendo. Con los paramilitares no hubo impunidad, fueron a la cárcel.

—Hablando de cárcel ¿En qué situación se encuentra el juicio con este grupo?

—Con los paramilitares no dio abasto la Justicia. Los tribunales especiales en diez años no pudieron acabar con sus 20 años de historia porque no han tenido capacidad y encima soltando a algunos. Ahora dicen que lo van a hacer con las FARC, que tienen más de 52 años detrás. ¿Es broma? Los paramilitares que no hayan sido juzgados tendrán preferencia sobre los guerrilleros. Rodrigo Londoño Echeverri Timochenko, comandante de las FARC, no va a confesar. Tampoco lo hará «El Paisa». El tiempo será la cura.

—¿Hablando de secuestros? ¿Qué pasó en su caso?

—Por culpa de Santos, lo que podría haber sido un secuestro de un día, duró más. Él mismo generó expectativas, en vez de decir desde el primer momento que era un secuestro, porque lo sabía, disimuló para no estropear las conversaciones con el ELN. Santos se quedó tan pillado que la opinión pública no le dejó sentarse a negociar con ellos mientras hubiera un secuestro.

—Le molestó que algunas personas dudaran de si lo suyo fue secuestro o retención?

—Llevo tantos años en la Fundación País Libre, que las mismas mentiras que nosotros denunciábamos de los secuestros ocurrieron conmigo. El Gobierno intervino mediante Santos para manipular todo, él lo que quería es que yo me evaporara y dejara de existir, no quería que me mataran porque eso iba a ser peor para él. A Santos le importa la vida de la gente muy poco, cuando empezaron las negociaciones con las FARC dijo que no negociaría si habían secuestrados.

—¿Qué hizo el Gobierno de España en su liberación?

—Nada, pero porque España tiene una unidad que persiguen secuestros en cualquier parte del mundo y mandan a agentes a ver qué es lo que ocurre. La Iglesia Católica fue la que más hizo, tuvo un papel total el párroco de El Tarra que hizo ver a los guerrilleros del error que habían cometido. Fui a realizar un reportaje sobre cultivos de coca y ver un poco lo que estaba ocurriendo con los grupos armados allí. Me quitaron los equipos un día antes del secuestro y me dijeron que me lo iban a devolver, pero cuando llegó el día me aseguraron: «Usted se quedará con nosotros, cámbiese esa ropa y póngase esta que le vamos a dar».

—¿Vio peligrar la situación en algún momento?

—No, lo que yo pensaba es que me parecía tan absurdo y estúpido el momento del secuestro que le pregunté al comandante si me iban a matar, porque no tenía sentido, yo lo reflexionaba y me preguntaba ¿estos que pretenden? Llegué a la conclusión de que a lo mejor me harían un juicio o que me matarían, pero no me angustié porque es absurdo hacerlo por adelantado. En el momento de mi liberación, por la mañana me dijeron «alístese» y yo pensé que nos íbamos a otro lado porque cada día era un lugar distinto, pero uno me dijo «vamos, que le van a liberar».