La falta de respuesta rusa al ataque aliado sobre objetivos sirios relacionados con la guerra química sigue siendo la principal noticia después de la operación militar emprendida en la madrugada del sábado por EEUU, Reino Unido y Francia. Una misión que de momento ha terminado, aunque el vicepresidente de EEUU, Mike Pence, advirtió ayer de que su Gobierno está «preparado» para volver a atacar Siria si es necesario y para defenderse de posibles represalias de Damasco o sus aliados, y dijo que el régimen Bachar al Asad tendrá «un precio que pagar» si usa de nuevo armas químicas.
Pence aseguró que el ataque fue «un éxito extraordinario» y «ha degradado y mutilado la capacidad de Siria de llevar a cabo ataques con armas químicas contra civiles inocentes». «Este es un paso moralmente correcto que había que dar», defendió Pence. Imbuido de este mismo espíritu, su jefe, Donald Trump, declaró por su parte «misión cumplida» en Siria, un mensaje que generó críticas en su país debido a que ese fue el mismo mensaje que envió en 2003 el entonces presidente George W. Bush, poco después de la invasión de Irak, y esa guerra se prolongó varios años más.
Preguntado al respecto, Pence dijo que la misión –en la que por cierto no murió nadie– está terminada por completo. Y preguntado por la prensa sobre la posibilidad de represalias de Siria, Rusia o Irán, sentenció: «Estados Unidos está preparado para responder, para defender nuestras fuerzas». «Nuestro mensaje a Rusia es que están en el lado incorrecto de la historia», subrayó Pence, que envió un mensaje similar durante su discurso en la sesión plenaria de la VIII Cumbre de las Américas. «Las mentiras rusas se desploman frente a la verdad», dijo Pence en ese discurso, en referencia a la negación del Gobierno ruso de que hubiera un ataque químico en Siria.
Mientras tanto, en el otro lado del tablero, el presidente de Siria, Bachar al Asad, alabó ayer ante parlamentarios rusos los sistemas de defensa antiaérea soviéticos que, dijo, derribaron más de 70 misiles lanzados en el ataque conjunto del sábado de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Según el diputado Dmitri Sablin, miembro de una delegación parlamentaria rusa que se reunió con el líder sirio en Damasco, Asad dijo que «repelimos la agresión estadounidense con cohetes fabricados en los años 70. Las películas americanas nos dicen que el armamento ruso es anticuado, pero ahora hemos visto quién realmente está atrasado».
Lejos de amedrentarse, los norteamericanos mantienen su pulso y prescinden de cualquier contacto directo con el líder sirio. La embajadora de EEUU ante la ONU, Nikki Haley, dijo ayer que su país no tendrá conversaciones directas con Asad porque «no es digno» de ellas. En cuanto a los aliados del sirio, tampoco parece haber una preocupación excesiva; tanto así, que Estados Unidos anunciará hoy mismo sanciones adicionales contra empresas rusas que estén «relacionadas con el arsenal químico» del Gobierno sirio, según la citada embajadora.
Una vez que el consejo de Seguridad de la ONU rechazó el sábado la propuesta de resolución de condena del ataque propuesta por Rusia, la mirada diplomática se desviaba ayer hacia lo que pudiera suceder en la cumbre de la Liga Árabe, pero sus líderes pasaron de puntillas sobre el asunto. Quien sí habló claro fue el presidente iraní, Hasan Rohaní, al asegurar que «Estados Unidos y algunos países occidentales no quieren estabilidad en Siria» y que los bombardeos no deben quedar impunes. En una conversación telefónica con su homólogo ruso, Vladimir Putin, ambos valedores del régimen de Damasco, Rohaní subrayó que Irán y Rusia no pueden permitir que «surja un nuevo foco de tensión» en la región de Oriente Medio. De momento, la reacción se ha quedado solo en palabras.