Guarecidos en un recóndito y escarpado valle entre montañas de Filipinas, conviven una treintena de camaradas que han entregado su vida a la lucha revolucionaria. Combaten en el Nuevo Ejército del Pueblo (NEP), la guerrilla comunista más antigua de Asia, que acaba de cumplir medio siglo alzada en armas.
Una agotadora caminata de cuatro horas -solo dos para entrenados guerrilleros- entre riachuelos, barro, hojas de palma secas y cocos caídos lleva hasta el campamento del comando «Melito Glor», que lucha contra «el Estado opresor» en la región de Calabarzon, al sur de la isla de Luzón.
Se accede al caer el sol, protegidos por la oscuridad de la noche, en estricto silencio y en fila india, custodiados por rebeldes blindados con fusiles. Las linternas siempre apuntando al suelo para alumbrar el camino plagado de obstáculos sin ser vistos.
Esa ubicación es transitoria, no permanecen en el mismo lugar más de dos meses por seguridad. Es la vida en la guerrilla, siempre en movimiento, siempre en alerta.
La camarada alias «Ka Kathryn» (Ka es camarada en tagalo) se despierta con energía a las 4 AM. «Es la hora en la que el enemigo puede atacar y todos debemos estar en pie», cuenta esa guerrillera de 26 años al equipo de EFE, recién llegado, que tuvo acceso exclusivo al campamento.
Duermen en turnos de tres horas. Unos hacen guardia mientras los otros descansan sobre el suelo de cabañas de bambú y palma. Hay algunas hamacas, pero no para todos, por lo que tienen que rotar.
«Somos una gran familia, todos nos ayudamos», dice mientras prepara el desayuno: arroz blanco y carne de cerdo. El menú se repite en el almuerzo y en la cena.