Hitler vive

Sin ninguna razón aparente, las obras sobre el nazismo se han adueñado de las librerías. Biografías, ensayos y cómics siguen buscando, tantos años después, el porqué

28 jul 2017 / 07:00 h - Actualizado: 28 jul 2017 / 09:09 h.
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  • Hitler vive
  • Detalle de la ilustración de portada del manga ‘Hitler’.
    Detalle de la ilustración de portada del manga ‘Hitler’.
  • Una de las páginas de la novela gráfica ‘Deportado 4443’.
    Una de las páginas de la novela gráfica ‘Deportado 4443’.
  • Hitler y Helga Goebbels, la hija de su efímero sucesor. / El Correo
    Hitler y Helga Goebbels, la hija de su efímero sucesor. / El Correo
  • Los militares y la multitud aclaman al Führer a su paso.
    Los militares y la multitud aclaman al Führer a su paso.

No se sabe por qué, no hay ninguna razón ni se aproxima ninguna efeméride importante, pero las librerías, de la noche a la mañana, se han llenado de libros sobre Hitler y el nazismo. Biografías, ensayos, novelas gráficas y hasta un manga. Si es un reflejo editorial fruto de estos tiempos negros de descomposición y falta de liderazgos en Europa, cabe sospechar que el detonante de este aluvión no sea tanto la posibilidad de que vuelva a haber un loco como Adi –así lo llamaba su familia–, sino de que vuelva a haber un pueblo como el de aquella Alemania que lo encumbró, secundó, aclamó y legitimó, convirtiéndose con ello en coautora de los crímenes terribles del Tercer Reich. Lo que aterra del nazismo no es Hitler; es la gente.

En consecuencia, también gran parte de esa sociedad fue destruida literalmente con el régimen del que formaba parte. Gustavo Corni, en su Breve historia del nazismo (Alianza Editorial), cuenta que «las víctimas alemanas de la guerra fueron en total poco menos de 7 millones, de los que 3,6 eran civiles y 3,3 millones, militares. El mayor número de víctimas civiles demuestra la brutalidad de la guerra en el frente interno». Pero también demuestra otras cosas. Tras la rendición, «cientos de miles de ciudadanos alemanes se vieron sometidos a procesos de desnazificación», señala Corni, quien insiste en que a día de hoy no quedan restos de nazismo en Alemania. La pregunta es si el espíritu que dio lugar a ese fenómeno terrorífico es tan fácilmente detectable como para sostener que algo como aquello no podría repetirse hoy.

El libro de Gustavo Corni repasa los 45 años de pesadilla nazi desde 1920 hasta 1945, desde el nacimiento de la República de Weimar y la formación del partido hasta los últimos días en el búnker de Berlín, pasando por la crisis económica brutal, la adhesión de las masas, el mito del Führer, la persecución de los judíos, la guerra... Una visión completa y de conjunto. Mientras tanto, en la misma editorial, Jesús Casquete firma Nazis a pie de calle, la historia de las SA. Que no son las sociedades anónimas, sino las Sturmabteilung o tropas de asalto. Esto es, el nazismo de calle en los años previos a la entronización de Hitler: los matones desaprensivos, la jauría, los apaleadores, quienes desataban las peleas de cervecería y plantaban cara sobre los adoquines a los comunistas –sobre todo– y a quien se les pusiera por delante. «Junto a las labores de propaganda, esa fue la tarea encomendada a las SA: arremeter contra quienes no comulgasen con la doctrina dictada por la religión política nazi por obra y gracia de su sumo sacerdote, Hitler». La tesis de Casquete, profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad del País Vasco, devuelve al planteamiento original de estas líneas: «Este libro pretende mostrar que, sin la labor de zapa de la democracia practicada por las SA durante la primera experiencia democrática en Alemania, esos genocidas nunca habrían disfrutado de la posibilidad de poner en práctica su proyecto totalitario de ingeniería social», lo que conduce a la pregunta crucial: «¿Qué permitió que se instalase la podredumbre moral en amplios sectores de la población alemana?».

Hay una explicación práctica, pero que se antoja incompleta. «Cuando los nazis alcanzaron el poder en enero de 1933, una de cada tres personas estaba desempleada y considerando solo a la juventud, más de la mitad. Ningún otro país occidental conoció cifras similares durante la Gran Depresión. Muchos de estos jóvenes parados y sin perspectivas acabaron nutriendo las filas del nazismo», explica el profesor.

Hay una forma sorprende de asomarse al nazismo: la del manga japonés. Recién salido del horno de la editorial Astiberri, Hitler, de Shigeru Mizuki, presenta además la particularidad exigida por su autor de leerse de atrás para adelante y de derecha izquierda, es decir, a la usanza nipona, lo cual causa un cierto batiburrillo inicial pero también desactiva cualquier clase de piloto automático en la lectura, con lo que la atención se hace extrema y el resultado es que el mensaje entra directamente en vena. Lo que cuenta Mizuki se publicó por entregas en Japón en 1971 y ahora llega en forma de tomo recopilando la vida del fundador del nazismo desde su juventud como artista frustrado hasta su fin. Las primeras palabras del capítulo, Apocalipsis 6:8, primero son toda una declaración de intenciones: Miré, y vi un caballo amarillo, el que lo montaba tenía por nombre Muerte. Y aparte del retrato del personaje, el autor hace una confesión tan sincera como espeluznante, que incide en lo que se viene tratando aquí desde el comienzo: «Recuerdo muy bien a herr Adolf Hitler», escribe Mizuki, «puesto que tuvo un papel muy relevante en el mundo entero en la época en la que yo tenía unos dieciocho años. Se trataba de un orador nato, por lo que imagino que cualquier alemán que se preciara se sentía como si hubiera tomado una copa de alcohol después de oírle hablar. Al fin y al cabo, apareció, lideró Alemania y empezó a ganar guerras, por lo que uno no podía evitar emborracharse anímicamente». Más adelante, añade: «Tengo la sensación de que Hitler estaba rodeado de una especie de aura misteriosa y que debido a esta aura los alemanes le permitieron hacer lo que hizo», para soltar luego lo siguiente: «Yo también me sentía emborrachado por Hitler a los dieciocho años. Incluso pensé en dejarme un bigotito como el suyo». Es de suponer que cuando una bomba le amputó un brazo en la jungla de Nueva Guinea, luciendo el uniforme japonés, la idea del bigotillo hacía tiempo que le parecía ridícula.

Aquellos jovenzuelos que se emborrachaban con el populismo más ponzoñoso sabían que la historia del nazismo iba más allá de los desfiles y de la oratoria. Sabían que sucedía lo que cuentan Carlos Hernández de Miguel y Ioannes Ensis en Deportado 4443, de Ediciones B. Uno puede conocerse de pe a pa la historia del nazismo y del Holocausto, que siempre quedará asombrado y conmovido por esta novela gráfica escrita a modo de tuits ilustrados, que pretenden ser una reseña de los 9.300 españoles cautivos en campos de concentración nazis. Cuenta Hernández que «Antonio Hernández Marín pasó cuatro años y medio encerrado tras las alambradas nazis de Mauthausen», y que para recuperar su memoria y la de sus compatriotas arrojados a los campos de la muerte hitlerianos creó el perfil de Twitter @deportado4443, una recreación minuto a minuto y con absoluto rigor de lo que había sucedido en Mauthausen. Un lugar de abominación donde del humo de sus chimeneas salía, hecha cenizas, la misma pregunta sin respuesta: cómo pudieron.