Shaun Harrison, la vuelta al mundo del abominable hombre de la moto

Salió de su cueva para entrar en su propia vida a bordo de dos grandes ruedas. Embarcado en una larga ruta alrededor del planeta. Tiene la vista puesta en Sevilla como una de las paradas técnicas a las que les dedica semanas

26 may 2015 / 23:00 h - Actualizado: 27 may 2015 / 21:55 h.
"Sociedad","La última (historia)"
  • El motero, besando la carretera ante uno de los volcanes de Chile. / El Correo
    El motero, besando la carretera ante uno de los volcanes de Chile. / El Correo

¡Cuidado! Dentro de algunas semanas puede encontrárselo aparcando su trail BMW en la plaza del Duque. No se asuste. Es un tipo pacífico, tranquilo, a pesar del sobrenombre que se ha ganado con su apariencia. Sus amigos le llaman Yeti, por su metro noventa y cinco de estatura, su peso que sobrepasa con creces los cien kilos y su barba y su media melena rubias, casi albinas. Un hombre de las nieves en toda regla. Pero no de las nieves del Himalaya, sino de las del estado norteamericano de Washington.

Hace ya más de dos años que Shaun Harrison decidió salir de su cueva y entrar en su vida. Ese es el lema de su aventura. Con una pensión del ejército norteamericano como colchón económico, emprendió un viaje con origen y destino en Seattle, la ciudad en la que reside habitualmente. Y decidió hacerlo a horcajadas sobre un motor de 1.200 centímetros cúbicos que aporta los rugidos que este big foot americano no puede proferir, alrededor del mundo y sin calendario fijo.

Shaun tiene un alma grande y libre encerrada en su voluminosa cáscara de piel. Habla hasta con los árboles y con las piedras, y colecciona saludos y acentos de cada lugar que le enamora. A lo largo de su recorrido ha recibido los flechazos de la costa del Pacífico en Costa Rica, de la sierra colombiana, de la Amazonía ecuatoriana, de las ruinas de Machu Picchu, o de la ciudad de Buenos Aires. Un yeti con el corazón grande es un yeti enamoradizo. Y cada vez que sus latidos se quedan atrapados en un rincón, decide quedarse a disfrutarlo un tiempo. Semanas. Hasta meses. También colecciona paisajes, para prepararse profesionalmente para la próxima etapa de su vida, en la pretende dedicarse al asesoramiento en ingeniería ambiental, en el que se formó antes de acudir a la llamada del Tío Sam, primero, y a la de su yo más salvaje, después.

El americano que emprendió la vuelta al mundo en moto llegará pronto a Sevilla. Nadie sabe cuándo, ni siquiera él mismo, porque depende ahora de la renovación de la documentación de su cabalgadura y de la venta de su coche en Estados Unidos, para seguir financiándose un viaje en el que hace pequeños trabajos esporádicos para amortiguar la merma de sus ahorros.

Cruza emails con una pareja de andaluces a los que conoció en Playa Cocos, en Nicaragua. Aquel día de primavera acordaron renovar con unas cruzcampos la amistad que había surgido con unas toñas heladas.

¡Cuidado! Cualquier día de estos puede aparecer por la Resolana. Acérquese, háblele. El único riesgo que corre es que le contagie su pasión por conocer el mundo, y que él se enamore de una ciudad que lo merece.