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La infancia en el cuerpo equivocado

La Ley de Transexualidad, paralizada hace meses, trata de proteger los derechos de los menores transgéneros. Profesionales recomiendan dejar a los niños expresar libremente su identidad para su desarrollo emocional.

el 20 jul 2013 / 23:30 h.

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No les gustan los juguetes que les regalan ni la ropa que les hacen vestir, se sienten incómodos con el baño al que tienen que ir en el colegio –donde suelen arrastrar problemas de conducta e integración– y cuando en la pubertad “su cuerpo empieza a cambiar para donde no es” llega “la frustración”, el sufrimiento” hasta el extremo de “conductas autodestructivas”. Son chicos y chicas que pasan su infancia y adolescencia atrapados en el cuerpo equivocado y teniendo que hacer frente a unos padres cuanto menos desorientados, si no les rechazan directamente. Necesitan la ayuda de la medicina para frenar el desarrollo que les impone la biología y adaptarlo a su auténtica identidad de género, unos tratamientos que al ser en algunos casos irreversibles o afectar al crecimiento les están vetados hasta la mayoría de edad. Mientras, los menores transexuales deben convivir con una imagen que no se corresponde con sus sentimientos y con un entorno formado por familiares, profesores, amigos y conocidos que se debate entre el rechazo directo, la ignorancia de la situación o la creencia en que “ya se les pasará”. En Andalucía, el sistema público de salud incorporó en 1999 la atención integral a las personas con disforia de género, incluyendo en la cartera de servicios los tratamientos hormonales y quirúrgicos así como los exámenes y atención psicológica previos para someterse a ellos. Desde entonces, la Unidad de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) del hospital Carlos Haya de Málaga –la única existente– ha realizado 472 operaciones de cambio de sexo (46 en el último año), un último paso que no todos deciden dar. El protocolo exige –también en la sanidad privada– ser mayor de 18 años para someterse a esta cirugía y mayor de 16 para comenzar la hormonación, ya que ambos procesos son irreversibles. Sin embargo, la psicóloga y sexóloga Maribel García Cantero, que colabora con la Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA), explica que “las personas en torno a los dos o tres años comienzan a percibir su identidad de género, a esa edad los niños y niñas aprenden a identificarse y a identificar a las demás personas según su sexo. A partir de los cuatro o cinco años, aproximadamente, es cuando empiezan a entender que el sexo es algo estable y saben que siempre serán un niño o una niña”. Por eso, en caso de transexualidad, no es raro que “desde una edad muy temprana manifiesten de forma fehaciente que su identidad no coincide con el sexo asignado al nacer”. La UTIG de Málaga –los colectivos de transexuales llevan años demandando que se elimine de su nombre la palabra trastornos– está formada por un equipo multidisciplinar de especialistas en Endocrinología, Psiquiatría, Cirugía Plástica y Reconstructiva, que hacen una evaluación clínica diagnóstica previa del paciente antes de iniciar, si reúne los requisitos, el tratamiento farmacológico y en última reasignar el sexo quirúrgicamente. También existe un seguimiento posterior igualmente multidisciplinar. Pero ¿cómo se aborda la situación hasta que llega la edad para iniciar el tratamiento? El actual Gobierno de PSOE e IU se comprometió en esa legislatura a aprobar una Ley Integral de Transexualidad cuyo principal punto polémico –que llevó a IU a retirar el Anteproyecto in extremis del Parlamento el pasado febrero– es precisamente el tratamiento de los menores. La norma, además de despatologizar la transexualidad desde el punto de vista sanitario y descentralizar la atención para que algunos exámenes y tratamientos previos no se hagan solo en el Carlos Haya, pretende proteger legalmente los derechos de los menores en el ámbito sanitario o escolar. Esta semana, la presidenta de ATA, Mar Cambrollé, tiene previsto dar un toque de atención porque el proyecto está “paralizado” pese a las promesas de reuniones conjuntas para impulsarlo. A principios de año, ATA creó un área de familias de menores y jóvenes transexuales que coordina Eva Witt, germen de una asociación nacional que se acaba de fundar y que también preside Witt porque “muchas familias de fuera de Andalucía acudían a nosotros a pedir ayuda”. Esta área tiene convenios con la Confederación de asociación de padres de alumnos y los Colegios de Psicólogos y Abogados para formar al profesorado que “no es tan progre como dice” y ayudar a padres a denunciar casos que precisamente la futura ley prevé evitar, como colegios que impiden a sus hijos transexuales usar del baño del sexo con el que se identifican o vestir el uniforme que desean. También cuentan con un servicio de asistencia psicológica y ayuda jurídica para trámites como pedir la orden judicial que se exige para que un menor, y solo a partir de los 16 años, comience a hormonarse. “Es una barbaridad porque un juez no tiene ni idea y como padres tienes que emancipar a tu hijo cuando con 16 años una chica puede abortar y con 15 aumentarse el pecho”, replica Witt. Igualmente entiende que “los niños no pueden operarse, hay que esperar que sean mayores y decidan” ya que “por ejemplo, para que una vagina crezca al ritmo de la persona tiene que tomar vasodilatadores y se pierde funcionalidad, no sienten igual que con sus genitales originales, aunque muchos lo pasan tan mal de verse con un sexo con el que no se identifican que lo prefieren”. Sin embargo, sí aboga por permitir que tomen bloqueadores de hormonas desde más jóvenes porque “eso sí es totalmente reversible, nada más dejan de tomarlo vuelven a desarrollarse según su sexo biológico” pero ayudan a los adolescentes a afrontar esa etapa “y ya hay ensayos clínicos que demuestran que no afectan al crecimiento”. Witt critica que no hay acuerdo claro sobre la edad mínima para permitir tomarlos. “Unos dicen 16, otros 14 y otros aluden no a una edad concreta sino al estadio de madurez en el desarrollo de la pubertad, que depende de cada persona” relata desde la experiencia. “Mi hija [se siente niño] si espera a los 14 años su cuerpo ya es de toda una mujer”. Es el momento más delicado porque se hacen más visibles los rasgos biológicos de un sexo con el que no se identifican. Su consejo como madre es “asumirlo y no pensar que se le va a pasar o que si no se le permite expresarlo, no se meterán con ellos, porque entonces lo que hacen es interiorizar el sufrimiento”. “Nuestra experiencia con los colegios es que cuando se dice todo a las claras se acabaron los problemas, los problemas vienen cuando los profesores no ayudan o directamente lo rechazan y los niños y los padres lo niegan”. La psicóloga Maribel García Cantero también deja claro que “lo adecuado es permitir que puedan expresarse libremente para facilitar su desarrollo personal”, que en la práctica supone “llamarles por el nombre por el cual se identifican, permitir que vistan y se comporten conforme a su género deseado” y si aparecen dificultades para entender a su hijo, lo rechazan, niegan o se sienten culpables, pedir asesoramiento y ayuda profesional. Lo contrario, asegura García Cantero, puede ser “fuente de frustraciones, conflictos y sufrimiento” que en último extremo lleven a “conductas autodestructivas”. El apoyo emocional desde el ámbito familiar, escolar y social es la principal arma contra insultos, discriminación y acoso.

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