Cuaresma 2019

1889: El año que la Esperanza de Triana se estrenó en la Madrugá

Aquella extraordinaria Semana Santa, el Cachorro procesionó sobre las andas que hoy pertenecen a San Esteban, la Merced lució retocada por Jiménez Astorga y la Carretería se incorporó definitivamente a la tarde del Viernes Santo

23 mar 2019 / 13:13 h - Actualizado: 23 mar 2019 / 13:23 h.
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  • Imagen de la Esperanza de Triana, a finales del siglo XIX.
    Imagen de la Esperanza de Triana, a finales del siglo XIX.
  • La Virgen de la Esperanza de Triana acompañada de San Juan y de la Magdalena.
    La Virgen de la Esperanza de Triana acompañada de San Juan y de la Magdalena.
  • El paso del Cachorro de Olaya y Golea en 1889.
    El paso del Cachorro de Olaya y Golea en 1889.

El de 1889 fue un año cálido, tanto que en Australia se registraron las temperaturas más altas de su historia durante un invierno. Además, el 31 de marzo se estrenó la Torre Eiffel de París, todo un símbolo de occidente, y el 1 de abril se oficializó la ciudad japonesa de Yokohama, otro emblema destacable, aunque en este caso oriental. En cuanto a los nombres propios, no podemos olvidar los nacimientos de Manuel Font de Anta, músico y compositor de marchas procesionales, y de Charlie Chaplin y Adolf Hitler, tan «lejanos y cercanos» a la vez. O los fallecimientos de Silverio Franconetti, maestro de la seguirilla gitana y empresario del flamenco, y Manuel Tamayo y Baus, autor del drama sobre Juana la Loca que inmortalizara a Aurora Bautista. Asimismo, 1889 fue el año de la apertura de la fábrica de neumáticos Michelin, del alumbramiento del The Wall Street Journal y de la fundación del Real Club Recreativo de Huelva. En cuanto a Sevilla, más allá del reclamo turístico que venía suponiendo desde antiguo su patrimonio, la Semana Santa continuó despertando elogios en todos los rincones del mundo. Un buen ejemplo lo tenemos en la portada del diario La Unión Católica, editado en Madrid durante el período de la Restauración, y fechado el 14 de abril de ese mismo año. Decía así: «Pocos años antes de morir, el venerable Pío IX, departiendo amistosamente con un peregrino español, muy conocido y estimado de todos los católicos madrileños, le habló largo y tendido de las fiestas de Sevilla, manifestando sentimiento por no haberlas presenciado durante su larga y gloriosa carrera». Por si alguien no lo ubica, Pío IX —o Pío Nono— fue el 255 Papa de la Iglesia católica, y su pontificado, de 31 años y 8 meses, ha sido el más largo de la historia de dicha institución, exceptuando el de San Pedro.

Un ramillete de novedades

¿Y qué ocurrió durante esa Semana Santa a la que podríamos calificar de ‘extraordinaria’ por muchas y diversas razones? Por lo pronto, el mencionado 14 de abril, tras varios años sucediendo a cofradías como Los Negritos o Las Penas, los hermanos de la Amargura volvían a hacer estación de penitencia en solitario, dándose la circunstancia de que ambos pasos iban ya acompañados por nazarenos blancos —una norma instaurada cuatro años atrás— y con el acompañamiento musical de la banda de la O en el palio. Asimismo, en el capítulo de estrenos, aquel Domingo de Palmas despuntaron cuatro bocinas y una túnica para el Señor del Silencio; a este respecto cabe apuntar que la regularidad en las salidas durante la penúltima década del siglo XIX se debió, fundamentalmente, a los fondos provenientes de la explotación de sillas y palcos de la plaza de San Francisco, que en forma de subvención llegaron puntuales cada ejercicio. Si bien al año siguiente, 1890, el montante se consideraría insuficiente, obligando a la corporación de San Juan de la Palma a permanecer en su templo. En cuanto al Miércoles Santo, la hermandad del Cristo de Burgos dio inicio a la jornada con un único paso, repitiendo las buenas sensaciones dejadas en los últimos tiempos. Esta hermandad, con sede en la parroquia de San Pedro, surgió tras el intento por parte de unos devotos de reorganizar la extinta cofradía del Santo Sudario, sita en San Antonio de Padua, y cuya imagen titular se atesoraba en el Salvador, según explica Juan Carrero en sus Anales de las Cofradías Sevillanas. Corría el año 1882 y, pese a sus súplicas, el párroco de la Colegial se negó rotundamente a que la talla abandonase su sede, impulsando a los interesados a buscar otra opción. Dado que las gestiones prosperaron en la de San Pedro, la nueva corporación tuvo su puesta de largo el Miércoles Santo de 1884, con un misterio presidido por el Crucificado y acompañado de Madre de Dios de la Palma, que se presentaba ese año. En el caso que nos ocupa, 1889, la Virgen estrenó saya, noticia recogida por la prensa de la época. Otra de las hermandades que sacaba un único paso por aquel entonces era la de las Siete Palabras, por cierto, similar en cuanto a composición al del Cristo de Burgos. Bien distinto era el misterio de las Cigarreras, que en 1885 volvió a las calles tras tres años de ausencia, por obras en su capilla de los Terceros. El año de 1889, además, la Virgen de la Victoria lució saya y manto de terciopelo negro bordados en oro, obra de Emilio Salvador Ibarra. Y cerrando la nómina, figuró la cofradía del Calvario, otra de las novedades de la década junto a la de San Pedro. En este caso, rememorando la desaparecida corporación del Santo Ecce-Homo, Santo Cristo del Calvario y Nuestra Señora de la Presentación, de la que formaron parte los mulatos. Una hermandad cuya primera salida tendría lugar en 1888 con un único paso, y que al año siguiente efectuaría su última estación en la tarde del Miércoles Santo. Y es que el destino, en forma de lluvia, la llevaría a ocupar un hueco en la Madrugada de 1890 que continúa hasta hoy.

La Merced luce nuevo rostro

El Jueves Santo de 1889 también destacó por acoger, un año más, a los cofrades de la Hiniesta, por cierto la hermandad con más cambios de día en la historia de la Semana Santa. En esta ocasión, la hermosa imagen mariana acompañó al Cristo de la Buena Muerte en el misterio, siendo acompañados por nazarenos con túnicas blancas, antifaz negro y capa del mismo color. Mientras que el segundo paso fue el alegórico del Triunfo de la Santa Cruz, con seis llamativas figuras custodiadas por cofrades con túnicas de cola. Ese día, la hermandad de San Julián precedió a las de Montesión y la Trinidad, que estrenaba insignias y reformas de las vestiduras de su Centuria Romana —por aquel entonces muchas hermandades las poseían—. En cuanto a Pasión, la gran novedad del día fue la restauración de la Virgen de la Merced, reencarnada por Gumersindo Jiménez Astorga, quien asimismo le retocó el cuello y realizó nuevas manos. Ese año sus hermanos ya habían podido disfrutar durante el septenario de unas coplas compuestas por el zarzuelista Federico Liñán —«compositeur distingué de Sëville», en palabras del francés Achille Fouquier—, que hoy forman parte de su riquísimo patrimonio musical.

De la túnica ‘de los Cardos’ al paso del Cachorro

En cuanto a la Madrugá, las noticias de ese año fueron la ausencia del Silencio —no volvería a abrir la jornada hasta 1892—, y la incorporación de la Esperanza de Triana, tras treinta y dos años sin pisar las calles. Por cierto que esta salida se pudo llevar a cabo una vez que la hoy denominada hermandad de la Carretería pidió abandonar la Madrugada del Viernes Santo para pasar a la tarde, ello debido a los litigios habidos con la del Gran Poder. Así, tras solicitar en el cabildo de toma de horas ocupar ese puesto, y ser aceptada, jamás ha dejado de salir en dicha jornada. En cuanto a la Macarena, 1899 pasaría a la historia por ser el año del estreno de la túnica ‘de los Cardos’, extraordinaria obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda para el Señor de la Sentencia. Ya el Viernes Santo tarde, y al margen de la incorporación de la Carretería, la gran novedad fue el rico paso del Cachorro diseñado por Antonio Cruz Gómez y dorado por Olaya y Govea —por entonces acompañado de una Centuria Romana— que hoy atesora la hermandad de San Esteban. Unas andas que al año siguiente participarían en el Santo Entierro grande precedidas por nazarenos con túnicas negras de cola, y que llamaron la atención por su acentuado barroquismo. Tras la Virgen del Patrocinio, aqeulla tarde a los sones de la Sociedad Musical de Castilleja de la Cuesta, le tocó el turno a los cofrades de la O, cuyo Nazareno se sumaría también al magno evento de 1890; San Isidoro, con los candelabros de guardabrisa de estreno, y Montserrat. Esta última estrenaba el palio actual, bordado por Consolación Sánchez y con diseño de Emilio Pizarro Cruz, que fuese enriquecido en 1930 por las Religiosas Adoratrices, y pasado a nuevo terciopelo en 1974 y 1998. Por su parte, la Sagrada Mortaja lució restauradas las imágenes de los Santos Varones, los cuales formarían parte de la lista elaborada por la corporación de San Gregorio meses después. Esta, por cierto, volvería a hacer estación en 1889 tras varios años de ausencia; noticia recogida por La Ilustración Española y Americana, en la que se la describía como «antiquísima», «famosa» y con abolengos «de alto valor». Y como colofón a una Semana Santa espléndida, la Virgen de la Soledad volvió a poner el broche de oro desde su parroquia de San Lorenzo.