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Muere Rafael Blanco, el vecino de Alcalá que actuó en el fuego del 73

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
20 mar 2017 / 14:43 h - Actualizado: 22 mar 2017 / 14:19 h.
"Cofradías","El Cachorro","Cuaresma 2017"

Fueron las lágrimas de Carmen, una vecina de la calle Castilla, las que al grito de «¡está ardiendo el Cachorro!» conmovieron a Rafael Blanco Guillén aquel 26 de febrero de 1973. Como empleado del polvero que había frente al templo, este joven de Alcalá de Guadaíra, de 27 años, casado y a la espera de dos hijos, decidió subir por la ventana lateral tras romper los cristales con la rodilla, tenía por ello una cicatriz. Una vez dentro, logró apagar el fuego que afectaba a las piernas del Cristo de la Expiración con el agua de un jarrón. El sábado nos dejaba a los 72 años el héroe de la calle Castilla por el que Sevilla sigue rezando al Cachorro cuatro décadas después de aquel incendio en el que, lamentablemente, pereció la Virgen del Patrocinio. «Me emociona mucho. Saber que estuvo a punto de desaparecer, se me ponen los vellos de punta», decía siempre. En 2013 obtenía el agradecimiento del arrabal con el título de Trianero Adoptivo en la Velá de Santa Ana.

Hermano del Cautivo de Alcalá de Guadaíra y ferviente devoto del Cachorro, Rafael llevaba meses enfermo. «Se ha ido apagando poco a poco y sin dejar de nombrar al Cachorro y a su Cautivo, pues en la mesita de noche tenía la réplica que le regaló la cofradía trianera y el cartel de su devoción local», ha recordado su hijo, Rafael Blanco García, que ha agradecido el cariño recibido estos días por el mundo cofrade, en especial por la hermandad del Cachorro y su cofradía del Cautivo, en la que su padre ejercía de diputado de caridad. De hecho, el próximo día 31 se celebrará, a las 20 horas, una misa por su alma en la iglesia de San Sebastián de Alcalá de Guadaíra. En el Cachorro será tras la Semana Santa. «El estandarte de la hermandad llevará luto y los pasos del Cautivo y la Esperanza portarán crespones» el próximo Miércoles Santo. Eso sí, muchos echarán en falta su silueta cuando salga la cofradía y no sea él quien descorra el cerrojo del templo alcalareño.