Agua fresca para calmar su Sed

La hermandad de Nervión sufrió en su largo recorrido hacia el centro por anchas avenidas todo el peso de la calor del Miércoles Santo previo a su cincuentenario

28 mar 2018 / 20:28 h - Actualizado: 29 mar 2018 / 00:26 h.
"Cofradías","Miércoles Santo","La Sed","Semana Santa 2018"
  • El crucificado de La Sed se acerca a la Campana por Javier Lasso de la Vega. / Jesús Barrera
    El crucificado de La Sed se acerca a la Campana por Javier Lasso de la Vega. / Jesús Barrera
  • El agua para calmar la sed de los costaleros fue ayer especialmente necesaria. / Jesús Barrera
    El agua para calmar la sed de los costaleros fue ayer especialmente necesaria. / Jesús Barrera

Ya casi se vislumbra la fecha y muchos vecinos de años en Nervión aún lo recuerdan. En 2019 se cumplirá el cincuentenario del nacimiento de esta corporación que cada año acerca a la Carrera Oficial dos tallas cargadas de devoción de dos imagineros vivos, pero de una categoría incuestionable.

El Cristo de La Sed que gubiara en 1970 Luis Álvarez Duarte, con su inconfundible mirada al pueblo pidiendo ayuda, reclamando ese agua que lo calme, parecía más sediento que nunca. El calor que lo recibía a las puertas de la parroquia de la Concepción apenas era soportable por los cientos de personas que se dieron cita a uno y otro lado de su puerta, la puerta del cielo.

Pero la salida comenzó con un pequeño incidente pronto subsanado por el prioste. Y es que tras alzarse la cruz sobre el monte de claveles golden –color buganvilla–, con la primera levantá ya en la calle que lleva su nombre, volvía a caer hasta quedar los pies de nuevo entre las flores. Solo fue un susto, pero con la de levantás que le quedaban en su discurrir por la ciudad en más de 14 horas era mejor asegurar bien el dichoso perno, o lo que fuese.

Pese a ir acompañado por segundo año por la banda de cornetas y tambores Nuestra Señora del Rosario de Cádiz, fue la banda de palio, el Carmen de Salteras, la que tocó su marcha homónima en la salida. Desde ahí, y antes de salir a la avenida Eduardo Dato para visitar a los hermanos de San Juan de Dios y a los enfermos y familiares internados en su centro, las calles más íntimas de su barrio aguardaban su paso.

Como esperaban a su Madre, Santa María de la Consolación Madre de la Iglesia y esos ojos que reflejaban más si cabe el cielo azul brillante del mediodía. Preciosa la Virgen que en 1969 tallara Antonio Dubé de Luque, que nunca la ha dejado de la mano. Consuelo de sus vecinos que un poco más adelante, por Cardenal Lluch, la esperaban con sus manos llenas de pétalos para enjugar sus lágrimas, para aliviar su pena –petalada que se repitió, entre otros puntos, en la calle Santiago–.

Pétalos que se unieron al primoroso exorno floral de su palio con gladiolos, calas, claveles, rosas de pitiminí y flor de arroz. Un diseño original y muy variado que se va repitiendo en muchas de las hermandades sevillanas, tanto en misterios y calvarios como en los palios, alejándose del rancio clasicismo, que también está bien, pero los tiempos evolucionan, en las flores como en todo.

A Ella también la esperaban con los brazos abiertos por San Juan de Dios, adonde llegó desde su salida de la parroquia con marchas de Pedro Morales a cargo del Carmen de Salteras, un bello homenaje de la hermandad de Nervión al compositor fallecido en el último año: Consolación, Virgen de Montserrat, Esperanza Macarena... hecho que repitió desde la Campana a la Catedral por toda la carrera oficial.

Aguaores voluntarios

Era tanto el calor que solo para el discurrir de esta hermandad, la empresa pública de Aguas de Sevilla, Emasesa, situó dos puntos de agua, uno en cada avenida, Eduardo Dato y Luis Montoto, esta a la altura del Acueducto. También había en el recorrido de San Bernardo y El Baratillo, gran trabajo y muy necesario tanto para nazarenos como para quienes ven pasar la cofradía.

Y es que para aliviar la Sed y ser Consuelo de quienes más lo necesitan sale a la calle esta hermandad de Nervión con casi medio siglo de vida. Ya 1.700 nazarenos y creciendo. ¿Quién puede resistirse ante la mirada directa de Jesús y los ojos azules de su bendita Madre?