La del encuentro de las Esperanzas, la de las carreritas, la de aquella Madrugá de tiritera y bufandas que mandó a más de un armao a su casa, la del conflicto entre La Lanzada y Los Panaderos, la de la visita del Rey... Siempre hay alguna circunstancia que marca para la historia cada Semana Santa. Algún evento, casi siempre inesperado, que las señala para siempre. La de 2017 tiene todos los visos de recordarse inevitablemente como la de la calor. Cierto es que en la memoria colectiva de la ciudad se guarda el recuerdo, todavía reciente, de jornadas procesionales con temperaturas casi veraniegas, cirios arqueados y golpes de calor que diezman las filas nazarenas, pero pocos recuerdan una Semana Santa tan severamente castigada por los rigores del termómetro de Ramos a Pascua, al menos eso anticipan los pronósticos. De ser el mejor aliado de las hermandades, el tantas veces implorado sol se ha convertido definitivamente este año en un serio problema de logística e intendencia para casi todas las cofradías, especialmente las de largo recorrido. El sofocante calor despuebla la Carrera Oficial durante las primeras horas de la tarde, retiene al público en sus casas en las horas centrales, multiplica el trabajo de aguadores y auxiliares de la cofradía, dispara la venta de protección solar y convierte en una peligrosa pista de patinaje aquellas calles donde ya se acumula la cera. Para colmo, ayer se vivió la jornada más calurosa de la semana, 31 grados oficiales, lo que también provocó un nutrido éxodo playero en las carreteras que confluyen en el litoral onubense y gaditano. Ellos se lo pierden.
A todos estos imponderables se enfrentó la hermandades de La Sed, la primera en echarse ayer a la calle, tras una larga noche en la parroquia de la Concepción donde se han grabado planos con un dron. El cortejo de los nazarenos de Nervión anticipó su llegada a las calles del centro para buscar el refugio de las zonas más umbrías. Tocado con potencias y la corona de espinas que le realizara Luis Álvarez Duarte, el Crucificado de la Sed se yergue sobre un tupido monte de crisantemos color sangre de toro. Buen estreno tras el paso el de la banda del Rosario de Cádiz, que descuella por su potencia musical. El realizador Carlos Valera prepara una película de la hermandad con motivo de su cincuentenario en 2019, de ahí la presencia de una cámara subjetiva situada estratégicamente tras el llamador del palio que promete haber captado secuencias y planos de lo más sorprendentes.
En Omnium Sanctorum, la cofradía del Carmen ha optado por ocultar con sábanas de color marrón toda esa profusión de señales que circundan la parroquia, pero lo que más afea la estampa de la salida es un horrendo andamio televisivo de varias alturas plantado en medio de la calzada frente a la puerta del templo. La cofradía carmelita saca este año el número más alto de nazarenos de su historia: 480. El Señor de la Paz sufre un problema con las potencias en el interior de la Catedral y es despojado de ellas. Ya de regreso a su sede, el cortejo de las Negaciones de San Pedro discurre por vez primera ante el convento de Santa Ángela de la Cruz, donde el Señor de la Paz y la dolorosa del Carmen reciben las oraciones de las sucesoras de Madre Angelita.
El sol cae de plano cuando los esforzados nazarenos de San Bernardo descienden el puente camino de la calle San José. Es un día especial en el viejo arrabal torero, de reencuentro de sus antiguos pobladores, aquéllos que tuvieron que exiliarse del barrio cuando las casas comenzaron a caerse a pedazos y pocos podían hacer frente a la carestía de las modernas viviendas. Su refinado sello clásico, su asentado e invariable itinerario y su molde de cofradía antigua, popular a la vez que severa, convierte a San Bernardo es una de esos cortejos imprescindibes de la Semana Santa. La voz adusta de los Villanueva, el son marcial de la escolta del Regimiento de Artillería, el clásico exorno floral de ambos pasos, el cuidado repertorio musical, ajeno a las modas, y la singular impronta torera de su paso de palio sirven de complemento a una cofradía cuya puesta en escena parece haberse congelado así que pasen los siglos.
Tras presidir por la mañana la misa ante los pasos y bendecir el nuevo estandarte sacramental de la cofradía, el cardenal Carlos Amigo asiste a la salida de su cofradía del Buen Fin desde el interior del antiguo convento de San Antonio de Padua. A sus casi 83 años, fray Carlos pasa unos días en el santuario de Loreto en Espartinas «ayudando a los frailes». Los penitentes de la cofradía franciscana forman este año tras el paso del Crucificado. También se han agrupado a todos los monaguillos, más de 50, ante las andas del Cristo, que hunde su cruz en un cuidado monte floral de claveles y rosas de color rojo y astromelias burdeos festoneado de cardos y espinos. Exquisito también el variado exorno del paso de Virgen, en el que se han incluido flores de palma que vienen expresamente de Elche.
Sale en San Martín el barco gótico de la Lanzada y suena, estremecedor, el Toque de Oración en memoria de los hermanos fallecidos, con especial recuerdo a Manuel Garrucho, el sempiterno sacristán de «barba blanca y coleta» fallecido el pasado 30 de mayo, como lo recordaba ayer el capataz Ismael Vargas. Primoroso el exorno de rosas champán del palio de la Virgen del Buen Fin, que viste un manto liso burdeos cedido por San Esteban tras quedar inutilizado el suyo en la lavandería.
La marea azul de nazarenos del Arenal ha pegado un nuevo estirón. Hasta 1.812 salen este año revestidos de añil de la capilla del Baratillo, donde la Virgen de la Piedad pasea por vez primera su rejuvenecido rostro tras la acertada restauración de Miñarro. En la calle Adrianos el saetero Manuel Lombo pone voz a los versos del pregonero Alberto García Reyes: Tu destino es un miura/ que escarba la sepultura/ del Señor del Baratillo... No sin cierto suspense, la Virgen de la Caridad reestrena su manto color berenjena tras la maravillosa restauración realizada en el taller de Sobrinos de Caro. La prenda no llegó hasta la calle Adriano hasta el Sábado de Pasión. Claveles rosas y azahar adornan el palio baratillero, que con andares trianeros y pasitos atrás despierta la ovación de la Campana a los sones de Caridad del Guadalquivir.
No es habitual en una cofradía de negro, pero los canastos de los diputados de tramo del Cristo de Burgos van cargados de botellas de agua fresca y caramelos de glucosa para cuidar a los hermanos nazarenos. La cofradía mantuvo a su regreso finalmente su itinerario por el lado derecho de la plaza Cristo de Burgos pese a la presencia en esa zona de varios puestos de venta ambulante que la hermandad había considerado un «agravio» para el decoro y la dignidad de su recorrido procesional. El teniente de alcalde burgalés ostenta la representación del Ayuntamiento castellano ante las severas andas del Crucificado de San Pedro, que hunde su cruz en un bello monte de lirios. Carmen Castreño y Alberto Díaz representan al Consistorio sevillano ante el paso de Madre de Dios de la Palma, cuyo paso se adorna con los clásicos claveles blancos y tras el que la banda de Tejera desgrana un repertorio digno de la mejor antología de música procesional.
150 años se cumplen desde que los estilizados nazarenos de las Siete Palabras recuperaran su actual túnica, hábito que ya figura descrito en las Reglas de 1595 y que se tiene como el más antiguo de la Semana Santa de Sevilla. Lirios morados exornan el paso de plata del Señor de la Divina Misericordia, del que siguen ausentes las águilas bicéfalas sustraídas de un almacén en el célebre robo de 2012 en el que también desaparecieron las bambalinas de plata del antiguo paso de la Virgen de la Cabeza. Joaquín Gómez, vestidor de la hermandad, ha logrado dotar al romántico Calvario de San Vicente de un acentuado aire decimonónico, inspirándose en viejas fotografías para calcar la vestimenta de las Marías. Antiguos componentes de la banda de la Policía Armada anteceden a los componentes de la banda Esencia tras el misterio. En un guiño a la vecina hermandad de la Vera-Cruz con motivo del 75 aniversario de su dolorosa, suena la marcha Virgen de las Tristezas, de Pedro Braña, para el palio de la dolorosa de la Cabeza.
Se cumplen 25 años de aquella permuta entre la Lanzada y los Panaderos que envió a la cofradía de la calle Orfila del cuarto al último puesto de la nómina, una modificación que desde entonces sólo les ha deparado dolores de cabeza, especialmente a la hora de organizar un cortejo que se forma en tres emplazamientos diferentes. Cuando la restaurada Cruz de Guía de los Panaderos se adentra en la Campana el retraso acumulado alcanza los 15 minutos. Primoroso el exorno floral de ambos pasos, obra de Floristería Los Claveles. La Semana Santa de la calor atraviesa su ecuador con la temperatura emocional por las nubes.