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Aquel niño que necesitó Siete Palabras para ser cofrade

La cofradía de San Vicente regaló momentos íntimos en su recorrido por las calles Baños y Goles. Los más pequeños fueron los protagonistas

Manuel Pérez manpercor2 /
29 mar 2018 / 01:09 h - Actualizado: 29 mar 2018 / 01:12 h.
"Cofradías","Miércoles Santo","Las Siete Palabras","Semana Santa 2018"
  • El Señor de la Divina Misericordia sobre un monte de tulipanes y astromelias moradas en su paso de plata al salir de San Vicente. / Fotografías: Diego Arenas
    El Señor de la Divina Misericordia sobre un monte de tulipanes y astromelias moradas en su paso de plata al salir de San Vicente. / Fotografías: Diego Arenas
  • Un penitente carga con cuatro cruces de madera en su estación de penitencia.
    Un penitente carga con cuatro cruces de madera en su estación de penitencia.

El sol hacía solo unos minutos que se escondió por el Aljarafe. Un niño esperaba en su carrito, con los ojos ya cansados. Su bostezo indicaba que ya se hacía tarde, que ya era hora de coger la cama. Otros niños algo más juguetones formaron cierto escándalo desde uno de los balcones de la calle Goles.

Pero el cortejo de las Siete Palabras es un cortejo lleno de contrastes. Del silencio de la Divina Misericordia a la alegría del palio de la Virgen de la Cabeza. Un cortejo coqueto, de túnicas de antaño. De hecho, las de las Siete Palabras son las túnicas más antiguas de Sevilla. «Nazareno, dame un caramelo», canturreaban los niños desde el balcón. Uno de ellos gritó «¡Ahí viene la carroza!» cuando llegó el plateado paso del Nazareno de la Divina Misericordia, lo que provocó una contenida carcajada entre el público.

A los sones del Stabat Mater, pasó en un abrir y cerrar de ojos esta imagen que dirigía su mirada hacia un monte de tulipanes y astromelias moradas. Aquel niño del carrito seguía bostezando casi sin entender nada. Pero por sus claros ojos ya estaba entrando la luz de una hilera de cirios al cuadril que se humillaban de vez en cuando para servir cera a otros críos que llenaban de alegría ese momento.

Mientras tanto, el misterio de las Siete Palabras avanzaba por Baños con sones macarenos. Esencia, cuyo toque clásico emula a la inconfundible Centuria, interpretaba La Sentencia de Cristo para tocar después Macarena de Bienvenido Puelles. No es baladí, pues el núcleo fundador de la banda la componen viejas glorias de las cornetas macarenas.

El crucificado, a una altura mucho más baja de lo habitual para salvar los cables del tendido eléctrico, mantenía un diálogo con la Virgen de los Remedios y San Juan. «Hijo, ahí tienes a tu madre. Madre, ahí tienes a tu hijo», dijo el Señor.

Mientras llegaba el palio de la Virgen de la Cabeza, este crío que luchaba para no quedarse dormido en su carro se levantó. Él también quería caramelos y estampitas. Mientras besaba a su madre, el niño empezaba a fantasear con la cantidad de cirios que desfilaban ante sus ojos. Una auténtica fiesta para los críos que buscaban engrandecer sus bolas de cera y que provocó que algún que otro niño saliera corriendo para evitar el chorreón de cera caliente.

Con Madrugá Macarena reviró el palio de la Virgen de la Cabeza entre Baños y Goles. Desde Torneo, la brisa del Guadalquivir luchaba por apagar parte de la candelería, aunque sin mucho éxito. Tras el palio, el piquete de honor de la Guardia Civil, que volvía a las Siete Palabras tras 19 años de ausencia. Y aquel niño volvió a su carro, desde donde dormitaría el sueño de un pequeño que aprendió a ser cofrade con las Siete Palabras del Señor en la Cruz.