{La primera sesión de las presentaciones no se libró ayer de un retraso. Durante 45 minutos sufrió un receso cuando le tocaba presentarse a Málaga-La Caleta porque el poni que tiraba un carro se desbocó y lo volcó con los niños que llevaba a la altura de la calle Almonte, principio de este recorrido conjunto que realizan las hermandades para llegar a la puerta de la ermita y presentarse ante la Blanca Paloma. Uno de los pequeños fue atendido en el hospital de la aldea y trasladado posteriormente al Virgen del Rocío para su observación, con «un traumatismo craneoencefálico de leve a moderado».
Este susto y sus consecuencias no frenaron las emociones al llegar ante la ermita, ya reconocida como santuario nacional. Hermandades más modestas, más modernas pero con la misma devoción y la misma entrega que la primera. Lo demostraron, con creces, los romeros más jóvenes del Aljarafe. «Que sí, que sí, que Valencina ya está aquí», cantaban con fuerza mientras que su carreta quedaba bajo la concha peregrina de la ermita, donde aguarda una nutrida representación de la hermandad Matriz, encabezada por su presidente, Juan Ignacio Reales.
Valencina cuida cada detalle. Su carretero, Rafael Santos, se afana para que los bueyes anden hacia atrás y el Simpecado no le pierda la cara a la Blanca Paloma, que aguarda en su paso de salida a los primeros peregrinos. Muchos entran para abrazar la reja y postrarse ante Ella. Sobre todo, para dar gracias. «Es una satisfacción tan grande la que tenemos al llegar aquí, que no tenemos palabras para explicarlo», se sincera un romero, que lleva en su mano un puñado de velas para poner en la sala votiva. «Todas tienen nombres y apellidos», añade sin más mientras que la comitiva de Valencina se aleja en paralelo a la marisma empujada por la fuerza de su gente. «El pueblo se vuelca con este día tan grande para la hermandad. Le hemos pedido a la Virgen que siga creciendo el espíritu en esta devoción tan importante entre los vecinos y que el año que viene volvamos con más gente», dice el alcalde del municipio, Antonio Manuel Suárez, que porta una vara en la delantera de la carreta. Junto a él está el flamante hermano mayor, Rafael Carlos Padilla, a quien la emoción del momento aún le dura. «Es nuestro segundo año de presentación como hermandad filial. Es un momento muy especial para todos. No hay palabras». También para los peregrinos de la hermandad de Salteras, que repiten el ritual de presentación y fervor mariano.
Los brazos en alto de los peregrinos de Santa Fe dan paso al tamboril y los cánticos encendidos de Albaida del Aljarafe. Sorprende la excesiva juventud de los caballistas, muchos niños, perfectamente ataviados con trajes cortos. Ello son garantía de futuro para esta novel filial que, por primera vez, cuenta con dos presidentes: Santiago López y Francisco García. Ambos acompañan al hermano mayor de este año. Juan Fraile lleva de la mano a su nieto de nueve años. Su cara lo dice todo. También sus palabras de cristiano y rociero: «El Niño se ha asomado y le ha dicho a su Madre ‘ahí vienen los albaidejos’. Esto es todo fe y nada más», concluye mientras que se marcha la carreta del Simpecado, adornada por primera vez con flores rojas y una miniatura de San Sebastián, patrón del pueblo. También marchan (ya de vuelta a casa) algunos peregrinos, como Raúl. No es del pueblo aunque lo siente como suyo: «Llegué por unos amigos y ya le estoy metiendo el veneno a mi hijo». Es la fuerza imparable de las nuevas filiales.