Bendecidos por la Soledad

La salida de la cofradía de San Buenaventura congrega a un público familiar en torno al café y la merienda en bares de Carlos Cañal.

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
14 abr 2017 / 20:13 h - Actualizado: 15 abr 2017 / 14:53 h.
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  • El paso de la Soledad de San Lorenzo, en la calle Carlos Cañal. / Teresa Roca
    El paso de la Soledad de San Lorenzo, en la calle Carlos Cañal. / Teresa Roca

En la puerta del antiguo horno de San Buenaventura hay menos gente de lo habitual. Le cuesta arrancar a la tarde del Viernes Santo. Aún así, dentro del bar, hay que esperar turno en la barra. La máquina del café no para. «Pónmelo para llevar, que quiero coger sitio para ver salir la cofradía», explicaba con prisas una señora de Alcalá de Guadaíra que iba acompañada de su marido, su sobrina y dos de sus nietos, de seis y once años. Iban dispuestos a disfrutar en familia de la tranquilidad que ofrece esta jornada.

Ellos fueron los primeros que se colocaron frente a la puerta de la iglesia conventual. Le siguieron el amplio equipo técnico de una productora nacional que se encontraba rodando un audiovisual de la Semana Santa. «Mejor aquí, que es donde se ponen los papis con los niños y se pueden ver las caras de emoción», indicaban entre rollos de cables, cámaras de todo tipo y micrófonos de gran calibre.

Con una puntualidad británica, a las 17.55 horas, se ponía en la calle la cofradía de la Soledad de San Buenaventura. Desde una de las ventanas enrejadas de la calle Carlos Cañal, brotaba una saeta a la Cruz de Guía que rememora aquella primitiva cruz de madera sobre una fosa común de fallecidos por la peste de 1649, en lo que se considera la protohistoria de esta hermandad franciscana. Es una de las tradiciones del Viernes Santo sevillano.

«¡No hay prisa, muy despacito!», arengaba el capataz mientras que la Soledad iba tomando la calle hasta casi bendecir las mesas de los comensales del antiguo horno. De nuevo la estética cuidada del tocado, las flores (rosas y tulipanes malvas) y la disposición de las manos, resaltaba aún más la hermosura de esta dolorosa que, como decía la letra de la saeta que le dedicaron al poco de salir, «va a pasear por Sevilla, solita en tu Soledad».