Guía cofrade: Cetro (276)

Es uno de los símbolos que tradicionalmente viene empleando la Iglesia Católica para representar iconográficamente a la Virgen María, independientemente de la advocación a la que se consagre

h - Actualizado: 17 nov 2017 / 08:36 h.
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  • La Virgen del Rosario de la Macarena, con cetro en mano derecha, en la última salida. / Alberto Calero
    La Virgen del Rosario de la Macarena, con cetro en mano derecha, en la última salida. / Alberto Calero

En esta nueva entrega de la Guía Cofrade ponemos la lupa en uno de los símbolos que tradicionalmente viene empleando la Iglesia Católica para representar iconográficamente a la Virgen María, independientemente de la advocación a la que se consagre. La imagen de la Virgen suele portar una serie de atributos que hablan de su realeza. Ya lo recoge el Apocalipsis (Ap 1, 12): «Una gran señal apareció del cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». La Mujer es la Virgen María. El Sol que la viste es la Santísima Trinidad. Ella aparece bañada con su luz deslumbrante, porque es la Hija del Padre, quien quiso que fuera concebida inmaculada. Así, Ella es también la Esposa del Espíritu Santo y la Madre de Jesús, el Hijo de Dios. Como se detalla, la Mujer lleva una corona sobre sus sienes y la media luna sobre sus pies. Ella es Reina-Madre, pues su hijo es el vástago del Rey David y el Rey de Reyes. Es habitualmente así, como solemos verla en las pinturas, esculturas e imaginería sevillana de nuestras hermandades, en especial las de Glorias. En sus manos, sostiene con la izquierda al Niño Dios, que porta a la altura de su corazón en otro simbolismo de entrega al Señor («He aquí la Esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»); mientras que en la mano derecha lleva un cetro como históricamente solían sostener los monarcas medievales en la ceremonia de proclamación de su reinado. En este sentido, la Virgen también lleva cetro incidiendo en el poder celestial y terrenal que ostenta como Reina y Madre de todo lo creado. El venerable Pío XII proclamó la fiesta litúrgica de la Realeza de María el 1 de noviembre de 1954 (Encíclica Ad caeli reginam). La iniciativa provino de los fieles a través de peticiones enviadas a la Santa Sede. En Sevilla, la hermandad de la Sagrada Cena fue precursora de esta causa en España.