Como en los cuentos de hadas

Esta es la historia de Macarena, la niña mexicana que ha dejado cien rosas a los pies de la Esperanza

08 may 2017 / 22:00 h - Actualizado: 09 may 2017 / 16:52 h.
"La Macarena"
  • La Virgen de la Esperanza tiene a sus plantas desde este viernes un ramo de rosas blancas, ofrenda por una promesa infantil cumplida. / El Correo
    La Virgen de la Esperanza tiene a sus plantas desde este viernes un ramo de rosas blancas, ofrenda por una promesa infantil cumplida. / El Correo
  • Como en los cuentos de hadas

Si acuden en estos días de mayo por la Basílica de la Macarena observarán que al pie de la embocadura del camarín de la Esperanza figura un gigantesco ramo de cien rosas blancas. Allí las dejó este viernes una niña mexicana de nombre Macarena, la misma que ven en la foto arrodillada a las plantas de la Virgen en el interior de su camarín y acompañada de sus familiares más cercanos. Mientras media ciudad apuraba sus horas de diversión en el Real de los Remedios, esta niña y su familia, llegados directamente desde el otro lado del Atlántico, acudían por la mañana a las plantas de la Esperanza para darle gracias a la Virgen y realizar una ofrenda en cumplimiento de una promesa infantil, justa correspondencia por un favor recibido.

La fotografía es realmente conmovedora. Macarena, con sus ojos grandes y oscuros, junta sus manos y engarza los dedos para mantener una íntima conversación con la Virgen a la que no hace falta ponerle palabras. Su rostro lo dice todo. La suya es una mirada casi de arrobo místico ante esa Virgen que tiene ante sí y que refleja sus facciones en dos grandes espejos en medio de aquella hermosa estancia plateada. Arrodillada a sus plantas con un fervor reverencial, la figura de esta niña se nos parece al de esas pastorcitas que fueron testigos, también por mayo, de las apariciones de la Virgen en Cova de Iria. Sus pupilas buscan en lo más alto encontrarse con los ojos marrones de la Esperanza. Después de varias horas de vuelo desde la ciudad mexicana de Guadalajara y de un traslado por carretera para conectar Málaga con Sevilla, al fin Macarena podía postrarse ante la «Reina» que le concedió su deseo.

A esta niña mexicana le fue diagnosticado un cáncer cuando contaba con cuatro o cinco añitos. Fue su madre, Marisol, que cuenta entre sus ascendentes con sangre sevillana, la que le mostró la estampa de una Virgen que se llamaba como ella y que vivía en España. «A Ella puedes rezarle». Macarena se quedó mirando fijamente aquella foto, reparando en la belleza de la Virgen, en su vestimenta, en las estrellas de color verde que salpicaban su pecho y en un detalle que llamó poderosamente su atención: la corona que ceñía sus sienes. Y fue entonces cuando la niña, aferrándose a la estampa que le había ofrecido su madre, selló su promesa. «Mira mamá, tiene una corona, como las reinas de los cuentos. Ellas siempre conceden lo que le piden, así que voy a pedirle que me ponga buena. Y si es así, un día le llevaremos cien rosas».

El desenlace de la historia ya lo pueden presuponer. Tras varios años de calvario médico y visitas a especialistas, en marzo pasado Macarena era declarada libre de cualquier rastro de enfermedad. En la Basílica de la Macarena se recibió entonces una notificación de esta familia de Guadalajara en la que contaban los pormenores de esta curación y anticipaban su deseo de trasladarse a Sevilla a cumplir la promesa de su hija.

Y dicho y hecho. Luis Miguel Martín Rubio, consiliario de la Macarena, fue el encargado de ejercer de anfitrión y cicerone de esta familia, que arribó a la Basílica en la mañana del pasado viernes. «Era la primera vez que pisaban Sevilla. La niña, que venía acompañada de su hermana, Paloma del Rocío, era un verdadero ángel. Con sus ojos, grandes y oscuros, lo miraba todo. Antes de subir al camarín, nos detuvimos delante del Señor de la Sentencia, que estaba en besamanos. ‘Éste es el Hijo de la Macarena’, le dije. Cuando ya accedimos al interior del camarín, toda la familia y los abuelos se arrodillaron en un lateral. La madre dirigió unos avemarías y una salves. La verdad es que una escena así te conmueve. Aquello era un mar de lágrimas. Después escucharon misa a las 11.30 horas y les llevamos al museo. Se quedaron impresionados. A mí particularmente me sobrecogió la fuerza de esta familia y la fe tan recia que les ha movido a llegar hasta aquí. Es de las cosas por las que merece la pena estar en las cofradías».

Lo más difícil de todo fue explicarle a Macarena que las rosas que desde esa mañana figuran a las plantas de la Virgen eran verdaderamente rosas y no ninguna otra especie. «Ella en su inocencia pensaba que las rosas que un día le llevaría a la Reina que le curó tenían que ser de color rojo o bien de color rosa, pero nunca pensó que había rosas blancas. Le tuvimos que explicar que aquí hay ciertos imperativos estéticos».

Y así acaba la historia de Macarena la niña que vino de México a cumplir una promesa.


«SON LAS COSAS DE LA VIRGEN»

El de Macarena no es el único relato de la intercesión de la Esperanza. Seguro que conocen la historia de Ángel, un macareno de 13 años que desde septiembre se encuentra en sillas de ruedas aquejado de un tumor conocido como sarcoma de Ewing. Su hermandad le paró los dos pasos en la calle Feria sólo unos días antes de que los oncólogos del Virgen del Rocío le intervinieran el pasado martes de Pascua para extirpar el tumor. Su padre, Rafael, da gracias a Dios por que después de la operación Ángel está «cien por cien libre de necrosis». El consiliario primero de la Macarena, Fernando Fernández Cabezuelo, asegura que a diario recibe algunos testimonios de la intercesión de la Esperanza. «Son las cosas de la Virgen. Ella, como mínimo, consuela, ayuda y media, y a veces, hay curación».