Como un Domingo de Ramos

Cientos de personas arropan el traslado de la Virgen de la Paz a la Catedral

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
24 sep 2016 / 22:06 h - Actualizado: 25 sep 2016 / 08:31 h.
"Cofradías","Domingo de Ramos","La Paz"
  • La Virgen de la Paz fue trasladada ayer en su paso de palio a la Catedral, donde será coronada canónicamente el próximo sábado 1 de octubre. / Fotos: José Luis Montero
    La Virgen de la Paz fue trasladada ayer en su paso de palio a la Catedral, donde será coronada canónicamente el próximo sábado 1 de octubre. / Fotos: José Luis Montero
  • El paso de palio estuvo exornado con nardos y gladiolos blancos.
    El paso de palio estuvo exornado con nardos y gladiolos blancos.
  • La recién entregada Medalla de la Ciudad iba prendida en el fajín.
    La recién entregada Medalla de la Ciudad iba prendida en el fajín.

Ya no hay marcha atrás. El reloj del Porvenir ha comenzado a marcar las horas felices de la coronación canónica. La Virgen de la Paz duerme desde anoche en la Catedral de Sevilla, donde será coronada canónicamente por el arzobispo Juan José Asenjo, el próximo sábado. Antes, el barrio se volcó para despedir a su «rosa blanca» en una tarde con cuerpo de Domingo de Ramos.

El ángulo de noventa grados que conforman las calles Brasil y Río de la Plata lucían sus mejores galas. Mantones de Manila, colgaduras, reposteros con las letanías de la Virgen y otros de la coronación y guirnaldas de rosas, blancas lógicamente. Imposible llegar hasta la puerta de la parroquia, donde había gente esperando desde hacía horas. «¿Vas a pasar o te vas a quedar ahí?», era lo que más se escuchaba hasta que sonó Encarnación de San Benito en la delantera de la cruz de guía. En apenas diez minutos desfilaron los 500 hermanos con cirios, en su mayoría niños. En el último tramo, Antonio Santiago –que fuera capataz hasta hace unos meses– empuñaba un cirio en esta «experiencia diferente» en la que le acompañaba también su hijo.

Otra voz, la de Ernesto Sanguino, dirigía las maniobras en la puerta. Era su estreno como capataz general y había quien se salía de la bulla para desearle «suerte» y estrecharle la mano. «La Virgen me ayuda», respondía amablemente Sanguino mientras el palio posaba los zancos en la calle. Desde el balcón de las dependencias parroquiales, Manuel Cuevas dedicó una emotiva salve a la «rosa blanca del Porvenir», que estrenaba diadema de plata de ley, obra de los Hermanos Delgado siguiendo el estilo gótico florido del palio. «¡Viva la Virgen!», gritaba a viva voz un anciano al que se acercó a saludar rápidamente el hermano mayor. Santiago Arenado había cambiado la vara dorada por la de fiscal de paso. Y aunque repasaba los horarios, sabía que la hora del gozo había comenzado ya. «No es mala despedida», sonreía ilusionado mientras se escuchaba de fondo Coronación de la Paz, de David Hurtado.