Crónica del brillo de unos ojos

Menos bulla en las visitas mañaneras a los templos sevillanos

01 abr 2015 / 22:25 h - Actualizado: 02 abr 2015 / 19:47 h.
"Cofradías","Semana Santa 2015"
  • Manuel muestra a sus hijos el palio de la Virgen de la Merced en la Iglesia del Salvador.
    Manuel muestra a sus hijos el palio de la Virgen de la Merced en la Iglesia del Salvador.
  • Tras el palio de Nuestra Señora de los Ángeles, las dalmáticas, varas y enseres de Los Negritos.
    Tras el palio de Nuestra Señora de los Ángeles, las dalmáticas, varas y enseres de Los Negritos.
  • El Señor de la Sentencia estrena túnica.
    El Señor de la Sentencia estrena túnica.
  • Aspecto que presentaba ayer por la mañana la basílica de la Macarena.
    Aspecto que presentaba ayer por la mañana la basílica de la Macarena.
  • Los tenderetes del Jueves, ayer delante de Monte-Sión.
    Los tenderetes del Jueves, ayer delante de Monte-Sión. César Rufino
  • Crónica del brillo de unos ojos

Aurora es la dueña de la mirada más bonita de todas cuantas revolotearon ayer por la calle y se posaron como un pajarito feliz en un paso de Semana Santa. «¿Y voy a salir en el periódico?», pregunta entusiasmada, porque en su fuero interno sabe que ella está llamada al estrellato y es solo cuestión de tiempo que estas cosas pasen. Julián es más reservado, pero en lo concerniente al mundo que asoma a sus ojos rivaliza seriamente con su hermana pequeña. Manuel, el padre, los abraza a los dos para mostrarles los pasos de la cofradía de la que son hermanos, y que hasta entonces no conocían. Para los niños es todo un descubrimiento. Y para su padre, el reencuentro con una emoción que llevaba archivada en su espíritu desde que su padre hizo lo mismo con él, quizá tal día como el de ayer de hace ya unos cuantos añitos, quién sabe, en ese mismo templo del Salvador. Una iglesia que está, por cierto, fresquita y semivacía; nada que ver con lo que se juntó allí el Domingo de Ramos por la mañana ni con lo que habrá hoy. Es un guiño transitorio de paz. Se puede pasear tranquilamente por entre los pasos (aún están montados los del Amor) y degustar esa calma y ese temple que tan bien le sientan a las tradiciones sevillanas. Y en ese ambiente tan favorecedor de emociones hondas hay también otros padres, otras madres, otros niños con ojos estrellados que, por decirlo de forma cursi, absorben la materia luminosa del universo cofradiero como poderosos agujeros negros. La astrofísica debería estudiar los ojos de los niños. La ciencia avanzaría una barbaridad.

En un rincón se abrillantan los cirios, y los hermanos de Pasión confraternizan con jovial camaradería bajo la paleta de luces de colores que cae desde las vidrieras. Fuera, la calle está preciosa. Corre algo más de brisa que en días anteriores –tampoco gran cosa, lo justo para sobrevivir– y el opresivo ambiente mañanero de estos días atrás se ha relajado sensiblemente: ya no hay patuleas, ni bullas ni otros derroches de humanidad indigesta, sino un apacible fluido popular que va y viene con sus ocupaciones, dando una imagen parecidísima por momentos a la de una ciudad normal y corriente. Bueno, salvo por detalles como el de la calle Feria, donde, ¡oh, cielos!, se está celebrando el mercadillo del Jueves, si celebrar fuese el verbo. Parafraseando a la revista homónima: El Jueves, el mercadillo que abre los miércoles. Por imperativo cofradiero, se entiende. Se ve que era impensable dejar de sacar a la venta durante una semana todos esos cencerros oxidados y esas revistas del año de la pera, y han acabado adelantando el asunto. Detrás de los puestos, la capilla del Rosario está cerrada a cal y canto. Como lo está también, en la calle Recaredo, la de los Negritos. Con la diferencia de que aquí se puede uno asomar por la casa de hermandad, llamar al timbre, esperar a que salga una señora amabilísima y lograr que se le invite a pasar a ver los pasos y a que los responsables de la hermandad cuenten cómo van las horas previas. «El que está sufriendo es el hombre de las flores», explica Joaquín, el mayordomo segundo. «Dice que quiere aprovechar el máximo tiempo posible con los lirios en agua», y por eso la colocación se deja para por la tarde. Saldrán con la candelería apagada, «eso está claro»: se espera mucho calor. «Aunque con el recorrido nuevo, este año no nos va a dar apenas el sol»

Al que le va a dar el sol es al que vende los recuerditos junto al Arco de la Macarena. Qué mañanón de gente entrando y saliendo de la basílica. El Señor de la Sentencia viste su nueva túnica malva y plata; si el gremio de fotógrafos populares sigue echándole fotos al mismo ritmo, es probable que cuando llegue la hora de salir la túnica sea gris. Porque ese montón de fotos tienen que desgastar necesariamente el original. Es como los japoneses: que se están llevando la Giralda a base de hacerle fotos. Pues así está la Macarena. Esto también lo debería estudiar la astrofísica, porque aquí sí que no se cabe. En el atrio se oye hablar en todos los idiomas, hasta en suajili, pero gana el español a base de repetir la misma exclamación todo el paisano que entra: Joé, qué bonita está. Y se ha acabado.