El mundo del costal y del martillo cuenta con un argot muy específico para denominar cada uno de los miembros de este colectivo, así como sus acciones, indumentarias y complementos. En este sentido, se conoce como cuadrilla a la agrupación de hombres (de momento, están excluidas las mujeres o su combinación mixta) que está compuesta por el capataz, segundo capataz, ayudantes o auxiliares del capataz, contraguías, costaleros y aguadores que asume la responsabilidad de sacar, entrar y conducir las andas procesionales de una cofradía por las calles de la ciudad durante su estación de penitencia. Históricamente se trataba de un grupo asalariado, que recibía una contraprestación económica por prestar estos servicios a las hermandades que los contrataban. Sin embargo, todo cambió en 1973. Salvador Dorado Vázquez El Penitente, maestro del martillo y mentor de afamados capataces, impulsó un capítulo histórico que cambiaría para siempre la forma de entender el mundo del costal en la Sevilla del siglo XX. Así, uno de los episodios claves en su trayectoria fue la creación de la primera cuadrilla de hermanos costaleros de la Semana Santa hispalense: en concreto, la del Cristo de la Buena Muerte de Los Estudiantes. En este menester, estuvo animado por Ricardo Mena Bernal, por entonces hermano mayor de la corporación universitaria, y, especialmente, por un estudiantil, José Luis Amoscótegui, quien hizo de listero en la primera igualá de la que sería la primera cuadrilla de hermanos. En esos momentos, El Penitente y su gente contó con la participación de los cofrades Enrique Henares, José Luis Montoya, Manolo Palomino, y algunos otros más valientes que se atrevieron a dejar atrás lo establecido desde hace décadas e instaurar el modelo de hermanos costaleros que conocemos hoy en día.