Destellos del Lorenzo para El Perdón

La Virgen de las Angustias de Alcalá lució las bambalinas de San Roque

01 abr 2015 / 09:05 h - Actualizado: 01 abr 2015 / 14:01 h.
"Cofradías","Martes Santo","Semana Santa 2015"
  • El Cristo del Perdón volvió a lucir en su paso de Manuel López Duarte. / A. P.
    El Cristo del Perdón volvió a lucir en su paso de Manuel López Duarte. / A. P.

«¿Duele, verdad?», preguntaba uno de esos niños que empiezan a adentrarse en la adolescencia a uno de los costaleros de la Virgen de las Angustias que se crujía la mano bajo las trabajaderas. No era un dolor amargo, estaba cogiendo fuerzas para que su Madre, que cierra la estación de penitencia de la hermandad del Perdón de Alcalá de Guadaíra, viera de cerca al Lorenzo en la levantá que la meció hacia el Monasterio de Santa Clara. Pasaban las seis de la tarde y las puertas de la parroquia de la Inmaculada Concepción del barrio del Instituto se cerraban a la espera de que el Cristo del Perdón y la Virgen de las Angustias, acompañados de sus 270 nazarenos, volvieran a su capilla después de hacer del Martes Santo un día marcado por los destellos del sol.

Un rato antes, a pocos minutos de las 17.00 horas, la gente se agolpaba en la pared de la parroquia –al resguardo de la sombra– para ver salir a las imágenes del Perdón. Los jóvenes fueron los primeros en acercarse al lugar. Desde los más menudos, esos que se asombran ante la inmensidad de Cristo en la cruz o se pierden buscando la cara de la Virgen, hasta aquellos que aprovechan las estaciones de penitencia para lucir su fe e intercambiar opiniones. Entre los murmullos de la chavalería y los ya no tan jóvenes, la Agrupación Musical del Santísimo Cristo de la Bondad, que acompañaba al cristo del Perdón, anunciaba por la calle Marañón el momento de hacer brillar el Martes Santo.

Poco después, las puertas de la parroquia se abrían para dejar entrever el perfil del Cristo del Perdón. El paso del crucificado empezó a girar lentamente para encararse hacia la salida. Un movimiento que solo se percibía por el tintinear de la candelaría ya que el interior estaba en penumbra. Y entonces, paso a paso, el Cristo del Perdón miró a los alcalareños tras el velo del incienso. Con cariño, como hacen los buenos costaleros y los mejores capataces, el crucificado salió por el portalón con esfuerzo, pero sin rozar el arco de entrada.

Minutos más tarde, la Virgen de las Angustias seguía dolorosa la cruz de su Hijo. Lo hacía con sus mismos pasos, girando lentamente dentro del templo y saliendo con el temple de los costales que la portaban. De repente, un suspiro. El paso de palio, ese que lucía las antiguas bambalinas de la hermandad de San Roque de Sevilla, salió un poco ladeado con tal de evitar el roce con el techo. Un susto mínimo que echó el cierre a una salida majestuosa al son de Virgen de los Estudiantes, que interpretó la Banda de Guadalrosal.