Romería del Rocío 2019

Donde la fe del buen romero se hace camino

Los primeros rocieros de la capital han puesto este martes rumbo a las marismas desde el barrio de El Cerro del Águila.

Manuel J. Fernández M_J_Fernandez /
04 jun 2019 / 14:27 h - Actualizado: 04 jun 2019 / 14:27 h.
"Romería del Rocío 2019"
  • La salida de El Cerro hacia El Rocío.
    La salida de El Cerro hacia El Rocío.

El Cerro del Águila siempre se pone en manos de la Virgen. Ya sea durante todo el año, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, o bien, en los días previos a Pentecostés, con la Blanca Paloma como norte y guía de sus pisadas. A Ella se encomienda y se lo cuenta todo “con la fe del buen romero”, como reza en la salve que cada martes de romería entona su pueblo desde lo más profundo del alma.

Repican a porfía las campanas de la blanca espadaña mientras que el templo comienza a vaciarse de flamencas, peregrinos y demás vecinos que han asistido a la misa de romeros. Llega la hora largamente soñada. Se denota en las caras de quienes están a punto de tomar la senda. Aquella que propició “el movimiento mariano” que comenzó en el barrio ya cuatro décadas en torno a la Virgen del Rocío. Se agolpan los recuerdos de aquellos que ya no están. También las lágrimas de sus herederos: dignos romeros que cumplen fielmente con su barrio y con su hermandad. “Al Rocío siempre con El Cerro, porque es mi familia. Somos una familia. De hecho, este año le pido a la Virgen por mi hermana, que va a tener un hijo en un mes; y por mi amiga, que lo tendrá en octubre. Para que todo le vaya bien”, confiesa una romera, mientras que Francisco Javier Suero, a la sazón de prioste segundo, entroniza el Simpecado cerreño –con macollas de flores de talco, realizadas por el cofrade Andrés Martín- en una renovada carreta de plata para mayor gloria de Dios y de la gente de este barrio. Un silencio de emociones y abrazos deriva rápidamente en una explosión de júbilo que va desde el suelo hasta el balcón más alto del edificio de en frente de la parroquia. De allí descienden pétalos de rosas que alfombran el techo argénteo y las cabezas de las abnegadas vecinas que ya se agarran a la barra de promesa. “Aquí, estamos siempre con la Virgen. ¿Dónde vamos a estar mejor? Vengo desde Su Eminencia, aunque éste es mi barrio, porque aquí me crié hasta que me casé”, se sincera Carmen, mientras que los miembros del coro alzan sus manos y rezan cantando la ‘santa y seña’ de esta filial rociera: “Ven con El Cerro al Rocíoooo...” Al director del coro, Rafa Caballero, le cuesta contener las lágrimas. “Me emociono mucho porque llevaba mucho tiempo sin hacer la salida. Y después de ocho años vuelvo a estar aquí. Y esto, es muy grande para el barrio”.

Y tanto. Bien lo sabe el padre Alberto Tena, que a diario toma el pulso espiritual a un barrio consagrado a la Virgen. “Lo sabe ya el mundo entero. Aquel precepto o encomienda que le dijo el Señor en la cruz a (san) Juan: ‘Ahí tienes a tu madre’. Ese Juan es todo El Cerro del Águila. Esa gran devoción a la Virgen María, ya sea bajo hoy como Nuestra Señora del Rocío o durante todo el año como Nuestra Señora de los Dolores, es la identidad de este barrio”. Palabra de sacerdote que es ‘el evangelio’ de este barrio obrero y humilde que conquista a quienes tienen el honor de conocerlo.

José Villegas y su familia llevan 13 años al frente de la yunta. La brega con Caminante y Artesano, los dos astados de gran tamaño que tiran de la carreta de plata, no solo un trabajo. Es el reencuentro con una hermandad y un barrio que tiene en su corazón. “Son muchos años ya. La gente de aquí del Cerro es muy buena gente rociera. Me siento muy bien con ellos, son como mi familia”, asegura mientras que apunta que este año con las altas temperaturas de una romería, ya en junio, hay que tomar precauciones con los bueyes. “Tener agua siempre cerca de ellos, llevarlos despacito e intentar salir temprano con la fresca, que es como más a gusto trabajan ellos”.

Primera parada: antiguo matadero

Una vez culminada la despedida del barrio –con giro de la carreta en la glorieta de la Ronda del Tamarguillo-, la primera parada es en el antiguo matadero. Las clases de las primeras horas se han trasladao a la entrada del colegio Ortiz de Zúñiga, donde aguardan en su escalinata los escolares dispuestos en coro. Xilófonos, flautas y guitarras se unen a sus voces blancas que cantan la Salve Rociera mientras que la directora del centro recuerda por megafonía a los mayores del barrio. Este año de manera especial a “Loli, que se ha marchado al cielo”.

La lección rociera se completa con un baile por sevillanas, donde una pequeña con movilidad reducida también participa. Es la integración real a los pies del Bendito Simpecado rociero. No hay tiempo que perder. Las arenas esperan las pisadas de estos romeros, lo primeros de la capital en poner rumbo a la aldea almonteña. Antes, su hermano mayor, Jesús Canela, agradece la cálida acogida en el centro con vibrantes vivas a la comunidad educativa y a los “niños del colegio”. Como un cerreño más, él también se pone en manos de la Virgen en los primeros metros en los que estrena su segundo mandato al frente de la filial número 70. “Un año más, la Virgen lo ha querido así y aquí estamos. Si Ella lo ha querido así, bienvenido sea y hasta que Ella lo quiera estaré aquí en la lucha de mi hermandad y de mi barrio”.

Una ‘lucha’ “ilusionante” y “cada año diferente”, que no olvida sus orígenes ni tampoco a quienes se inician “para darles todo lo que necesiten para sentir un camino de fe con la Virgen”. Es la autenticidad rociera de El Cerro del Águila, donde la fe del buen romero se hace camino con la Virgen.