“Si el Cachorro no viniera vivo, ¿cómo iba a escuchar todas nuestras historias?”. Es lo que alcanzó a decir Esperanza cuando, bajo un sol de justicia, el Cristo de la Expiración puso, este viernes, rumbo a Sevilla, dejando atrás su Basílica. Y es que, el Cachorro nunca muere. Es capaz de mantener el finito halo de vida del último suspiro. Por eso es una de las grandes devociones de la ciudad.
La Oliva de Salteras, con ‘El Cachorro, Saeta Sevillana’, puso la banda sonora al lento caminar del crucificado trianero. Bajo la melodía compuesta por Pedro Gámez Laserna, el Cristo de la Expiración fue avanzando por la nave central del templo que lleva su nombre. De ahí, hasta la calle en la que lo esperaba el gentío trianero. Y es que, ayer, en Sevilla todo el mundo era del viejo arrabal.
Con paso decidido y valiente, la cuadrilla comandada por Ismael Vargas enfiló la calle Castilla, en la que todo fueron plegarias.
Y tras el Cristo que mira al cielo de Sevilla, su madre. La Señorita de Triana, la Virgen del Patrocinio, lució “más bella que nunca”. Claveles rosas y ramitos de azahar como exorno floral para el paso de una Virgen que ando sobre los pasos de ese Cristo que sale y llega a Triana manteniendo el último soplo de vida para así, poder escuchar a Sevilla.