El decano de los saeteros

Antonio ‘Morillito’, memoria viva de la saeta mairenera, lleva 71 años al pie del cañón y recientemente fue homenajeado por la hermandad de la Vera Cruz

Alberto Guillén Aguillenito /
13 mar 2018 / 16:53 h - Actualizado: 13 mar 2018 / 16:54 h.
"Semana Santa en la provincia","Cuaresma 2018"
  • Antonio Morillo Jiménez ‘Morillito’, con la mirada perdida junto al cartel anunciador de ‘Sonidos de Pasión’, donde participó al cante. / El Correo
    Antonio Morillo Jiménez ‘Morillito’, con la mirada perdida junto al cartel anunciador de ‘Sonidos de Pasión’, donde participó al cante. / El Correo

Mairena del Alcor es sin duda referencia troncal y obligatoria dentro de la geografía saetera andaluza. De la importancia de su aportación a este canto religioso y no menos flamenco, da habida cuenta una generosa nómina de célebres intérpretes, que encabezan por su relevancia nombres como Antonio Mairena o su hermano Manolo, saetero inconmensurable, pero también cantaores algo más desconocidos para el público general, como el nunca suficientemente bien ponderado Hornerito, Moreno Plancha, Candilejas, Manuel Crespo, Currero, Antonio Civilero, Manuel Quilino, Cascabel, y así hasta un larguísimo etcétera. Representan toda una edad dorada de la saeta, de la que hoy día solo sobrevive en activo Antonio Morillo Jiménez Morillito (Mairena del Alcor, 1934), actual decano de los saeteros maireneros y fuente de inspiración y aprendizaje de las nuevas generaciones.

Después de casi toda una vida trabajando en el campo y la construcción, a sus 84 años, Morillito, hombre cercano, de talante amable y cantaor de larguísima memoria y sapiencia, se mantiene como un gladiador de la saeta por seguiriyas, después de 71 años al pie del cañón, y único intérprete mairenero que conoce los secretos de la saeta gregoriana, o «saeta de Zamarra –puntualiza–, como nosotros le decíamos». Sabe lo que es cantarle por derecho a todas las hermandades maireneras (salvo la reciente hermandad del Cautivo) y de su poderío y afinación pueden ofrecer testimonio cientos de aficionados de toda Sevilla.

Ha sido precisamente una cofradía mairenera, la hermandad de la Vera Cruz, la última en rendir merecido tributo a este humilde cantaor, que comparte las bondades de su arte a quien lo encuentre desayunando en el bar de Miguel Palmicha, o tomando una manzanilla a mediodía en el Mequito. El acto tuvo lugar el pasado domingo en el teatro de la Villa del Conocimiento y las Artes dentro del ciclo Sonidos de la Pasión, que celebraba su duodécima cita y en el que se le nombró hermano honorífico de la hermandad. Este homenaje, que se suma al brindado por el Ayuntamiento hace ahora tres años, contó con el apoyo de todo un pueblo que reconoce la valía de Morillito, ofreciendo además las voces de Juan Domínguez Castulo o Elena Delgado, y la Agrupación del Cristo de la Buena Muerte de Ayamonte. En agradecimiento, Antonio Morillo, devolverá los parabienes emocionales recibidos con un recital ante los titulares de la Vera Cruz este Viernes Santo, en la que será su despedida formal de la Semana Santa mairenera, «o al menos la última vez que me comprometo».

Cuenta, con la campechana gracia que le caracteriza, que ya sabía lo que era una saeta «antes de tener conocimiento». Su padre, el insigne José Morillo Martín, Morillo el Saetero, «me cantaba desde que estaba en la cuna». Cantó por primera vez ante un paso a los 13 años «a la hermandad de Jesús en un balcón de la calle Arrabal» y alcanzó de sueldo «una torrija». Desde entonces, en estas siete décadas, solo ha faltado a su cita con la Semana Santa una vez, «el año que estuve en la mili», que hizo en el Parque de la Maestranza de Artillería en Sevilla. De entre las muchas citas, recuerda con cariño una final del Concurso de Saetas de Mairena, organizada por la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena en 1977, donde cantó junto a su padre, que recibió el premio especial.

Atesora varios premios en su haber, como los cosechados en Mairena del Alcor y Los Palacios a principios de los ochenta, aunque los que más le entusiasman son los vítores de compañeros y aficionados. Del poderío de su garganta saben no solo en su pueblo natal, ha cantado por toda la provincia, desde La Algaba a Alcalá del Río o Bollullos de la Mitación. También en Sevilla conocen su cadencia saetera. Se estrenó nada menos que ante la Macarena en 1961 desde un balcón de la calle Parras y por cuyo recital recibió mil pesetas de la época. Después ha cantado en repetidas ocasiones a hermandades como San Bernardo, La Amargura, San Esteban, el Baratillo o La Estrella, a la que tuvo que cantar en su propio templo, porque «no veas la tromba de agua que cayó aquel Domingo de Ramos».

Morillito, un verdadero enamorado de la soleá de los alfareros de Triana y de los fandangos del Sevillano, ha sido también durante más de 20 años jurado del Concurso Nacional de Cante Jondo Antonio Mairena. Aficionado infatigable, no pierde ocasión de presenciar un buen recital de cante flamenco. Confiesa echar de menos las saetas de Hornerito, «el saetero que siempre más me ha llegado del mundo» y reconoce que la saeta actual «se ha vuelto muy técnica, muy difícil». Para quien quiera asistir a su despedida formal, hay una cita la noche del próximo Viernes Santo en la Plaza Antonio Mairena, aunque como asegura, «yo no digo que no vaya a cantar más, pero desde luego, lo que no voy a hacer es comprometerme, cuando haya que cantar se cantará».