El estandarte del Buen Fin

«Los hermanos del Buen Fin estamos todos muy orgullosos del Centro de Estimulación Precoz». Así se pronunció Javier Vega de la Peña, actual director de este centro referente en Andalucía, tras el reconocimiento que le concedió el Ayuntamiento de Sevilla

27 ago 2016 / 22:20 h - Actualizado: 29 ago 2016 / 10:26 h.
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  • Javier Vega, director del Centro de Estimulación Precoz Cristo del Buen Fin, ante unas pinturas de sus titulares: el Cristo del Buen Fin y la Virgen de la Palma. / Manuel Gómez
    Javier Vega, director del Centro de Estimulación Precoz Cristo del Buen Fin, ante unas pinturas de sus titulares: el Cristo del Buen Fin y la Virgen de la Palma. / Manuel Gómez
  • Elena, una de las niñas que acude al Centro Cristo del Buen Fin. / Hermandad del Buen Fin
    Elena, una de las niñas que acude al Centro Cristo del Buen Fin. / Hermandad del Buen Fin

«Orgulloso», como todos los hermanos del Buen Fin, de su Centro de Estimulación Precoz, Javier Vega de la Peña, actual director de este centro de atención temprana referente en Andalucía y hermano mayor de la corporación del Miércoles Santo entre 1996 y 2000 –responsable de que se retiraran las figuras secundarias del paso de Cristo–, agradece la medalla y el reconocimiento que el Ayuntamiento de Sevilla le ha concedido con motivo del día de San Fernando como «obra emblemática» de las hermandades de la ciudad.

Javier Vega (Sevilla, 1944) admite que se encontraba, cuanto menos, entre los miembros de la junta de gobierno temerosos cuando el diputado de Caridad presentó en 1981 el proyecto para la creación de este centro: «Nos metíamos en algo desconocido y con una implicación económica importante. Asumíamos unos costes que tendríamos que cubrir sí o sí. No es como la clásica bolsa de caridad que da en función de lo que tiene». Pese a las dudas, se involucraron todos en este centro que empezó con cuatro niños y dos terapeutas voluntarias en la sala capitular de la hermandad. «A los seis meses tuvimos que coger un local y contratar personal». En 1996, atendían a 55 niños con tres terapeutas a jornada completa; en 2005, el año en el que se coronó la Virgen de la Palma –cuya obra social asociada se centró en la ampliación del centro–, se pasó a once terapeutas y 340 niños, «con un servicio que sigue siendo gratuito para todos, aunque tienen preferencia los que no tienen recursos económicos». Por esto, para Vega es tan importante la ampliación de las instalaciones.

En la actual tienen que atender a niños –todos entre recién nacidos y seis años, ya después dejan de ser considerados de atención temprana y pasan a ser tratados en los colegios– en «horarios intempestivos», como a la hora de comer o muy tarde abre de 8 a 21.30 horas. Con la mudanza al antiguo convento de los franciscanos de la calle San Vicente, sede de la cofradía, podrían ofrecer un horario más racional para la atención de los pequeños. «Esto requiere una obra muy importante en un edificio protegido. Hay que cambiar tabiques pero respetando los muros y el suelo» por esto se está demorando la licencia de Urbanismo. Pero una vez que la tengan, la ejecución de la obra será de seis meses, y «pasaremos de disponer de 140 metros cuadrados a 500, de cinco salas de tratamiento a diez, además de contar con una sala de formación, dirigida tanto a los padres como al personal, otra de psicomotricidad...». Arquitectos voluntarios han hecho el proyecto de reforma y Vega confía en contar con constructoras que también contribuyan a la obra.

Las subvenciones públicas o los contratos de gestión del servicio público, las donaciones y las aportaciones de otras hermandades, personas y entidades –«con cuantías que ellos mismos se fijan. Cuando nos sobra dinero, nos permite contratar otro terapeuta que atienda a otros 30 niños, porque el resto del personal es todo voluntario de la hermandad»– han logrado que aquel proyecto que tantas dudas sembraba se haya convertido en este gran centro que atiende al 40 por ciento de los niños con necesidad de atención temprana de Sevilla, orgullo de sus hermanos, referencia de la obra social de las cofradías sevillanas, y que tanta «prestancia y conocimiento» del Buen Fin ha dado en «la propia sociedad sevillana. Se ha valorado mucho que esta hermandad tan humilde realice una obra tan grande», de modo que se ha convertido en su auténtico estandarte, más allá del bacalao.

Hermano del Buen Fin, como el resto de su familia, –y de la Pastora de San Antonio–, Javier Vega no duda en asegurar que «el Miércoles Santo es un día grande, pero, para mí, no el más grande. Los otros 364 días son iguales de importantes en nuestra hermandad». Y es que en esa distinción entre hermanos de cofradías y de hermandad, Javier se sitúa entre los segundos, sobre todo desde que vive la realidad del centro de estimulación precoz tan de cerca y porque, además, «el Miércoles Santo es el día que menos trabajo tengo». Si llueve y no sale la cofradía, no pasa nada. La mayor satisfacción es «ver que desde la hermandad estamos solucionando problemas. Lo que significa para los padres lo que hacemos por sus hijos».