El mal tiempo empaña el viacrucis de la Pía Unión

El Cristo de los Negritos no pudo presidir el acto en la Casa de Pilatos

Manuel Pérez manpercor2 /
02 mar 2018 / 21:54 h - Actualizado: 02 mar 2018 / 23:39 h.
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Dos clarinetes y un saxofón entonando la saeta fúnebre Santo Cristo bastaron para que el silencio se apoderara de la capilla de los Negritos. En un rincón de la calle Recaredo, unos cientos de hermanos se disponían a celebrar una jornada que estaba llamada a ocupar un lugar destacado en los anaqueles de una hermandad que este año conmemora los seis siglos y cuarto de vida. Sin embargo, la lluvia frustró el que sería uno de los momentos de esta Cuaresma: el traslado del Cristo de la Fundación a la Casa de Pilatos para presidir el viacrucis de la Pía Unión.

Más que la lluvia, era la fuerte humedad del ambiente la que impidió que el titular de Los Negritos fuera hasta el palacio renacentista-mudéjar tal y como afirmó el alcalde de la corporación, Felipe Guerra. Sin embargo, la aciaga y fría tarde no fue capaz de borrar el orgullo que mostraban los hermanos de la hermandad en sus rostros. A pesar de no poder llevar a cabo el insólito y excepcional traslado, la corporación de Los Negritos no perdió el sentido de la sencillez, que es el lugar donde reside lo extraordinario.

Este traslado era uno de los actos centrales de la cofradía del Jueves Santo para conmemorar el 625 aniversario fundacional. Sin embargo, el mal tiempo no fue óbice para que la jornada quedara grabada en la memoria de los hermanos de una corporación cuya bandera primera era y es la humildad. El crucificado de Andrés de Ocampo (1622) presidía el ábside de la capilla de Los Negritos y hacia él se dirigían todas las miradas.

El delegado diocesano para las Hermandades y Cofradías, Marcelino Manzano, fue el conductor de una profunda oración en la que la nota musical del trío de capilla de las Nieves de Olivares aumentó el misticismo. Pero fue tras el rezo del viacrucis cuando la hermandad, ya en su capilla de nuevo, vivió uno de los momentos de mayor belleza de la tarde. Alrededor del Cristo de la Fundación se dieron cita los niños de la Escolanía de María Auxiliadora, cuyas angelicales voces instalaron el mismo cielo de la extraordinaria sencillez en un rincón de la calle Recaredo.