El paso del Cachorro afronta su segunda reforma en 44 años

Estrenadas en 1974, las andas ya sufrieron una seria remodelación en 1996

10 dic 2017 / 19:52 h - Actualizado: 11 dic 2017 / 21:15 h.
"El Cachorro"
  • Imagen de la actual configuración del paso del Cachorro, tras la reforma de 1996, y diseño de los cambios que se pretenden introducir. / M. Gómez
    Imagen de la actual configuración del paso del Cachorro, tras la reforma de 1996, y diseño de los cambios que se pretenden introducir. / M. Gómez

En septiembre de 1973 fue la última vez que el Cachorro figuró sobre el paso diseñado por Castillo Lastrucci, cuando el Cristo fue expuesto tras su restauración por los Cruz Solís mientras se terminaba el recubrimiento de mármol del presbiterio de la capilla, afectado también por las llamas del pavoroso incendio que en febrero de ese fatídico año había reducido a cenizas a la Señorita de Triana. Por aquel entonces, el maestro Manuel Guzmán Bejarano trabajaba a destajo para concluir con vistas al año siguiente el que habría de ser el nuevo paso del Cachorro, un diseño seleccionado por la hermandad en el año 1966 entre más de una veintena de proyectos en el marco de una convocatoria a la que concurrieron como aspirantes firmas tan ilustres como las de Cayetano González o Fernando Marmolejo.

Por diversas razones, la hermandad había decidido desprenderse de las andas sobre las que había procesionado la imagen del Cristo desde 1929 hasta 1972, aquel recordado paso que diseñó Castillo Lastrucci, con ángeles revoloteando en su canasto, y talló Francisco Carrero y del que hoy disfruta la hermandad de la Sagrada Cena de Jerez de la Frontera. Cuentan por la calle Castilla que fue determinante para su venta el tamaño y, sobre todo, el peso de estas andas –el canasto, realizado en pino de Flandes, no tenía ningún calado y su grosor era considerable–, una decisión que se justifica aún más si se tienen en cuenta las circunstancias del momento, cuando aún no habían surgido los hermanos costaleros. La del Cachorro era una cofradía del Viernes Santo y casi del extrarradio, razones por las que más de una vez el capataz Rafael Franco se las vio apuradas para reunir a una cuadrilla de garantías con la que llevar y traer al Cachorro de la Catedral. Pese al valor histórico y artístico de estas andas, la hermandad las vendió por un importe de 400.000 pesetas.

En la Semana Santa de 1974 el Cachorro figuró ya sobre el actual paso de Guzmán Bejarano, si bien la lluvia impidió que la hermandad cumplimentara ese año su estación de penitencia. Ya desde el mismo momento de su estreno empezó a generarse un debate en torno a la idoneidad de estas nuevas andas, cuya terminación no resultó a plena satisfacción ni de los hermanos ni del propio artista. En el Mediatrix, el boletín de la hermandad, se reconocería algunas décadas después que «por diversas circunstancias», entre ellas las «prisas» por que el paso saliera dorado, las andas se quedaron sin terminar. Manuel Guzmán Bejarano se vio casi abocado a entregar a la hermandad «un paso que distaba mucho del proyecto inicial». Esta insatisfacción generalizada con el acabado del paso y las primeras mojadas que empieza a recibir llevan a la hermandad a plantearse una reforma sustancial del mismo en el año 1996 de la que se encargaría el propio Guzmán Bejarano. El maestro de la talla se propone entonces culminar como merece ese gran altar itinerante que había concebido para el Cachorro y que, por circunstancias ajenas a él, se le había resistido. Y aunque, en principio, la labor de la canastilla consistía en terminar la talla conforme al proyecto de 1966, finalmente el artista replantea la tarea y decide hacer una canastilla íntegramente nueva en madera de cedro –la anterior era de pino– respetando el diseño original, pero imprimiéndole una mayor valentía en las formas.

«Aportar más luz»

La hermandad realiza un importante desembolso económico en esta «restauración y acabado» del paso –así se vende–, al que se le realizan nuevas maniguetas en caoba (una nota clásica que había caracterizado los pasos del Cachorro), se le tallan nuevas esquinas para soportar los faroles y se da mayor altura y nueva forma a los candelabros de guardabrisas para «aportar más luz» al Cristo, al margen de consolidar y resanar la estructura de los respiraderos. Ya entonces se advierte de que «para no dar una sensación de ahogo por la nueva altura de los candelabros, el monte aumentará en altura, al igual que la sagrada imagen, lo cual repercutirá en una mayor vistosidad». El paso modifica sustancialmente su antigua configuración. Entrevistado en el boletín de la hermandad, Guzmán Bejarano expone que gracias a esta reforma el paso cambiaría «en un 50% su imagen». Aun cuando la canastilla se presentaba en madera, «con el fin de evitar los errores que se cometieron con el anterior paso», el resultado de la reforma pudo admirarse en la calle el Viernes Santo de 1997.

Ahora, veintiún años después de esa primera reforma, la hermandad se plantea una segunda remodelación de las andas con una triple intención: sustituir nuevamente los candelabros (se consideran excesivamente voluminosos y limitan la visión del Crucificado), suprimir parte de los elementos de plata distribuidos por el canasto y ejecutar unos nuevo faldones bordados. ¿A la tercera irá la vencida?