El Salvador, de verde y oro

Rocío de Sevilla. La filial número 29 emprende rumbo a la aldea del Rocío recorriendo el corazón monumental del casco histórico y llevando a gala la nueva Medalla de la Ciudad

01 jun 2017 / 14:43 h - Actualizado: 02 jun 2017 / 08:55 h.
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  • El Simpecado de Sevilla en su salida de la iglesia del Salvador. / Manuel Gómez
    El Simpecado de Sevilla en su salida de la iglesia del Salvador. / Manuel Gómez

Se llama Manuel Daza, pero entre sus compañeros de oficio en el mundillo rociero todo el mundo le conoce como el Niño Manué, apodo que heredó de su padre, también carretero. A Manuel lo distinguirán del resto de carreteros que van al Rocío porque delante de la carreta del Simpecado de Sevilla viste un impecable traje de patén gris, «los que han gastado siempre los carreteros, porque las chaquetillas cortas son para los caballistas y los rejoneadores», sostiene. Natural de Benacazón, a sus 62 años el Niño Manué tiene curtida su piel por los soles de 56 Rocíos. «Mi madre me llevó por primera vez con tres añitos en el 58. Me he perdido muy pocos. El de la mili, que me tocó en Palma de Mallorca en un barco, y algunos más». Aunque el del año pasado siempre guardará un lugar destacado en su memoria como uno de los más sacrificados para los animales. Y no es porque le temieran al agua, sino porque «hubo más alquitrán de la cuenta», sentencia resumiendo las condiciones extremas a las que tuvo que hacer frente hace un año la filial del Salvador para poder presentarse a su hora a las plantas de la Patrona de Almonte. Como carretero, el Niño Manué ha hecho caminos con Gines, con Umbrete, con Dos Hermanas y ahora goza de la inmensa fortuna de guiar la yunta de una de las carretas más elegantes, distinguidas y señoriales que surcan los caminos del Rocío por el que es, sin duda, el recorrido más hermoso de cuantos completan las filiales de Sevilla antes de abandonar la capital.


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Antes de que Faenero y Resalado, dos bueyes berrendo en colorao de la ganadería de José Manuel Varela, hicieran rodar por vez primera los ejes de la carreta de plata de Villarreal, la Colegial del Salvador acogía bien temprano la misa de romeros presidida por el inconfundible Simpecado de color verde, sobre el que lucía radiante la Medalla de la Ciudad con la que el Ayuntamiento ha distinguido a esta corporación, que desde el año 1951 peregrina ininterrumpidamente hasta El Rocío llevando a gala el nombre de la ciudad. Una distinción, que según recalcó en su homilía el rector de la Colegial, Eloy Caracuel, «no es por casualidad», sino que obedece al trabajo de los «muchos hermanos que han dado el callo por su hermandad» a lo largo de su aún «no muy larga» pero fecunda trayectoria. El también director espiritual de los rocieros del Salvador invitó a los peregrinos a «descargar los problemas a los pies de la Virgen» cuando se postren este sábado a sus plantas. «Que Ella nos dé vitaminas y fuerzas para vivir rocieramente y cristiamente el resto del año». A la celebración eucarística, amenizada por los bellos cánticos del coro, asistieron el general jefe del Estado Mayor, Carlos Palacios, así como los portavoces municipales del PP, Alberto Díaz, y Ciudadanos, Javier Millán, amén del delegado de Seguridad, Movilidad y Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, y el director del Distro Centro, Luis Duarte.

A la conclusión del oficio religioso, pasadas las ocho y media de la mañana, el Simpecado de las siete letras de oro, portado a la mano por el hermano mayor, Marcos Cañadas, asomaba bajo el dintel de la puerta principal de la Colegial, fotografía a la que puso banda sonora con los acordes de la Marcha Real la Unidad de Música del Cuartel General de la Fuerza Terrestre, heredera de la antigua Soria 9. Con el Simpecado izado a mano en lo más alto de las escalinatas del Salvador, la plaza entera entonó entonces al unísono la hermosa Salve rociera de los romeros de Sevilla, a cuya conclusión un enfervorecido hermano mayor lanzaba al aire de la mañana una letanía de vivas entre los que no faltaron referencias a «las hermandades de la Colegial del Salvador» y a las dos corporaciones rocieras no filiales que tiene amadrinadas y que, un año más, le acompañan en su peregrinaje hasta la aldea: la malagueña de Antequera, que cumple 21 Rocíos andando con los del Salvador, y la sevillana de El Viso del Alcor, que desde 2004 camina con Sevilla.

Después de que sonara el pasodoble Suspiros de España mientras se completaban las tares de entronización del Simpecado, la carreta que coronan las Santas Justa y Rufina sosteniendo a la Giralda protagonizó una salida presurosa del casco histórico de la ciudad. A las nueve recortaba su perfil sobre una de las portadas de Corpus que ya se levantan en la plaza de San Francisco y cinco minutos después era recibida por la Corporación municipal a las puertas del Consistorio, donde una sonora protesta de los empleados de Lipasam intentó ensombrecer este bello instante. A las nueve y media, el repique de las campanas de la Giralda anunciaba la llegada del Simpecado a la plaza de la Virgen de los Reyes, entre el asombro de las decenas de turistas que ya a esa hora deambulaban por el entorno más monumental de la ciudad. Allí, dispuestas radialmente en torno a la fuente de Lafita, aguardaban otras catorce carretas de bueyes para incorporarse a la estela del Simpecado, que serpenteaba a gran velocidad por el que el maestro Antonio Burgos calificó en su día como el mejor cahíz de la tierra del mundo: los alrededores de la Catedral de Sevilla.

Poco antes de las diez de la mañana, las ruedas de la carreta cruzaban sobre los railes del tranvía camino de la calle Santander para, después de transitar a los pies de la Torre del Oro, cruzar el Guadalquivir por el puente de SanTelmo.

Tras su última parada en la Jefatura de la Policía Nacional, en Blas Infante, la caravana rociera del Salvador abandona la urbe camino de tierras aljarafeñas. La noche les espera a estos romeros en la Hacienda de Cuatrovitas. Será tiempo de soñar con el encuentro con la Virgen. ~