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Fallece Mercedes Alba Ayala, hermana número 1 de la Macarena

Fue la primera mujer que ocupó este puesto en la hermandad y una de las privilegiadas que vio a la Virgen en el cajón en el que la salvaron de las llamas

23 jul 2017 / 20:14 h - Actualizado: 23 jul 2017 / 20:58 h.
"La Macarena"
  • Mercedes Alba, en una entrevista de la película ‘Crónica de la coronación’. / El Correo
    Mercedes Alba, en una entrevista de la película ‘Crónica de la coronación’. / El Correo

Hasta el último día de su vida siempre se confesó macarena «de las de San Gil». Allí, cuando era una niña, acompañaba a su madre (Pepita Ayala) «a llevar la ropa planchada para el altar de la Virgen» y recordaba orgullosa cómo se encontraba «con las hermanitas de la Cruz». Este domingo, a sus 94 años de edad, la Macarena se la ha llevado a su lado para siempre, siendo la hermana número 1 de la corporación y la primera mujer en toda su historia que ostentaba esta anecdótica distinción.

Mercedes Alba Ayala nunca le dio importancia a este hecho singular. En una entrevista concedida hace algunos años a este periódico bromeaba con que se trataba de «una colocación que dura poco. Si me hubiera llegado antes... cuando era joven». Pero le llegó a sus 85 años, los mismos que cumplía como hermana. Su padre, César Alba Alarcón (hermano mayor en la década de los años 20) la apuntó nada más nacer, como al resto de sus ocho hermanos. Por eso siempre lo recordaba, como también la espinita de no haberse podido casar delante de la Virgen de la Esperanza por luto familiar.

A lo largo de toda su vida pudo vivir en primera persona innumerables acontecimientos de la historia de la hermandad. Entre ellos, la apertura de la basílica o la coronación de la Santísima Virgen. Pero Mercedes guardaba en su recuerdo una imagen imborrable que la llevaba hasta la iglesia de la Anunciación. «Trajeron a la Virgen en un cajón de la casa que el veterinario Antonio Román tenía en Orfila. Allí la había tenido escondida tapiada en una pared. Recuerdo siempre el aroma a nardos que desprendió al abrir el cajón y cómo la Virgen vestía el traje de luto que ya llevó por la muerte de Joselito El Gallo. Cantaron una salve y la gente se puso muy contenta», recordaba.

Esa fue la imagen que esta sevillana, nacida en 1923 en la misma casa de la Alameda en la que vivió Joselito El Gallo, siempre guardó de la Macarena. Esa Virgen a la que reconocía haber visto «más en San Gil que en la basílica» y que en la Madrugá del Viernes Santo le gustaba ver por los palcos de la Plaza de San Francisco. «¡Qué categoría!». Allí procuraba estar siempre mientras su salud se lo permitió y ya, en la última etapa de su vida, a través de las televisiones locales.

Se marcha en paz con su Virgen, a quien siempre tuvo cerca a pesar de no verla a diario, y dejando una familia de profundas raíces macarenas. Su único hijo (José María Rivas), su nuera y sus nietos han heredado de ella el amor por la Macarena, incluso vistiendo la túnica de nazareno en la Madrugá. Aquella Esperanza que olía a nardos le ha abierto ahora las puertas de una gloria que para Mercedes serán como las de San Gil.