El hombre del siglo XVII va a a estar íntimamente marcado por la experiencia religiosa, dado que su mentalidad va a estar influenciada por una época marcada por las periódicas calamidades, particularmente la Peste, lo que hará que se busque en el cielo el amparo que no se tiene en la triste cotidianeidad. Fruto de ello, la religiosidad popular se convierte en algo, extremadamente, exagerado, lo que traerá como consecuencia artística que crezca el boato litúrgico en torno a la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo al llegar la Semana Santa.
La enorme eclosión de hermandades obligaría al arzobispo Pedro de Castro en 1623 a una reducción de las mismas, cuidándose pulcramente los cortejos penitenciales. Pero sobre todo, el siglo XVII, sería la época del mayor esplendor artístico en la imaginería con la aparición de grandes maestros como Juan Martínez Montañés con la imagen de Jesús de Pasión, su discípulo, Juan de Mesa, con las portentosas efigies del Cristo de la Buena Muerte (1620), el portentoso Jesús del Gran Poder (1620), señor de la ciudad y rey del universo, o las magníficas imágenes del Santísimo Cristo del Amor (1618) y el Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón (1620). Junto a ellos, destacarían otros grandes imagineros como Francisco de Ocampo, que tallaría el Stímo. Cristo del Calvario (1611), Andrés de Ocampo con su maravilloso Cristo de la Fundación (1622) y la atribución del Nazareno del Silencio; la Roldana y su padre, Pedro Roldán, fundador de un taller familiar que se prolongaría hasta bien entrada la centuria siguiente, que escribiría brillantes páginas en la historia del arte, baste recordar el prodigioso retablo mayor de la Santa Caridad y las imágenes del Cristo del Descendimiento (1650-1660) de La Quinta Angustia, el Nazareno de la O (1685) o el Cristo de la Misericordia de la Hdad. de Santa Cruz; y ya a finales de siglo, Francisco Antonio Ruiz Gijón, que legaría a Sevilla en 1682, la sublime imagen del Santísimo Cristo de la Expiración, conocido, popularmente, como El Cachorro de Triana.